Lewis Hamilton no quiere ser una leyenda de la Fórmula 1, sino una fuente de inspiración para todos aquellos que quieran convertir sus sueños en realidad. No tiene recetas de éxito ni consejos mágicos, sólo una recomendación: “Nunca darse por vencido. Ni un paso atrás, ni para tomar impulso”

Hamilton, quien habla para Forbes Life en exclusiva, es un campeón que, como todas las leyendas, tiene una historia de superación. «Nunca olvido de dónde he salido y estoy muy agradecido de ser lo que soy», ha dicho. Creció en el departamento de su madre —«un sitio minúsculo», recuerda— y durante mucho tiempo durmió en el sofá que había en casa de su padre. No siempre ha estado al volante de modelos millonarios de Fórmula 1 de la escudería Mercedes AMG, con quien corre desde 2013. En sus inicios, condujo «los peores karts de la historia», rememora, cuando él y su familia eran las únicas personas de color en los circuitos. Compitió contra gente que tenía «todo el dinero que quería», pero aquellos obstáculos lo hicieron más fuerte.

Lewis Hamilton

Los campeones no se forjan en las victorias, sino en las dificultades. Eso ha hecho que él, considerado por un amplio sector de la prensa como el piloto mejor pagado del mundo, siga conservando los pies en el suelo y no pierda de vista el valor del dinero (a pesar de que también sea capaz de gastarse más de 20 millones de euros en un avión, algo que los periodistas suelen recordarle a menudo en las entrevistas). «Para mí, el dinero no es una forma de reconocimiento. Soy muy afortunado de tener una posición que me permite experimentar cosas que siempre he querido a lo largo de mi vida y sé el valor de eso gracias a mi familia y a lo que me enseñaron. Pero hay muchísima gente en el mundo —gente realmente talentosa— que casi no tiene nada a su nombre y que está haciendo un trabajo increíble, salvando vidas o protegiendo a otras personas. El dinero no es el patrón por el que se puede juzgar a la gente», asegura. ¿Cuál sería, para Hamilton, ese patrón? La capacidad de inspirar a otros. En sus redes sociales, suele citar a menudo a personajes como Muhammad Ali, Nelson Mandela o Marting Luther King. «Nunca me pondría a su altura. Son algunas de las personas más edificantes que han existido jamás y que cambiaron el mundo. Espero inspirar a la gente de algún modo también, pero a mi manera», replica.

Lewis Hamilton

Se trata de un hombre que se ha hecho a sí mismo a todos los niveles: psicológicamente —«Supongo que cada deportista tiene sus propias técnicas de superación», responde cuando le preguntan al respecto, «pero apuesto a que ninguno te dice ni una palabra acerca de cómo hacerlo»—y también físicamente. Ha cincelado su cuerpo gracias a un entrenador personal que le ha ayudado a ganar masa muscular a través de un programa de ejercicios que en los últimos tiempos, nos confiesa, ha incorporado elementos de deportes como el esquí o el boxeo, pero también lo ha tomado casi como un lienzo. Su afición a los tatuajes le ha llevado a dibujar sobre su piel diversos motivos y lemas, todos ellos con un significado. Prácticamente la totalidad de su brazo derecho y de su pecho están tatuados. En su muñeca, el piloto lleva un ángel. Más arriba, a la altura del codo, aparece un corazón negro y rojo y sobre él una cruz. Y en el hombro, una reproducción de La Piedad de Miguel Ángel. En el pecho, se ha tatuado una rosa de los vientos porque, según él, la Iglesia es la brújula que le ha impedido perder el norte y encima una frase: «Powerfull beyond measure» («Poder sin límites»). En su hombro izquierdo, Hamilton lleva escrito «Family» en honor a su padre y a su hermano, el primer piloto discapacitado que compite en el BTCC (Campeonato Británico de Turismos), con el que celebra sus victorias siempre que puede. Pero el más impresionante es el tatuaje de su espalda: una cruz con alas de ángel, rayos de luz y letras góticas que rezan «Still I Rise» («Todavía me levanto»), su filosofía de vida, tal y como él mismo admite: «Puedes derribarme las veces que quieras, pero siempre me recuperaré y ascenderé más alto».

Lewis Hamilton

Su debut en la Fórmula 1 a los 22 años en la escudería McLaren, junto al piloto español Fernando Alonso, entonces en la cumbre de su carrera, pudo haberle enloquecido. El piloto reconoce que fue un shock en todos los sentidos: «Sólo era un niño cuando piloté en mi primera carrera de Fórmula 1 y, realmente, no estás preparado para lo que ocurre cuando llegas al paddock. De pronto, todos las miradas se clavan en ti, es una sensación sobrecogedora», recuerda con emoción, pero sin el menor asomo de nostalgia. A una edad en la que la mayor parte de los jóvenes no saben qué quieren hacer con su vida, Hamilton se encontró con que cada una de sus decisiones, cada gesto, cada acierto —y sobre todo cada fallo— eran objeto de escrutinio no sólo por parte de la prensa sino de millones de personas. «Es algo con lo que es muy difícil lidiar, pero tienes que encontrar el modo de hacerlo. Hoy es algo fácil para mí: vivo mi vida como creo que es correcto, de modo que pueda expresarme y mantener cierto equilibrio. Si alguien tiene un problema con eso, la verdad, no me afecta», sostiene.

Encuentra el resto de la entrevista en nuestra edición de junio: Iconos Masculinos 3.0 de Forbes Life.

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