Por Luis Carlos Chacón J.* La última vez que Guilles Lipovetsky (filósofo / sociólogo) estuvo de gira en América Latina, traído por las universidades públicas de Sao Paulo, Bogotá y México, le preguntaron su opinión sobre la izquierda y su impacto en el continente, a lo que él respondió: no me tome a mal, me considero de izquierda, pero acá no funciona del todo, porque sigue basada en la lucha de clases, entre la eterna pelea de ricos y pobres”. Por supuesto tiene razón, el cuestionamiento del por qué existen las élites y cómo han logrado mantenerse es parte del hilo conductor de la narrativa de la mayoría de los líderes políticos del PRD, PT, Polo, Morena y otros defensores de la izquierda. Desde un AMLO comiendo barbacoa pensando en ‘lo que otros se pierden’, hasta el gigantesco estado de beneficencia brasileño; los poderosos políticos de izquierda de la región suelen mostrarse bajo un ‘halo’ de protectores del pueblo. Pero no debe confundirse. Más allá de sus ‘creencias’, en América Latina una parte de los políticos tienen algo en común: corrupción desmesurada. Desde la Casa Blanca de las Lomas hasta Odebrecht (que desfalcó el 4% del PIB regional con 40 personas encargadas de negociar con políticos y crear una doble lectura de cifras para esconder los contratos de varios presidentes investigados y/o encarcelados), todos los partidos políticos han salido involucrados, lo cual en principio es uno de los hechos que llevó AMLO al poder Mexicano y posiblemente terminará convirtiendo Bolsonaro en el siguiente presidente de Brasil. Porque los ciudadanos están aburridos de la forma como abiertamente la clase política regional malgasta los recursos. La diferencia estará en la percepción: mientras que del político de derecha se espera que sea proclive a la corrupción, en el de izquierda no se perdona, porque simplemente no hace sentido defender los derechos de alguien el lunes, y el miércoles ser un verdugo. Y aterrizando al caso Brasileño, éste termina con un Lula Da Silva tras las rejas y Bolsonaro liderando la popularidad política. Tremendo. También puedes leer: 3 peligros que podrían descarrilar el crecimiento de Latinoamérica en 2019 Porque el expresidente llegó a ser la persona más poderosa de Brasil, logrando poner presidentes y presumirse como ese ‘buen pastor’, una suerte de copia de ‘Xi-Dada’, el sobrenombre que cariñosamente le tienen los chinos a Xi Jinping, la figura de un tío que te están dando consejos y guiándote por el camino del bien. Por supuesto el impacto del partido comunista ayuda, si se le compara con la ancestral diferencia racial que marca la economía, sociedad y cultura local. Afortunadamente llenó el país carioca de una mezcla donde la belleza es paisaje; caminar por Jardims o Ipanema corrobora esta premisa. Y en el otro lado está la innegable y ampliamente comentada peculiaridad de Bolsonaro:
  • El haberse bautizado evangélico para ganar una bancada de votos.
  • Cambió de partido todas las veces que se ha lanzado en el legislativo (porque terminan no aguantándolo).
  • Prefiere no tener hijos a aceptar en su familia a un ‘maricón’.
  • Promete abarrotar las cárceles de todos los ‘negros e indios’ que roban en las calles, apoyando simultáneamente la pertenencia de armas.
  • Defiende y recuerda con nostalgia los días de la dictadura brasileña (1964-1985).
  • Y que un debate relacionado con la legalización del aborto le haya dicho a una diputada que ‘no se preocupara porque a ella nadie la iba a violar nunca por fea’.
Todo un ‘personaje’ de esos que capta la atención de los periodistas, por tener un temperamento fuerte y, al mismo tiempo, tener la capacidad de ser impredecible; esa combinación entre crudeza y distancia que une a Trump, Putin, Merkel y otros más que parecen no seguir las reglas del juego creadas por los estrategas de comunicación, donde el libreto está ensayado y la imagen proyectada, mezcla seguridad y emocionalidad; bajo este contexto, Hilary y Barack son parte del pasado en este mundo donde el ‘hard-masculine power’ manda la parada. Estos ‘underdogs’ generalmente comienzan con poco apoyo en las encuestas (hay que recordar el 3% de Álvaro Uribe en Colombia; viejos días para una persona que ha logrado poner cuatro presidentes), pero con una estrategia ya bien diseñada:
  • Reclutar grupos grandes de derecha que se sientan menospreciados (Bolsonaro es conocido por defender los derechos de los militares. Aunque para las personas de alto escalafón es considerado ‘oportunista’).
  • Avanzar con los votantes que mezclan el deber democrático con lo moral (el señor fue hasta Israel al bautizo, porque al parecer en estas iglesias se sugiere por quien votar, teniendo en cuenta que preservará sus valores).
  • Incentivar ‘defensores’ de su causa desde las redes sociales (con 7 millones de seguidores y una campaña masiva en WhatsApp Bolsonaro en este tema arrasa).
  • Postergar el mayor apoyo de los empresarios para la llamada ‘segunda vuelta’ (su propuesta de bajar impuestos a empresas impulsa los números en la Bolsa de Sao Paulo, y a empresarios como Luciano Hang adviertan —en video filtrado— a los empleados de sus tiendas que de ganar el PT de nuevo cerraría).
  • Ganar empatía como incomprendido (desde cuando le gritan “misógino!” y vocifera “gríteme corrupto a ver si es capaz”, hasta el ataque que le hicieron en septiembre en Juiz de Fora y que puso en “la culpa de la izquierda que quiere seguir robando con Haddad”.
Los empresarios, intelectuales y ejecutivos brasileños con los que he tenido la oportunidad de hablar y compartir ideas al respecto en diferentes partes del mundo están de acuerdo en que ninguna de las dos opciones que compiten son las mejores para Brasil. El PT con dos expresidentes en la cárcel y un candidato que está lejos de lucir como un hombre de izquierda (de hecho su presencia evoca poder y riqueza) podría llevar al país más rápido a la debacle económica, mientras las implicaciones socioculturales de Bolsonaro pueden cerrar al país al mundo. También puedes leer: Nuevo gobierno de Brasil se definirá en segunda vuelta Los veo en su mayoría quedándose en el Oxforshire, Singapur, California, o Cuidad de México donde son reconocidos por su alto estándar de calidad en el trabajo, sentido crítico y por supuesto belleza única. La desilusión con lo que pasa en su país les está ganando, en una lucha de clases que ahora busca apaciguar la izquierda. Nueve horas de avión al norte, el gobierno entrante de Andrés Manuel López Obrador sigue dando pistas sobre la ausencia de tecnocracia de la izquierda regional, ubicando a la dueña del famoso restaurante Contramar como encargada de la promoción de turismo de un país que se menciona entre los principales destinos visitados en el planeta, haciendo que las industrias relacionadas (transporte aéreo, hospitalidad, alimentación, artesanías, etc) sean protagónicas en el sistema económico nacional y sus negociaciones de acuerdos comerciales. No hay nada en contra de este restaurante, de hecho como el sitio donde Carolina Pastrana le muestra a la comunidad colombiana la vida ‘antes y después’ de las tostadas de atún y el huachinango, es uno de esos lugares que se recomienda visitar y repetir. Lo que deja pensando es qué tanto puede llegar a entender su dueña del complejo mundo del turismo y las ‘country brands’. Hay que asumir que muchísimo, porque la marca México tiene alto valor en el mercado; un neófito puede llegar a tener un impacto contundente. AMLO y Bolsonaro tienen en común las ganas de hacer cambios estructurales en el sistema de ambos países, donde estarán ‘para alquilar balcón’ las grandes economías globales ante las novedades (como una operación ‘swap’ donde se intercambian valores, visiones y políticas) de los poderes preponderantes de la región. No sorprenderá que en medio de las fronteras cerradas de Trump, su nuevo aliado para metalurgia sea un Brasil que se pueda adaptar a las condiciones que ahora impondrán los norteamericanos. También la entrada de frutas tropicales y soja podrá ser mucho más relevante: Mango, Piña y Passion Fruit con mayor frecuencia en los productos de Trade Joe’s (no se sorprenda, con el coco y el aguacate los mexicanos han hecho mucho porvenir). Sobre el estatus de las relaciones comerciales de China con México ya sobran todos los comentarios. La delantera está dada ipso facto… la presión del muro llevó en forma masiva a los ávidos empresarios mexicanos a pasar del ‘Uncle Sam’ a ‘Xi-Dada’. *El autor es consultor global y columnista en Forbes Latinoamérica.

 

Siguientes artículos

Confidencias | Para las joyerías el Buen Fin es ya una pesadilla
Por

En el Congreso de CDMX se disputa quién ocupará la titularidad de Comunicación Social; esta empresa mexicana se mete a u...