La adaptación tecnológica que está aconteciendo en la sociedad moderna nos está permitiendo generar un sinfín de oportunidades históricas dentro de un planeta cada vez más interconectado. Aquello nos obliga a innovar nuestros procesos para brindar tecnología de forma más inteligente y democrática. Para nadie es un secreto que el origen de esta revolución se encuentra en los llamados chips o semiconductores, y en particular los microprocesadores, los cerebros de toda la electrónica moderna. Entonces, ¿cómo deberíamos dirigir nuestros esfuerzos para seguir logrando una innovación global? 

En ese sentido, dentro de esta nueva era tecnológica, existe la necesidad de generar una cadena de suministro de chips más equilibrada y resistente que trascienda las fronteras geográficas y que promueva una colaboración mundial. Para alcanzar esta visión, es fundamental otorgarles protagonismo a países como México y en el resto de América Latina, donde además de proveer talento altamente cualificado y contar con una cultura de mucho valor, es un territorio que se está convirtiendo en la primera opción para las principales empresas del mundo que quieren generar nuevos caminos de éxito. De hecho, en el caso de México, los semiconductores son uno de los sectores declarados como prioritarios en el país para la secretaría de Economía. 

Actualmente, alrededor del 80% de la fabricación mundial de semiconductores avanzados se concentra en Asia, con el 92% en Taiwán. (Boston Consulting Group, 2022). En otras palabras, el enfoque en fortalecer los procesos locales y reducir la dependencia de una sola región (la cual fue muy visible durante la pandemia) no solo aumentaría la resiliencia de la industria ante crisis y disrupciones globales, sino que también desencadenaría bastante valor para la innovación y el crecimiento en Latam, que cuenta con una población de 660 millones de habitantes (2 veces más que EE.UU. y cerca del 8% del mundo). 

Países como México son un ejemplo positivo del avance de esta visión, pues no solo la frontera México-Estados Unidos es el mayor corredor de semiconductores del mundo, que representa el 8.6% de las exportaciones electrónicas, sino que a través de actores clave de la industria como Intel, se ha estado forjando una cadena de suministro más equilibrada y colaborativa. El enfoque de la compañía en actividades en lugares estratégicos de Latinoamérica como el Centro de Diseño de Guadalajara (GDC) en México y las operaciones de manufactura en Costa Rica, destaca el valor que la región aporta en términos de investigación y desarrollo, validación, diseño y fabricación de semiconductores. Hechos como estos trascienden más allá de la simple producción de componentes electrónicos. 

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Rebalancear correctamente la cadena de suministro no solo significa impulsar la innovación y resiliencia global, sino que traspasa distintos aspectos, pues empodera a las comunidades, se fomenta el desarrollo social e impulsa la actividad económica de los países que participan en ella. A simple vista esto pareciera ser algo evidente, pues los semiconductores son un indispensable pilar económico y son esenciales para las herramientas digitales de uso cotidiano, pero esta industria es parte fundamental de la economía y el desarrollo de los mercados. Tan solo en 2022, las ventas mundiales de semiconductores se aproximaron a los 600.000 millones de dólares estadounidenses en el mundo, y se prevé que el sector se expanda en 2024. (Statista, 2023). 

Sin duda, este es un camino que requiere colaboración, visión y compromiso a largo plazo, y sus resultados potenciales están destinados a cambiar el curso de la historia tecnológica y económica de México y otros países de América Latina, así como del mundo en su conjunto. Los chips son el corazón de la innovación moderna y sin una cadena de suministro balanceada y resiliente, podríamos enfrentar situaciones complejas, desde escasez de dispositivos, aumento de precios y una disminución en la calidad de los productos electrónicos que definen nuestra forma de vida actual.  Si logramos capitalizar sobre esta oportunidad, esto podría llevar a la región hacia una posición de competitividad global, impulsando su economía y atrayendo la inversión extranjera.

Por todo ello, es una responsabilidad global equilibrar y desarrollar la cadena de suministro a través de acciones precisas, y Latinoamérica ha levantado la mano para ser partícipe de esta revolución que impactará positivamente la vida de todas las personas.  

De ahí que, los gobiernos, empresas e instituciones académicas deban contar con acciones concretas que se empalmen con el objetivo del equilibrio tecnológico en todos sus aspectos, y navegar correctamente la ola de oportunidades que se vendrá con el hecho de que la demanda global estimada de microprocesadores aumentará un 5% por año, al menos hasta 2030 (Boston Consulting Group, 2022), hasta convertirse en una industria que llegue a US$1 Trillón de dolares estadounidenses al final de la década (McKinsey, 2022). Esto se puede lograr mediante la promoción de carreras STEM, inversión en investigación y desarrollo tecnológico y la creación de un ecosistema de innovación. Si bien es cierto que el futuro nos pertenece a todos, también debemos de construirlo todos en conjunto. 

Todo el trabajo colaborativo entre organizaciones y mentes brillantes debe apoyar una cadena de suministro geográficamente equilibrada que garantice fiabilidad, sostenibilidad y liderazgo tecnológico. El diseño y manufactura de semiconductores es uno de los procesos de ingeniería más complejos que realiza la humanidad y tenemos la misión de mejorar continuamente nuestras innovaciones para hacer realidad el futuro que nos imaginamos y merecemos todos. Estas son las posibilidades que nos emocionan y que cada vez son más posibles con la sinergia y la pasión del capital humano que ofrece México y los demás países de la región.

Contacto:

Santiago Cardona, director general de Intel para Hispanoamérica. 

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