La actividad económica global, durante este 2017, aún tiene un panorama incierto. Los últimos pronósticos del Fondo Monetario Internacional (FMI) señalan que el ritmo decrecimiento mundial sigue siendo débil y hay riesgos latentes, como el giro al proteccionismo por el que algunas naciones avanzadas han optado. Este entorno, sin duda, marca la pauta para que la política monetaria siga teniendo un papel fundamental en la instrumentación de políticas económicas en todo el planeta. En los últimos años, el instrumento monetario más utilizado por los bancos centrales han sido los movimientos en las tasas de interés, aunque la emisión monetaria, física y digital, ha cambiado los parámetros del mundo. A raíz de la crisis financiera global de 2008, la política monetaria se relacionó con los déficits gubernamentales, y la intervención de los bancos centrales fue fundamental para incentivar la economía con políticas monetarias laxas, que incluyeron incentivos y reducción de tasas a niveles mínimos históricos. En el momento en que la actividad productiva parecía que había respondido a estos estímulos, en diciembre de 2015 la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) elevó sus tipos de interés por primera vez en siete años. Todo indicaba que las tasas gradualmente regresarían a su nivel y los bancos centrales en el mundo seguirían esta tendencia, pero la realidad fue que, en la economía mundial, surgieron nuevos riesgos. Hoy en día, podemos observar una divergencia en las direcciones en las que los principales bancos centrales mueven el precio del dinero, sea en Estados Unidos, Europa, Japón, China, Inglaterra o el propio México. Ejemplo de ello es que, mientras que la Fed (que este año ha elevado en tres ocasiones sus tipos de referencia) ha anunciado que se espera un nuevo aumento en la tasa objetivo para 2017 y que, además, habrá otros tres para el próximo año, en Europa, el Banco Central Europeo (BCE) ha decidido mantener el precio del dinero en cero y anunció que mantendrá su postura de incentivos. En economías en desarrollo también hay divergencias: mientras que el Banco Popular de China subió, por primera vez en cuatro años, sus tasas de corto plazo para controlar los niveles de deuda y reforzar la estabilidad financiera, en México hay quienes afirman que la etapa de alza en tasas está cerca de su fin, porque, con el afán de controlar la inflación, el precio del dinero ha crecido a una velocidad importante, al pasar del 3.75%, todavía en junio del año anterior, al 7.0%, al cierre del primer semestre de 2017. Es un hecho que el ciclo del dinero barato llegó a su fin. En el mediano o largo plazo, la política monetaria a nivel global tenderá a normalizarse, pero de manera moderada, responsable y oportuna. Incluso, mayor liquidez podría provocar burbujas en algunos mercados hipotecarios o de deuda. La propia Fed ha sido cautelosa al momento de realizar cambios en las tasas, a fin de evitar movimientos abruptos en los mercados. Por otra parte, aunque un apretón monetario excesivo puede frenar la economía a través de menores créditos (por el alto costo del dinero), estamos lejos del fin de los incrementos en los tipos de interés, mientras la inflación siga con su tendencia ascendente. Lo único cierto es que la intervención de los bancos centrales será determinante en estos momentos en que el crecimiento económico es débil y se ve amenazado por la incertidumbre del rumbo de la globalización y por menores flujos de comercio que se puedan registrar ante el auge de políticas comerciales proteccionistas. La política monetaria y sus instrumentos de intervención son fundamentales para las acciones que se tomen en favor de garantizar la estabilidad macroeconómica y financiera, para controlar la inflación, para dar certidumbre y reducir la especulación, los niveles de deuda o el tipo de cambio, entre otros, todo de acuerdo con las necesidades más urgentes de cada país o región, porque, de no cuidar los fundamentales económicos, el costo financiero puede ser mucho mayor.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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