El modelo de gobierno de los independientes en México validará el poder ciudadano, si es bueno, o le regresará legitimidad a los partidos políticos.   Llegó la hora de los supuestos gobiernos ciudadanos: varios candidatos independientes han tomado posesión de sus puestos gubernamentales. Un gran avance democrático, dicen unos; un riesgo a la gobernabilidad, dicen otros, pero es un hecho real: candidatos ciudadanos o independientes o viejos políticos disfrazados que por fin cumplieron su objetivo de llegar al poder (por cualquier vía) van a gobernar y tienen que demostrar de que están hechos y qué pueden lograr. El caso más llamativo es el del Bronco en Nuevo León. Va a estar bajo la lupa de todo México, para algunos, por la expectativa creada; para otros, por el carisma que tiene, y otros más, con la añoranza de que nuestro sistema político cambie por fin de una vez por todas. El asunto de gobernar en México es muy complejo, aunque suene muy fácil. Muchos creen que con sólo llevar a un hombre honesto al poder se va a cambiar todo. El sistema político mexicano está basado en una práctica cultural muy arraigada, la del tlatoani, un ser supremo a quien se le otorga el poder absoluto de sabiduría y de autoridad total. Esta práctica no es como en el caso de las monarquías europeas: por designio divino. Aquí es bajo un concepto de autoridad ganada, por lo que representa el poder, y es avalada por un consenso público, que es el voto, por lo que la población no sólo lo obedece y cree en él y le pide solucionar todo, y ahora –por las malas experiencias– es un concepto renovado por la fe ciudadana y se le da un halo extra de salvador de la patria. Bajo esta tónica tenemos a otro ranchero enamorado y valiente, cercano al pueblo, que va a salvar al estado, y como decimos en México, anda a caballo, cambia a motocicleta, come tacos, patea las puertas, rompe sillas y va a meter a los malos a la cárcel; en pocas palabras, es una persona del pueblo que nos va a salvar. Por si no se habían dado cuenta, eso es populismo puro. Para acabarla de amolar, la expectativa social está en el techo, en el paroxismo ciudadano; técnicamente, como Salomón, todo lo que toque lo va a resolver. Pero la realidad es otra: el sistema político, y sobre todo el sistema burocrático político de cualquier estado, es una maquinaria muy compleja de mover, es una red de comicidad, es burocrática y de corruptelas, donde el contubernio empresarial, social y gubernamental es monstruoso, y bajo este escenario, nuestra cultura se resume muy fácil con la frase: “aplíquese la ley en los bueyes de mi compadre”, no en los míos. El Bronco, como lo hizo Fox, abrió la puerta a patadas, generó un cambio, rompió la barrera que nadie había podido romper, pero como bien pasa, el primer el impacto lo puede dejar noqueado y herido; los que vengan atrás, ya no lo lastimarán, porque el boquete ya estará abierto. Ahora viene la realidad del sistema. ¿Por ser independiente y honesto, no lo van a presionar los grupos fácticos que lo apoyaron para que los favorezca con contratos? Si no fuera por eso, no lo hubieran apoyado, ¡no seamos tan inocentes!, ¿o va a proceder en contra de los grupos delincuenciales cuando éstos amenacen o corrompan a sus funcionarios?, ¿o va a correr a toda la burocracia, sindicatos y demás empleados flojos y abusivos del gobierno para poner a nuevos que han estado esperando que eso pase para hacer lo mismo? Puede sonar pesimista, pero es una realidad. La ecuación es simple: un ciudadano, que fue político, que ahora ya no lo es, que en el camino se convirtió en político nuevo, puro y sin pecados, llega al gobierno a cambiar todo el aparato burocrático, cuando lo que debería hacer es –con todos esos supuestos valores– proponer un cambio a toda la sociedad para que, con exigencias reales y comportamientos adecuados, se pueda cambiar a las autoridades. Pero ese mundo ideal hay que construirlo con el ejemplo, con convicción y mucha honestidad, cosas que hasta hoy no se han visto del todo. Empieza la prueba de fuego, y aquí aplica la misma máxima que para los artistas: la plaza más difícil de convencer para cualquier cantante es Monterrey. Son el público más exigente, dicen los que saben, y a eso se enfrenta el Bronco. Lo curioso de los tiempos es que irremediablemente tenemos el 2018 con su elección presidencial, y el modelo de gobierno de los independientes será un ejemplo que validará el famoso poder ciudadano, si es bueno, o el regreso de la legitimidad de los partidos políticos, que será muy necesaria en una elección con muchos independientes de tiradores y los partidos golpeados en su credibilidad. ¿Nos pasará lo mismo que con la alternancia? ¿Ése será el motivo del diseño de los famosos independientes?   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @Marcovherrera YouTube: El Marco del Poder Google+: Marco V. Herrera Berenguer Blog: Marco V. Herrera / El Marco del Poder   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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