La profunda crisis financiera y económica que aún padecemos fue generada en parte por la banca, pero su verdadero origen se encuentra en las políticas impulsadas por los bancos centrales.   Por Steve Forbes   El gobierno británico ha anunciado que propondrá una legislación para tener llevar a prisión a los banqueros de alto rango que toman riesgos “imprudentes”. Esta noticia pone de relieve dos tendencias peligrosas. La primera tendencia es el fenómeno, en gran medida inadvertido, de los gobiernos democráticos modernos que criminalizan cada vez más actividades. En Estados Unidos (EU), por ejemplo, se han interpuesto con éxito numerosas acciones judiciales contra los directores de empresas por actividades realizadas por subordinados, que los gerentes no ordenaron y ni siquiera conocen. ¿No es un principio básico del derecho que no se puede ser acusado de un crimen que no se cometió? En resumen se penaliza a las personas por delitos que no sabían que habían cometido. Sí, siempre ha existido el axioma de que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, pero eso es para los delitos básicos como el robo, lo que ya se sabe que es ilegal. Sin embargo, en los últimos años, los gobiernos han emitido voluminosas regulaciones que pueden atrapar fácilmente a los incautos. El código federal de impuestos es famoso por eso. La alarmante realidad es que si el gobierno federal quiere “ir” tras de ti o de tu empresa, puede hacerlo. No hay manera de que los ciudadanos respetuosos de la ley no queden atrapados en las fauces de reglamentación. El célebre observador social y escritor Charles Murray está trabajando en un libro sobre lo que él describe con razón como la creciente anarquía del gobierno de EU. La tormenta de nuevas normas, muchas de ellas imprecisas, socava los cimientos básicos del Estado de derecho: sencillez y previsibilidad. Murray encuentra el fenómeno mucho más extendido de lo que la gente cree. Los recientes informes sobre las extensas y deliberadas violaciones del IRS a la privacidad de sus ciudadanos  no es sino la punta del iceberg. Otro aspecto preocupante de la noticia sobre las intenciones del gobierno británico es el reflejo de la ingenua creencia de que una mayor regulación se traducirá en un sistema financiero y económico más seguro y menos riesgoso. En los grandes gobiernos de Estados Unidos y Europa se ha perpetrado el mito sorprendente de que la reciente crisis financiera fue causada por los imprudentes y codiciosos banqueros del sector privado. No es de extrañar que las masas exijan las cabezas de los directivos de los bancos. Los verdaderos villanos aquí son los gobiernos, en particular los bancos centrales. La experiencia ha demostrado una y otra vez que suceden cosas malas cuando un país socava el valor de su moneda. Tanto en la década de 1970 y en la primera parte de la década pasada la Reserva Federal devaluó constantemente al dólar, y otros bancos centrales hicieron lo mismo con su moneda en diferentes grados. El resultado, como era previsible, fue un boom de los productos básicos, un aumento en los precios de las casas y tierras de cultivo, el exceso en el gasto público y una sequía en las inversiones productivas. Al igual que un virus corrompe la información en una computadora, una moneda inestable distorsiona a los mercados. Tomemos a la vivienda como ejemplo. La gente realmente cree que los precios de las casas sólo podían subir. No hay duda de por qué se relajaron las normas de préstamo. Si un comprador caía en bancarrota ¿qué? El activo de apreciación perenne cubriría fácilmente la hipoteca. En estas circunstancias la compra de una casa con deuda y un bajo o ningún pago inicial parecía una forma segura y fácil de hacerse rico. Y no fueron los brillantes ingenieros financieros quienes, como alquimistas, diseñaron títulos que convertían paquetes de hipotecas de alto riesgo, o al menos parte de ellos, en valores de primera clase? Así que los gobiernos que distorsionaron los mercados ahora quieren cárcel para los banqueros, para que respondan racionalmente a esas distorsiones. El Reino Unido dice que está “tomando medidas enérgicas” porque la banca es sumamente importante para su economía. Esto equivaldría a que Washington decidiera sofocar al sector tecnológico con duras regulaciones y amenazas de cárcel si una empresa fracasara, porque el sector tecnológico es sumamente importante para la economía de EU. Las medidas de Londres sólo alejarán al talento, marchitando a su sector financiero. Cabe advertir que no estamos disculpando las auténticas malas acciones, como la manipulación de mercados o el robo a depositantes. Pero el término vago de “imprudente” invita al abuso gubernamental de primer orden. Hay un punto no puede enfatizarse lo suficiente: si la Reserva Federal, con la connivencia del Departamento del Tesoro de EU, no hubiera depreciado al dólar, los “imprudentes” y atroces excesos no podría haber sucedido en primer lugar. ¿Cárcel para los banqueros? Mejor empecemos con los verdaderos villanos: los  banqueros centrales y sus amos políticos.

 

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