La razón de hacerle la guerra a Rusia, o al país que sea, es que la industria militar de EU ha evolucionado hasta convertirse en un sector de negocios de Wall Street.   Por Andrés Arell-Báez Escribe mi colega en la Red Forbes (de Forbes México Digital), el señor Guillermo Barba, un artículo titulado “Estados Unidos quiere guerra nuclear con Rusia”. El texto, bastante leído, fue vapuleado por comentaristas que atacaron sin piedad las ideas del escritor. Vale aclarar que todos ellos fueron altamente ofensivos a la hora de criticar, más ninguno logró ser argumentativo. Personalmente comparto los postulados de Barba. Pareciera ser muy claro que Estados Unidos está buscando una guerra con Rusia. Las razones de ello son varias, pero las muestras son, sin duda alguna, contundentes, siendo tal vez la más importante el negocio en el que la guerra se ha convertido para ese país. Según Sean McFate, autor del libro The Modern Mercenary: Private Armies and What They Mean for World Order, publicado por la Universidad de Oxford, las guerras en el mundo, hoy, son llevadas a cabo por compañías listadas en la Bolsa de Valores de Nueva York, con lo que la llegada de un conflicto militar es para ellas una poderosa fuente de ingresos. En breve: si una guerra se desata mañana, las acciones de estas empresas suben exponencialmente. Empresas como Blackwater Worldwide (hoy Academi), Triple Canopy y DynCorp International son contratistas de la guerra: personas que reclutan mercenarios y unidades paramilitares para llevar a cabo las diferentes labores que en una época estaban destinadas a la fuerza pública. Organizaciones económicas desatadas de las leyes del derecho internacional, pero funcionales, por completo, a las leyes del mercado bursátil. Repito: una guerra crea negocios para estas corporaciones y, por ende, genera ingresos, los que incrementan en el valor de las acciones. La conflagración militar no sólo les trae incrementos en el flujo de caja y mejores valoraciones, sino la posibilidad de expansiones, fusiones, adquisiciones y demás. Según McFane, en un artículo realizado para VICE:

DynCorp International ofrece un amplio rango de servicios y en 2013 ganó más de tres mil millones de dólares en ingresos según su informe anual. En la última década, DynCorp y sus subsidiarias fueron adquiridas por Computer Sciences Corporation (CSC), que la fragmentaron y luego la vendieron a Veritas Capital Fund, una firma de capital privado. En 2006, la compañía salió a la Bolsa de Valores de Nueva York bajo el símbolo de DCP, y cuatro años después fue adquirida por otra firma de capital privado, Cerberus Capital Management, por 1.5 mil millones de dólares. Las fusiones y adquisiciones son muy comunes en la industria militar privada. Después de los tiroteos de 2007 en Bagdad, Blackwater se rebautizó como Xe y luego nuevamente como Academi. A principios de 2014, Academi fue adquirida por Constellis Group, un grupo empresarial que se alimenta de capital privado y que también incluye a su antiguo rival Triple Canopy. La compañía militar privada ArmorGroup Internacional estaba listada en la Bolsa de Valores de Londres en 2008 y después fue adquirida por G4S, una de las firmas de seguridad más grandes del mundo, con operaciones en más de 120 países.

Existe, entonces, en Estados Unidos, un fuerte lobby empresarial que busca se realicen cada vez más guerras en territorios alejados de su país, algo de lo que tiene la tesis propuesta por Barba en su artículo. No obstante, difiero con él un poco en cuanto a la importancia que da a los motivos para ir a esa guerra. Dice él, refiriéndose a por qué quiere pelear Estados Unidos con Rusia, que:

… la respuesta sólo puede ser que desean pelear por pelear. No sería la primera vez. Y es que el que esta guerra significara una derrota para la OTAN, no quiere decir que no habría manos que se atascarían los bolsillos de dinero con la conflagración, que sería para ese poder oculto, un negocio extraordinario.

Difiero con él porque la razón no es pelear por pelear, ni es un poder oculto lo que mueve esas conflagraciones. La razón para ir a la guerra con Rusia, o con el país que sea, es que el complejo militar industrial de Estados Unidos ha evolucionado hasta convertirse en un sector de negocios de Wall Street, que no sólo gana con contratos durante los conflictos bélicos, sino que también lo hace con los anuncios, es decir, con la especulación. ¿Qué creen ustedes, estimados lectores, que pasa por la cabeza de un inversionista cuando el gobierno de Estados Unidos se enfrenta con Rusia verbalmente, proyectándose una conflagración bélica mayor? ¿No creen que estará interesado en comprar acciones de este tipo de empresa? ¿Qué creen que pasó con los precios de las empresas acá citadas cuando Obama calificó a Venezuela como una amenaza para su país, a través de un decreto que históricamente ha antecedido una invasión? ¿Qué creen que pasó por los CEO a cargo de esas corporaciones cuando el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) lanzó su último informe diciendo que el gasto militar mundial había caído un 0.4%? A estas empresas la paz no les sirve y las guerras las hacen millonarias. Muchos de los comentaristas del artículo de Barba decían que su escrito era una propaganda rusa, un texto sacado de RT. Personalmente, no lo creo. Así como éste no es uno sacado de teleSUR. Porque lo que se quiere demostrar es que hay inmensos incentivos, de miles de millones de dólares, para Estados Unidos inventarse una guerra con Rusia, con Venezuela, con China, con cualquiera. Entre más grande sea la guerra, más dinero produce para estas poderosas empresas. Esto es, en el sentido más estricto de la palabra, simple y llanamente, un análisis de un negocio, totalmente alejado de posturas políticas. Un negocio, por supuesto, bastante criticable, pero que hoy mueve toneladas de dinero y que está liderado por unas empresas inescrupulosas. Kevin McDonald había hecho ya una representación de este mundo en su película State of Play (2009), y también Joshua Stefel lo hizo con su largometraje War Inc. (2008). Frente a ese panorama, no puedo estar más de acuerdo con Barba, cuando concluye diciendo que “justo por ello, por ser la guerra lo que quieren para su conveniencia y no para la de la mayoría de la humanidad, debemos resistirnos y exigir la paz”. El primer paso es dejar de ser tan inocentes sobre cómo se toman las decisiones en ese campo.   Andrés Arell-Báez es escritor, productor y director de cine. CEO de GOW Filmes.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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