Todos los derechos humanos son fundamentales. Dicho lo anterior, y la actual crisis lo ha puesto en claro manifiesto, si un conjunto de derechos humanos tiene un impacto cotidiano y directo en el día a día de todas las personas estos serían los derechos labores.

Cuando conmemoramos el primero de mayo nos remontamos a una serie de luchas por la dignidad laboral que incluye la huelga iniciada en Chicago el 1 de mayo de 1886 que exigía jornadas laborales de 8 horas, pero más importante aún, esa huelga catalizó un movimiento muy amplio que involucró no solo a incontables trabajadores de fábricas sino a decenas de miles de mujeres textileras que, además de jornadas decentes, exigían adecuadas condiciones de salud y seguridad.

Sigue aquí el avance contra la pandemia en México y el mundo

A finales del siglo XIX y principios del XX, el reclamo social exigiendo condiciones de trabajo humanas era tan estridente que al concluir la Primera Guerra Mundial la comunidad internacional consideró que únicamente una sociedad basada en el trabajo decente sería una sociedad de paz. Por ello fue por lo que en 1919 el Tratado de Versalles dio por finalizados dicho conflicto, y fue también el tratado que dio origen a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con el mandato de construir una sociedad justa mediante la promoción del trabajo decente.  Un elemento importante para destacar es que el concepto de justicia social, vertido en la constitución de 1919 de la OIT y en su mandato, tomó su inspiración de la entonces novedosa Constitución Mexicana de 1917.

En el centenario de dicho hito y en el contexto de una severa crisis sanitaria, económica y social considero que es un momento oportuno para volver a reflexionar sobre el futuro del trabajo:

Teniendo en cuenta los avances en derechos laborales y condiciones de trabajo que han tenido lugar gracias al progreso social y tecnológico no me cabe duda de que el futuro, que hace mucho tiempo ya es presente,  traerá innumerables oportunidades para mejorar la calidad de vida de las y los trabajadores cerrar la brecha de género, aumentar la protección social, fortalecer la negociación colectiva, revertir los estragos causados por las desigualdades a nivel mundial y mucho más. Sin embargo, nada de ello ocurrirá por sí mismo.  Para abrir esas vías es preciso una acción articulada, discutida y comprometida por parte de los gobiernos y de las organizaciones de personas empleadoras y de trabajadores. 

Mediante un diálogo franco, de buena fe y compromisos sinceros, estos actores deben revitalizar el contrato social que asegura a los trabajadores una participación justa en el progreso económico, el respeto de sus derechos y la protección de los riesgos a los que se exponen a cambio de su fundamental contribución a la economía y a la sociedad. 

La actual pandemia nos ha revelado con brutal contundencia el elevado nivel de vulnerabilidad en el cual a quienes, ahora, llamamos trabajadores esenciales desempeñan su fundamental labor, ellos y ellas han sido la columna vertebral que ha sostenido nuestras sociedades en los más álgidos momentos de la actual crisis y les debemos un futuro basado en un nuevo contrato social, uno en el que su heroica labor no sea un sinónimo de jornadas extenuantes, inadecuada remuneración e insuficientes medidas de salud y seguridad.

La OIT propone basar este nuevo contrato en la “Declaración del centenario sobre el futuro del trabajo”- aprobada por representantes de los 187 Estados miembros de la OIT- que sienta las bases para una nueva ruta mundial centrada en las personas que se basa en tres pilares fundamentales:  Aumentar la inversión en capacidades, aumentar la inversión en instituciones de trabajo e invertir más en la generación de trabajos decentes y sostenibles. Además, este documento guía la OIT, que recupera su lugar en la agenda mundial,  resalta la necesidad de construir sociedad ambientalmente sostenible, derribar brechas de género, erradicar el trabajo forzoso e infantil, fortalecer la protección social y trasladar a la formalidad los sectores económicos que hoy permanecen en la informalidad. 

Durante los últimos años México ha puesto en marcha sendas reformas muy en sintonía visión de la OIT para el futuro del trabajo, pero aún queda mucho por construir. 

Hace 101 años México fue una fuente de inspiración para los principios fundamentales de la OIT y con ello una inspiración para el mundo entero, hoy, atrevámonos a ser ambiciosos y aspiremos a proyectar nuevamente a este país como un referente global de trabajo decente y en consecuencia, de justicia social.

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Contacto:

Pedro Américo Furtado de Oliveira, Director de la Oficina de País de la OIT para México y Cuba

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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