- Asegurar y aplicar políticas que tengan la inteligencia y brinden protección contra amenazas globales de forma proactiva para que los riesgos no se conviertan en catástrofe.
- Brindar la flexibilidad para que los usuarios accedan a la información desde cualquier lugar y en cualquier momento; extendiendo reglas, prácticas y políticas de la empresa a dondequiera que vaya el usuario.
- Habilitar la elección de aplicaciones públicas (Dropbox, Evernote, Teamviewer, etc.) para lograr mejoras en la productividad sin afectar la seguridad de la organización.
- La entrega segura de una aplicación puede entra en conflicto con la experiencia del usuario. Es necesario que se acelere el desempeño de la red, para tener una experiencia satisfactoria.
- Supervisar las operaciones de seguridad de forma que se complete el ciclo de retroalimentación mediante la integración de un análisis retrospectivo que garantice la resolución de problemas y vulnerabilidades.
Hay que dejar las puertas abiertas
¿Cómo usar las herramientas y potencialidades de internet de manera segura, sin que las medidas de seguridad obstruyan la libertad de creación?
Por Humberto Bortoni, Blue Coat
Desde que tengo memoria, en el mundo se vive con miedo. Vivimos en busca de protección, de barreras entre el posible peligro y aquellos o aquello que amamos. Crecí en una casa con tres cerraduras en la puerta principal, una de las cuales necesitaba seis vueltas de llave para abrir, ventanas con barrotes y las puertas que daban tanto al patio de servicio como al jardín trasero estaban religiosamente cerradas. Eso sin contar la luz del estacionamiento que se encendía automáticamente cuando algo se movía y las alarmas de los coches.
Vivir así, si bien resultaba seguro, no es práctico. Llegar a la casa daba flojera de sólo pensar en las operaciones necesarias para abrir la puerta, las ventanas cumplían a medias su función de dar continuidad al espacio, para salir al jardín había que buscar las llaves, y ni por error pensábamos en la idea de dejar las puertas abiertas por si algún familiar o amigo nos visitaba. La casa siempre fue un lugar aislado de la calle, protegido de todo lo que estaba afuera, malo o bueno.
Durante mi adolescencia, internet entró en auge y, por un tiempo (poco), pareció el sitio ideal para olvidar ese miedo. Se antojaba como un espacio abierto donde uno podía hacer y deshacer sin peligro. Conforme han pasado los años, esta sensación se ha diluido a la par que las amenazas han evolucionando en algo que cada vez resulta más difícil de detectar y aumentando.
Tan sólo el año pasado, los ataques de software malicioso (malware) incrementaron en un 240%. Hemos pasado de una época en la que se pensaba poco en la seguridad de la web, a una en la que no se sabía como protegernos y que representó pérdidas a nivel mundial por 6,884 mil millones de dólares, a otra en la que la respuesta pareció –igual que en las casas‑ encontrarse en cerrar puertas y poner barrotes en las ventanas. Una época de seguridad obstructiva, donde el aprovechamiento de la tecnología se vio bloqueado como consecuencia del aumento de las violaciones a la seguridad, una época donde la barrera del miedo se levanta y lo detiene todo, incluso las iniciativas que podrían agilizar el negocio y hacerlo más productivo y rentable.
Innovación, libertad y flexibilidad, ajenas a la lógica del miedo, no están peleadas con la rentabilidad, la eficiencia, los ingresos y las ganancias de una organización, tampoco con su protección. Sin embargo, para poder aprovechar el abanico de posibilidades que la tecnología despliega, es necesaria una solución de seguridad que no restrinja al proteger, que empodere. Dicha solución debe cumplir con estas cinco características: