Inglaterra se posicionó en el siglo XIX como el ‘prestamista del mundo’ y otorgó financiamientos a los primeros gobiernos latinoamericanos. México fue uno de ellos. Esta es la historia.   Después de 11 años de lucha armada, el primer reto del México independiente fue levantar su actividad económica devastada por la guerra y obtener recursos para solventar los gastos elementales para la administración pública. Para ello recurrió a contratar deuda con inversionistas extranjeros. Así se conseguían dos objetivos: obtener liquidez para satisfacer las necesidades urgentes del gobierno, y que más naciones reconocieran a México como independiente. Inglaterra fue precisamente de los primeros en reconocer a México como un país soberano y su principal acreedor en aquella época. ¿Cómo consiguió su primer crédito y en qué lo gastó?   Economía paralizada Tras la consumación de la Independencia en 1821, la economía del país se encontraba paralizada y con enormes déficit en sus cuentas. Las actividades productivas estaban paradas y las deudas se estaban acumulando. La guerra “segó todas las fuentes de la riqueza pública y auxilios del erario”, relataba Antonio  de Medina y Miranda, secretario de Hacienda durante el gobierno de Agustín de Iturbide, en sus memorias recogidas por la dependencia en su archivo histórico. La falta de liquidez para solventar los gastos administrativos y militares llevó a Medina y Miranda a ordenar la emisión de papel moneda, pero en vez de solucionar el problema, aumentó la desconfianza de la población y la protesta de las provincias, que desembocaron en la renuncia de Iturbide.   El ‘prestamista’ del mundo Mientras México pasaba sus primeros años como nación independiente con una grave crisis económica y financiera, “el gobierno británico intentaba, de manera no oficial, evaluar la viabilidad de entablar relaciones comerciales con nuestro país como una forma diplomática de preservar y respaldar el reciente triunfo de la Independencia y como un medio indirecto de amenazar a España y extender su hegemonía en las regiones de la ‘América española’, antes de que Estados Unidos lo hiciera”; esto, de acuerdo con el segundo capítulo del libro Breve historia hacendaria de México, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. El historiador y secretario académico de la UNAM en Chicago, Óscar Alatriste Guzmán, señala en el documento “El capitalismo británico en los inicios del México independiente”, que tras derrotar a Napoléon en la batalla de Waterloo en junio de 1815, la hegemonía de Gran Bretaña le permitió posicionarse como el “primer prestamista del mundo”. “Los hombres acaudalados ingleses empezaron a interesarse por primera vez en prestar dinero a gobiernos y comerciantes extranjeros. En el decenio de 1820-1830, hubo una serie de préstamos a los gobiernos restaurados y a los latinoamericanos, así como inversiones en acciones de compañías mineras”, dice el documento, citado con autorización del autor.   ¿Cómo se contrató el primer crédito? Óscar Alatriste relata que los primeros créditos empezaron a gestarse desde junio de 1822, cuando los legisladores mexicanos autorizaron al gobierno buscar un empréstito en el extranjero.  Después de la caída de Iturbide y algunas negociaciones fallidas, Francisco de Borja Migoni, un comerciante mexicano que residía en Londres y que fungía como representante del gobierno, firmó un contrato con la firma B.A. Goldschmidt el 7 de febrero de 1824 por un crédito de 5.6 millones de pesos de aquella época. Pero el crédito conseguido no fue en las mejores condiciones para México, señala Alatriste en el texto.
“Es preciso hacer notar cómo en las transacciones de este préstamo, los mexicanos mostraron una vez más su inexperiencia en asuntos económicos de esta índole, pues a pesar de que nuestra nación iba a recibir 8 millones de pesos, que Migoni había sido autorizado para pedir prestado, la cantidad que México quedó obligado a pagar era mayor que el presupuesto total de 1824, que ascendía a 15 millones de pesos aproximadamente.”
México también negociaba otro préstamo, éste con la firma Barclay, Herring, Richardson y Company por un monto cercano a 8 millones de pesos. Por ambos préstamos el país tuvo que dejar en garantía casi todos sus ingresos por aduanas marítimas.   ¿En qué se gastó el dinero? De acuerdo con la investigación de Alatriste Guzmán, del total del préstamo de Goldschmidt, casi 50% fue usado para gastos de administración y pago de sueldos, 17% para la compra de tabaco y 7.5% en compra de equipo naval y militar. Del crédito de Barclay, 55% se usó para gastos de administración gubernamental y 21% para compra de buques y municiones. “Para 1825, ya como presidente el general Guadalupe Victoria, los recursos económicos obtenidos mediante préstamos extranjeros se destinaron a vestir y aumentar el Ejército y la Marina, socorrer a Nuevo México, California y todas las fronteras, acallar los clamores de los empleados de la República, atrasados en sus sueldos, y a cubrir las atenciones de la administración. Lo anterior es prueba de que los gastos generados por la guerra significaron la única prioridad para la hacienda pública”, se indica en el libro Breve historia hacendaria de México.

 

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