En la actualidad cierta rama de la psiquitría se ha desprendido de anacrónicos prejuicios y ha visto en la psilocibina de los hongos alucinógenos un remedio inigualable contra ciertos tipos de depresión crónica, además de una milenaria ruta de autoconocimiento y sanación para elevar nuestra calidad de vida. 

Sin lugar a dudas los enteógenos (neologismo propuesto en 1979, derivado del griego éntheos, “[que tiene un] dios adentro”)  formaron parte fundamental de la cognición y toma de conciencia del ser humano y la prohibición de estos, una injusticia reciente, que lleva menos de un siglo reglamentada. 

Así fue que los llamados hongos mágicos formaron parte de la idiosincrasia y los rituales de muchas civilizaciones a lo largo y a lo ancho del mundo, por miles de años y ahora, la ciencia del siglo XXI los está redescubriendo y reivindicando como agente terapéutico de primer nivel.

En el primer lustro de la década del 1950 el periodista Gordon Wasson, que se hallaba investigando a los pueblos que comían hongos (micófagos) viaja a Mexico y conoce a María Sabina, famosa curandera que usaba hongos Derrumbe Maestro (Psilocybe Carulescens) como método de cura de diversas dolencias.

Gordon Wasson y su mujer Valentina Pavlovna (Guercken) comieron los hongos de la mano de la curandera penetrando de golpe en las mismísimas entrañas de un viaje psicodelico. Wasson, extasiado y convencido de haber dado con un elemento fantástico, guardó varias muestras de hongos, que más tarde entregaría a Albert Hoffman, que fue el descubridor del LSD y este lograría hacer la versión sintética de la psilocibina.

Los viajes de Wasson y sus comitivas, más la aparición de sendas notas contando sobre los hongos, harían que María Sabina se arrepintiera de darle los hongos “a los hombres blancos occientales”. Si bien la curandera en un principio se vio entusiasmada cuando probó las píldoras psilocibias ofrecidas por Hoffman, ya que dijo que podría utilizar la medicina todo el año y no solo en la época en que los Derrumbe Maestro brotaban naturalmente, más tarde se arrepintió, debido a que su pueblo se llenó de curiosos y aventureros.

Pero si algo debemos agradecer a los Wasson es  haber cruzado datos de estos hongos con otros  campos del conocimiento como la historia, la religión, la lingüística, el arte y la arqueología creando una nueva diciplina: la etnomicología.

EL HOMBRE: “UN MONO DOPADO”

En la década del sesenta la agitación juvenil de la llamada ‘generación de las flores’ puso en vigor un masivo encuentro con sustancias psicodélicas. Fue en esa época, cuando el filosofo y etnobotánico Terence Mckenna se interesó en cuerpo, alma y psique por los hongos psilocibios, consumiéndolos, y estudiándolos concienzudamente elaboró la nada descabellada teoría del ‘mono dopado’.

MacKenna viajó en los sesentas junto a su hermano Denis al amazonas en busca de ayahuasca, pero no la encontró, en su lugar, observó que varias tribus comían hongos que tenían efectos psicodélicos y no dudó en ingerirlos primero y, a la postre investigar todo sobre ellos. 

Según estudios de la neurociencia, nuestro cerebro creció vertiginosamente hasta triplicar su peso en estos tres últimos millones de años, hecho que, evolutivamente hablando, es el avance más complejo que un órgano registró en toda la historia natural y esto fue, según Mackenna, gracias a un catalizador: los hongos alucinógenos.

En su libro ‘El manjar de los dioses’ explica que los primeros homínidos, al abandonar los bosques y aventurarse en las praderas africanas empezaron a comer hongos psilocibios que crecían en la bosta del ganado, lo que explica el culto a las vacas presente en muchas civilizaciones.

Los nativos experimentaron con dosis bajas de hongos lo que les dio agudeza visual y autoconciencia, y con dosis altas alcanzaron sinestesia, alucinaciones, extasis y deseo sexual. Tal vez esos hombres primitivos hayan desarrollado la risa como primer atisbo de lo que después sería el lenguaje, una ventaja muy significativa a la hora de cazar, defenderse y reproducirse, además de sentar las bases de la organización social, sus ritos y celebraciones. 

Así fue como Terence McKenna nos dio una hipótesis más que plausible del semejante salto evolutivo en la raza humana.

ROLAND GRIFFITHS: MACRO Y MICRODÓSIS

“Mucha gente asume que la ciencia y la espiritualidad no se pueden unir, que son como agua y aceite, no deben mezclarse, pero para mi esa no es una verdad  en absoluto, creo que experimentar lo místico es la más hermosa y profunda sensación que podemos tener. Es la fuente misma de nuestras verdades cientificas”, asi abría una de sus conferencias Roland Griffiths, académico en el departamento de psiquiatría y neurociencias en la facultad de medicina John Hopkins University y director del Center for Psychedelic and Conssiusness Resarch del mismo instituto.

Griffiths es un pionero en la experimentación clínica con psilocibina con experiencia en la materia de mas de cincuenta años, y agrega: “Esta demostrado que la psilocibina tomada bajo ciertos criterios puede proporcionar experiencias místicas asociadas con efectos conductuales positivos y duraderos que  tienen implicaciones médicas en la naturaleza de la conciencia de la ética y el altruismo”

Y prosigue: “La investigación con psilocibina estuvo bloqueada durante muchas décadas porque indudablemente presenta riesgos reales, pero, en condiciones apropiadas también resulta en múltiples y duraderos beneficios”.

El doctor Griffiths efectuó sus estudios en condiciones controladas; la ingesta de psilocibina se efectuó en un living, con el paciente tendido, con antifaz y con audífonos que pasaban música relajante y un profesional monitoreando cada detalle. Los resultados fueron realmente alentadores en todo sentido. Se le suministró la sustancia a diferentes tipos de personas en modo doble ciego a saber: en grupos de enfermos de depresión y ansiedad,  fumadores de tabaco crónicos, enfermos de cáncer y meditadores experimentados.

HONGOS ALUCINÓGENOS O PSILOCIBIOS: ¿EL ALIMENTO DE LOS DIOSES CONTRA LA DEPRESIÓN?

En todos los grupos se observó que para los que habían tomado placebo obviamente no se registraron cambios en absoluto, los que habían recibido microdosis tampoco presentaron cambios significativos pero los que recibieron una macrodosis, o dosis heróica, fueron los únicos que tuvieron resultados positivos en todos los grupos de control en un noventa por ciento de los casos.  

En el caso de los fumadores crónicos pudieron abandonar el hábito después de la primera ingesta, en tanto, los enfermos de ansiedad y depresión no mostraron signos de estos desordenes hasta medio año después de la ingesta masiva. En el caso de los enfermos de cáncer pudieron disminuir el miedo y la ansiedad ante la muerte de forma significativa. El grupo de los meditadores tomó la ingesta psilocibia como un complemento de su práctica, o algo así como un atajo rápido para llegar al centro mismo de su conciencia intensificando ampliamente su propia experiencia meditativa.

Todos los participantes del experimento que ingirieron una buena dósis de psilocibina lo describieron como una de las experiencias más significativas en su vida, similar en importancia a un casamiento  o el nacimiento de un hijo.

El científico concluye: “La toma de psilocibina bajo estas condiciones resulta en una experiencia mística que afecta positivamente y a largo plazo produciendo cambios en el humor, la actitud y el  comportamiento. Por todo esto albergamos grandes esperanzas de que esta terapia se pueda aplicar en todo el mundo en poco tiempo”.

VIAJE EN HONGOS: REVELACIONES

Según estudios recientes, la psilocibina es, junto con el THC del cannabis y la DMT (popularmente conocida como la molécula de Dios) las únicas sustancias capaces de impulsar la “neurogénesis” que es la capacidad de regenerar neuronas y reconectar su sinapsis. 

Es que estos singulares hongos encierran algo de conocimiento pragmático y milenario. Se los puede encontrar prácticamente en todas partes del mundo conteniendo diferentes cargas de psilocibina y psilocina. De los ya nombrados Derrumbe Maestro mexicanos (Psilocybes Carulescens) una variedad extremadamente potente, a los Cogumelos brasileños (Stropharia Cubensis) con un subidon alegre y luminoso o las llamadas Piedras filosofales griegas (Psilocybes Tempranensis) propicios para la introspección y el exámen de conciencia.

Pero la que está considerada la variedad más potente son los hongos psilocibes hawaianos (Hawaian Copelandia) que dan un colocón intenso, revelador, enérgico y con mucha velocidad. El viaje de hongos en cualquiera de sus variedades, no es algo para tomar a la ligera y debe concretarse en un ambiente natural, controlado y muy distendido.

La escritora de ciencia ficción y periodista estadounidense Catherine Maclean, presente como participante y ayudante en experimentos con psilocibina, describe el experimento de este modo:  “Ingiriendo una dosis masiva de hongos, los individuos ven disolverse los límites de si mismos y de otros eliminando las restricciones de tiempo y espacio junto a un sentimiento profundo e innegable de experimentar una auténtica conexión con el todo, una cálida sensación de sentirse en casa y absolutamente en paz consigo mismo. Al descenso de la experiencia y cuando el resplandor se calma y los efectos desaparecen, todos los participantes de la experiencia vuelven a ser los mismos. Las personas que experimentan con este tipo de psicodélicos reportan ser más felices experimentando momentos de admiración e inspiración como volviendo a la experiencia juvenil que nos hace ver todo con los ojos de un niño. El amor flota alrededor, respirando a través de todo y presentando un potencial curativo increíble”.

CONSIDERACIONES BAJO EL SOMBRERO

Los indígenas de la mesoamérica utilizaron el hongo psilocibio nombrándolo el teonanacatl (carne de los dioses), que unido al humo del tabaco y a la ingesta del chocolatl (de la voz náhuatl xocoatl: agua ácida o amarga; de xococ (cosa agria) y atl (agua)), en sus ceremonias durante miles de años, y empleando dósis heróicas de aquellos hongos, ellos nunca hablaron de microdosis. 

No obstante, no es aconsejable suplantar un ritual milenario por una costumbre diaria medicamentosa. La psilocibina da exceletes resultados, pero como ya lo hemos dicho, debe darse en un ambiente controlado, cómodo y con profesionales idóneos que guíen la sesión.

A pesar de que en la actualidad, en redes sociales, se ofrecen tratamientos con hongos psilocibios en microdosis, pretender brindar una acción diluida y cotidiana puede tener sus riesgos y no siempre ser una experiencia reveladora, ya que existen posibilidades de trastocarse en un mal viaje si se presenta algún imponderable, y no sentirse bien por no estar en un ámbito controlado. Por lo tanto, no es aconsejable suplantar un ritual milenario por una costumbre diaria medicamentosa.

Este maravilloso hongo es una auténtica esperanza para hacer la vida del ser humano un constante e interminable decubrimento que desemboca en una placentera sanación de plenitud.

Con información de: El manjar de los dioses de Terence McKenna; Katherine Maclean: psilocibina y asombroRoland Griffiths: La ciencia de la pibocilina y su uso para aliviar el sufrimientoEl Confidencial; Weed magazineGordon Wasson, el poder de los hongos y Terapia psicodélica: hongos alucinógenos contra la depresión 

(*) El autor, Jorge ‘Orge’ Asprea es argentino, periodista, estudioso y gran conocedor del cannabis, como de plantas sagradas, psicoactivas y demás. Trabajó en la Asociación Madrileña de estudios del Cannabis; en el Marihuana and Hemp Museum de Amsterdam; fue redactor y consejero cannábico de la revista THC por 11 años. Colaboró con Energy Control (Europa) y con ARDA (Asociacion de Reducción de Daños de Argentina). Fue colaborador de los diarios argentinos Clarin y Pagina 12, y de la organización de la Million Marihuana March de Buenos Aires.

Contacto: [email protected]

Nota de la redacción: No es intención del redactor ni de esta publicación incitar al uso de sustancias prohibidas.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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