Por Dan Alexander Recién salido de gira por Tailandia, Laos y China, el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross Jr., levantó el teléfono un domingo por la tarde, en octubre, para hablar de algo profundamente personal: cuánto dinero tiene. Un año antes, Forbes había listado su patrimonio neto en 2,900 millones de dólares (mdd) en “The Forbes 400”, un número que Ross afirmó que era demasiado bajo, asegurando que estaba más cerca de los 3,700 millones. Ahora, tras examinar las declaraciones financieras que presentó después de su nominación al gabinete del presidente Donald Trump, el cual mostraba que tenía menos de 700 mdd en activos, Forbes tenía la intención de eliminarlo por completo. Ross protestó, mencionando los fideicomisos familiares que, dijo, no está obligado a divulgar en documentos federales. “Aparentemente, no están contando ésos, que son más de 2,000 mdd”, dijo. Cuando se le pidió documentación, el hombre de 79 años se negó, citando “cuestiones de privacidad”. Cuando le dijeron que Forbes planeaba eliminarlo de la lista por primera vez en 13 años, respondió: “Mientras expliquen que la razón es que los activos fueron trasladados a un fideicomiso, estoy de acuerdo con eso”. ¿Y cuándo hizo la transferencia que le permitió no revelar más de 2,000 mdd? “Entre las elecciones y la nominación”. Entonces comenzó el misterio de los 2,000 mdd perdidos de Wilbur Ross. Y, después de un mes de excavar, Forbes confía en que ha encontrado la respuesta: ese dinero nunca existió. Parece claro que Ross nos mintió, lo último en una aparente secuencia de mentiras, exageraciones, omisiones, invenciones y fanfarronadas que han estado ocurriendo con Forbes desde 2004. Además de alimentar su ego, las maquinaciones de Ross ayudaron a reforzar su posición de una manera que se tradujo en oportunidades comerciales. Y, de acuerdo con nuestras entrevistas con 10 ex empleados de la firma de capital privado de Ross, WL Ross & Co., quienes confirmaron partes de la misma historia, su inclinación por el engaño se extendió a colegas e inversionistas, lo que resultó en millones de dólares en multas, decenas de millones reembolsados a patrocinadores y numerosos pleitos. Además, según seis senadores de Estados Unidos, Ross no mencionó inicialmente las 19 demandas, al responder el cuestionario durante su proceso de confirmación. Semanas antes de la publicación de este artículo, Ross y su equipo del Departamento de Comercio recibieron una lista detallada de preguntas. “El secretario Ross ha presentado todos los acuerdos de divulgación requeridos conforme a la ley y en consulta con el abogado y los funcionarios de ética del Departamento de Comercio y la Oficina de Ética Gubernamental. Como hemos dicho antes, cualquier malentendido de su conversación anterior con el secretario Ross es desafortunado”. Se negaron a proporcionar más respuestas de forma extraoficial. Pero las afirmaciones cuestionables de Ross a Forbes, combinadas con una reciente controversia sobre una participación multimillonaria en una compañía naviera que hace grandes negocios con socios cercanos a Vladimir Putin, dan una idea más clara de las tácticas del secretario de Comercio. Sus declaraciones durante sus audiencias de confirmación (“Tengo la intención de ser bastante escrupuloso sobre la recusación y sobre cualquier tema donde quede la más mínima duda”) no fueron una sorpresa para quienes conocen a Ross desde hace décadas. “Wilbur no tiene ningún problema con manipular la verdad”, dice David Wax, quien trabajó junto a Ross durante 25 años y se desempeñó como la tercera persona en su empresa. Otro ex colega, que pidió el anonimato, dijo: “Le ha mentido a mucha gente”. Veintiséis años antes de que Donald Trump fuera elegido presidente de Estados Unidos, Wilbur Ross desapareció. Era 1990, el sector corporativo estaba enfermo de bonos basura y Ross era un negociador de bancarrota con talento. Un día de noviembre, no se presentó a una reunión importante para informar a los tenedores de bonos sobre la bancarrota de una empresa de muebles. No sabían adónde había ido. Lo descubrieron cuando fueron a casa y encendieron la televisión. Estaba Ross, con Donald Trump, anunciando un acuerdo para recapitalizar el casino Taj Mahal de Trump, que, en ese entonces, estaba yéndose a la bancarrota. Eran técnicamente adversarios, y Ross representaba a un grupo de tenedores de bonos: en un momento dado, Trump les pidió que despidieran a Ross, después de rechazar una propuesta de Trump para mantener el 100% de su capital, diciendo: “Es demasiado pronto para Navidad”. Pero Ross, eventualmente, negoció un trato entre Trump, el titular de la deuda, Carl Icahn, y los propios clientes de Ross, lo que permitió a Trump mantener una participación del 50%. “Creo que [Ross] tiene mucho talento; es un negociador fantástico”, dijo Trump en ese momento. Te puede interesar: La fortuna combinada del gabinete de Trump es de 4,300 mdd

El casino Taj Mahal de Trump. Foto: Jrballe/WikiCommons.

Ross, hijo de un juez, siempre ha sido negociador. Creció en Nueva Jersey, asistió a Yale y luego a la Escuela de Negocios de Harvard y, finalmente, terminó como el especialista en quiebras en el banco de inversión Rothschild, donde era conocido por su habilidad para resolver rápidamente situaciones complejas. “Era muy, muy intenso”, dice alguien que trabajó con él en ese entonces. “Muy rudo”. A principios de la década de 1990, su unidad traía alrededor de 18 mdd al año, y Ross personalmente se embolsó más de un tercio de eso. Ross era un profesional extremadamente bien pagado, pero anhelaba ganar más, y el gran foco de atención que significaba tener su propio negocio. “La gente sabía de él”, dice otro ex colega, “pero no por su cuenta”. Al principio, trabajó dentro de Rothschild, recaudando 200 mdd para un fondo de capital privado interno que aprovecharía su experiencia en bancarrota para comprar compañías a bajo precio. Tres años más tarde, en 2000, compró el fondo y colocó finalmente su nombre en la puerta. A los 62 años, cuando la mayoría de los banqueros de inversión comienzan a incursionar en los campos de golf y los viñedos, Ross estaba listo para reclamar algo de gloria para sí mismo. Dice Wax: “Lo veía como una oportunidad para tener un púlpito, para ponerle su nombre a algo y para ganar mucho dinero”. Ross logró rápidamente las tres cosas. En 2002, su empresa invirtió en la siderúrgica en quiebra LTV. Según un caso de estudio de la Harvard Business School, LTV había invertido 1,200 mdd en nuevas fábricas y equipos, pero había despedido a 7,500 empleados del sindicato y se enfrentaba a una carga de pensiones de 3,400 mdd. Como amo de las renegociaciones, Ross sabía que podía conseguir que el gobierno federal se hiciera cargo de las pensiones. De acuerdo con las personas que trabajaban en la empresa, Ross dijo a los sindicatos que compraría el negocio si le permitían contratar de nuevo a sólo 3,500 trabajadores. Pensando que 3,500 empleos eran mejores que ninguno, el sindicato estuvo de acuerdo y WL Ross retiró la mayoría de los activos de LTV, sin los dolores de cabeza de las pensiones, por 135 mdd y cerca de 165 mdd en pasivos ambientales anuales. La sincronización de Ross fue impecable. Una semana más tarde, el presidente George W. Bush emitió un rígido arancel sobre las importaciones de acero, lo que hizo subir los precios estadounidenses y que Ross pareciera un genio. Él fusionó más compañías siderúrgicas, incluida Bethlehem Steel, con International Steel Group, que salió a bolsa en 2003. Ross era técnicamente el beneficiario de casi 1,000 mdd en acciones, pero la mayor parte de eso pertenecía a sus inversionistas, no a Ross personalmente. En 2005, el multimillonario indio Lakshmi Mittal compró el negocio por alrededor de 4,500 mdd en efectivo y acciones. Ross personalmente invirtió sólo 3 mdd en los primeros dos fondos de su empresa, según ex empleados. Impulsado por el International Steel Group, casi triplicó ese dinero, pero el mayor pago provino del interés acumulado: el recorte de las ganancias totales del gerente, típicamente del 20%. En total, Ross hizo un estimado de 260 mdd. Una gran ganancia, sí, aunque no lo suficiente como para ser una de las 400 personas más ricas de Estados Unidos. Pero cuando un periodista de Forbes contactó a Ross, aparentemente dándole crédito por el dinero de sus inversionistas, el futuro secretario de Comercio no hizo nada por aclarar la situación, según las notas de la época. “Acabo de hablar con Ross”, escribió el periodista. “Es una de las nuevas personas que he enlistado más fácilmente [para ‘The Forbes 400’] en mucho tiempo. Muy discreto, dijo que realmente no quería ser considerado, pero que, al mismo tiempo, no iba a luchar contra el éxito. Dijo que no quiere inflar sus números”. Te puede interesar: La adulación a Trump reina en la reunión con su gabinete

las maquinaciones de Ross ayudaron a reforzar su posición de una manera que se tradujo en oportunidades comerciales. Foto: @SecretaryRoss/Twitter.

“Le dije que íbamos a comenzar con 1,000 mdd”, agregó el periodista, que ya no trabaja en Forbes. “Y él dijo ‘Sí, bien; gracias’”. Ross apareció en nuestra lista “Forbes 400” por primera vez en el año 2004, con un patrimonio neto de 1,000 mdd. Esa cifra era casi cuatro veces más de la real. “Todos los que conocía que trabajaban con Wilbur sabían que no era cierto”, comenta un antiguo colega de Wilbur Ross. Nació una leyenda y, como la mayoría de las leyendas, ésta tenía sus raíces en un mito. Días después de ese número de Forbes, Ross se casó por tercera vez, en una iglesia junto a la playa, en Southampton, Nueva York. Su novia, Hilary, 12 años menor, había pasado gran parte de su vida en los Hamptons y en Palm Beach, dos de los patios de recreo de los multimillonarios más famosos de la Costa Este. “Ella le dio un cierto tipo de prominencia, socialmente hablando”, dice David Patrick Columbia, quien publica las reflexiones sobre Hilary en su sitio web, New York Social Diary. “Fue una fusión perfecta”. Agrega otro contemporáneo: “Ella quería que su marido estuviera en la lista ‘Forbes 400’”. La vida comenzó a cambiar para Ross. Alguna vez conocido por sus tirantes extravagantes, ahora vestía trajes impecables. Un adicto al trabajo durante la mayor parte de su carrera comenzó a pasar gran parte del año fuera de Nueva York. Comenzó a volar en aviones privados, construyó una colección de pinturas del artista belga René Magritte y compró una propiedad de Palm Beach por 13 mdd. Su recaudación de fondos se mantuvo al ritmo de sus gastos. En 2005, recaudó un fondo insignia de 1,000 mdd, el más grande hasta el momento. El año siguiente, vendió WL Ross & Co. a Invesco, empresa de gestión de inversiones que cotiza en bolsa, por 100 mdd por adelantado y la posibilidad de ganar 275 mdd adicionales, dependiendo de cuánto dinero pudo haber recaudado en fondos posteriores. Con Invesco y un gran incentivo de respaldo, Ross recaudó un fondo masivo de 4,100 mdd en 2007, poniendo aproximadamente 70 mdd de su propio dinero en ése y en el predecesor de 2005, según tres ex empleados. Su patrimonio neto en este momento era, probablemente, de alrededor de 400 mdd, gracias a la venta de WL Ross & Co. Pero cuando Forbes lo contactó ese año, dio valuaciones de las inversiones de su empresa como si el dinero le perteneciera. El mito, con Forbes complicándolo, considerando nuestro error original y las afirmaciones de Ross, se hizo más grande. Entonces Forbes enlistó a Ross con una fortuna de 1,700 mdd. Eso no fue suficiente. “Yo diría que ahora el total es un poco más de 2,000 mdd”, escribió Ross en un correo electrónico de 2011, según las notas tomadas en ese momento. En 2013, otro periodista de Forbes se dio cuenta de que las estimaciones anteriores parecían incluir no sólo el dinero de Ross, sino el de los inversionistas de sus fondos. Ross nos siguió engañando, lo que nos llevó a creer que proporcionaría pruebas de sus bienes, pero nunca lo hizo. Pocos meses después, insistía en que era aún más rico, y Forbes continuó cayendo en la trampa. “2,750 mdd es un poco bajo, pero probablemente lo suficientemente cerca”, escribió en un correo electrónico a principios de 2014. En septiembre, argumentó a favor de una valuación de 3,450 mdd, pero a regañadientes aceptó una cifra menor: “3,100 millones es bajo, pero entiendo por qué quieres ser conservador”. Te puede interesar: México y Canadá sufrirían mucho más que EU sin el TLC, advierte Ross

El nombramiento de Ross como secretario de Comercio llegó con un sólo inconveniente: tuvo que revelar sus activos, dando pruebas de que no era tan rico como había dicho durante mucho tiempo. Foto: Jabin Botsford/The Washington Post via Getty Images

¿Por qué Ross no estaría satisfecho con 400 millones? “Estás hablando de alguien tan egoísta como él mismo”, dice Wax. Otros cinco ex empleados añaden una razón más tangible: cuanto más dinero parecía tener Ross, más dinero parecían estar dispuestos a darle los inversionistas. “Realmente, para nosotros, fue una apuesta por él”, dice Sam Green, quien ayudó a poner 300 mdd en los fondos de Ross a nombre del fondo de retiro Oregon Public Employees, apelando a su riqueza personal como un factor. “No conozco ningún mejor indicador de éxito a futuro que haber tenido éxito en el pasado”. Ross parecía haber descubierto cómo hacer que los números falsos generaran activos reales. En 2010, Ross se propuso recaudar un nuevo fondo de capital privado, con la esperanza de obtener otros 4,000 mdd. Fue un objetivo audaz a raíz de la crisis financiera, mucho más de lo que muchos de sus socios pensaron que era posible. Después de dos años de recaudación de fondos, Ross lo cerró con sólo 640 mdd en inversión. Aun así, dijo a los medios que había recaudado 2,200 millones. Técnicamente cierto, pero también engañoso. La mayoría de los otros 1,600 millones más o menos provenían de otros fondos o cuentas que pagaban poco o ningún costo a Invesco. Dado que los accionistas podrían suponer que la empresa tenía 2,200 millones adicionales de activos generando tarifas para su brazo de capital privado, lo cual no era cierto, Invesco luego aclaró el asunto en una llamada con inversionistas. También hubo cargos relacionados con la transparencia dentro de los fondos. En agosto de 2016, la SEC anunció un acuerdo con WL Ross, propiedad de Invesco, luego de investigar si la empresa había cobrado honorarios indebidos a sus inversionistas entre 2001 y 2011. WL Ross acordó pagar una multa de 2.3 mdd, sin admitir ni negar los hallazgos de la investigación. También acordó reembolsar 11.8 mdd a los inversionistas. Y eso fue cosa de nada: enterrado en su informe anual de 2015, Invesco reveló que había pagado 43 millones adicionales en reembolsos y gastos regulatorios asociados con su negocio de capital privado en los dos años anteriores. Las presentaciones no vinculan explícitamente ese dinero con WL Ross, y estos pagos nunca se habían reportado antes, pero cuatro ex empleados dijeron que todos estaban vinculados a la firma de Wilbur Ross. Invesco se negó a comentar esta historia. En 2012, el veterano número dos de Ross, David Storper, abandonó la empresa, pero dijo que conservaba muchos intereses de los fondos. Tres años más tarde, Storper alegó, en una demanda, que la empresa le envió información financiera inexacta después de su partida y que Wilbur Ross robó todos sus intereses. Ross negó las acusaciones y la demanda sigue en curso. Unos años antes, un vicepresidente de WL Ross demandó a Wilbur Ross por más de 20 mdd, alegando que Ross trató de eliminarlo por intereses y comisiones que le había prometido. Las partes llegaron a un acuerdo antes de 2007, que, según los exempleados, costó alrededor de 10 millones. El caso de Storper tiene a otros ex empleados recapitulando para asegurarse de que la información que se les envió es correcta. Joseph Mullin, un ex miembro del equipo de inversión de 15 personas de WL Ross, presentó su propia demanda contra WL Ross & Co., alegando también que Ross robó sus intereses luego de su partida. La firma presentó una moción para retirar los cargos en febrero, pero el caso permanece activo. Un tercer ex colega, que no está en litigio, argumenta que las tácticas de Ross fueron más allá de una dura negociación: “Todo el mundo hace algo de trampa, todo el mundo miente. No todos roban a sus empleados”. El 8 de noviembre de 2016, la noche que puso de cabeza a la política estadounidense, Wilbur Ross estuvo con Donald Trump, su familia y los principales patrocinadores de la ciudad de Nueva York. Las relaciones dentro de este santuario interno eran profundas. El multimillonario Phillip Ruffin, socio del presidente en Las Vegas, quien hizo a Trump el padrino de su boda, estuvo allí. También estaban Icahn y aparentemente Richard LeFrak, el magnate inmobiliario que formaba parte del círculo de Palm Beach, que incluía a Trump y Ross. Pero Ross fue el único que dejó su trabajo diario para unirse a Trump en el gobierno. “Preferiría ahorcarme”, dijo Ruffin a Forbes a principios de este año. “No sé por qué lo tomó Wilbur”. Pero, visto en el contexto la trayectoria de Ross, tiene mucho sentido. El acuerdo de acero lo hizo rico, pero sus rendimientos han sido mediocres desde entonces; tanto, que WL Ross archivó documentos para recaudar un sexto fondo insignia el año pasado, pero nada parecía salir de eso. Trump, el tipo al que mantuvo a flote 26 años antes, le ofreció a su compañero negociador, necesitado de atención, un salvavidas para ser relevante.

Ross, hijo de un juez, siempre ha sido negociador. Creció en Nueva Jersey, asistió a Yale y luego a la Escuela de Negocios de Harvard y, finalmente, terminó como el especialista en quiebras en el banco de inversión Rothschild. Foto: @SecretaryRoss/Twitter.

El nombramiento de Ross como secretario de Comercio llegó con un sólo inconveniente: tuvo que revelar sus activos, dando pruebas de que no era tan rico como había dicho durante mucho tiempo. En 2015, envió a Forbes un desglose detallado de sus supuestos valores en cartera, listando 1,250 mdd en intereses de sociedad, 1,100 millones en bonos municipales, 500 millones en acciones, 200 millones en arte, 110 millones en bienes raíces y 200 millones en efectivo, por un extraordinario total de 3,400 millones, según notas tomadas en ese momento. Finalmente lo registramos en 2,900 millones. El año pasado, el asistente de Ross declaró 3,700 millones; nos quedamos con 2,900 millones. Sus antiguos colegas vieron llegar el momento del ajuste de cuentas tan pronto como aceptó un lugar en el gabinete. “Fue sorprendente porque tendría que revelarle al mundo que no era multimillonario”, dijo un ex empleado. “Me sorprendió que corriera ese riesgo”. Pero Ross estaba listo para subir su apuesta, incluso siendo miembro del gabinete, y le dijo a Forbes sobre la supuesta transferencia de activos de 2,000 mdd a los miembros de su familia después de las elecciones. Eso abrió una tormenta de preguntas de expertos en ética e impuestos. Si Ross hubiera tenido 2,000 mdd en activos adicionales antes de la elección, ¿no habrían producido ingresos que debía declarar, incluso si ya no era dueño de los activos? ¿Y por qué alguien aparentemente transferiría 2,000 mdd a su familia, desencadenando así más de 800 millones en impuestos de regalo, especialmente con un presidente en la Casa Blanca que estaba dispuesto a eliminar el impuesto al patrimonio y, por lo tanto, gran parte del costo de transferir fortunas a generaciones posteriores? “Estoy al tanto de las reglas de ética e impuestos y las he cumplido”, escribió Ross en un correo electrónico de octubre a Forbes. “¿No están siendo extremistas al respecto? Les he explicado mi situación y estoy sorprendido y decepcionado por el tono aparentemente acusador de su correo electrónico. Durante más de 50 años he tenido una buena relación con su publicación y con la familia Forbes. Nunca he tenido una mala experiencia con ninguno de los dos. De hecho, acabo de ser el orador principal en la conferencia de los CEO del centésimo aniversario en Hong Kong. Después de que Forbes publicara una historia en su sitio, el 16 de octubre, planteando esas preguntas, seis demócratas del senado escribieron una carta al máximo funcionario de ética del gobierno federal, pidiéndole que descubriera qué estaba pasando con las finanzas de Ross. “Es imperativo que el Congreso y la Oficina de Ética Gubernamental conozcan en toda su extensión los valores en cartera del señor Ross para asegurarse de que no está poniendo su ganancia personal por delante de los intereses del pueblo estadounidense”. El Departamento de Comercio emitió un comunicado diciendo que el regalo de 2,000 mdd nunca sucedió. “Contrario al informe de Forbes, no hubo una transferencia importante de activos a un fideicomiso en el periodo entre la elección y la confirmación del secretario Ross”. El único problema con esa afirmación: la persona que le dijo a Forbes que la transferencia había sucedido, que había sido después de las elecciones y que esto explicaba que más de 2,000 millones en activos familiares no estuvieran en su declaración, fue nada menos que el secretario de Comercio, Wilbur Ross.

 

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