Por Gerardo Herrera Villanueva* Casi siempre que se habla de igualdad de género, la conversación se ubica en coordenadas de índole estrictamente ético. Es un error. El tema no es sólo un imperativo social y moral, como nos lo han recordado las recientes manifestaciones a favor de los derechos de las mujeres acontecidas en días recientes en la Ciudad de México, sino que también es una necesidad económica. La igualdad de género es un buen negocio. El argumento es contundente: la búsqueda de equidad promueve el talento, fortalece el desarrollo del mercado y construye un clima propicio para la inversión. Las empresas cada vez son más conscientes de que pueden detonar una mayor ventaja competitiva -y obtener más ganancias- si conciben a las mujeres como agentes de cambio y líderes empresariales. Cerrar las brechas entre la participación de mujeres y hombres impulsa la evolución de las organizaciones y las economías, a la vez que mejora la vida de las familias y las comunidades. El Fondo Monetario Internacional (FMI) sostiene que un avance en la equidad implica la generación de diversos impactos macroeconómicos positivos, incluidos un mayor Producto Interno Bruto (PIB) y la consolidación de un sector privado más productivo y eficiente. De acuerdo con un estudio del Grupo Banco Mundial, el mundo pierde más de 160 billones de dólares en generación de riqueza debido a las diferencias de ingresos entre mujeres y hombres. Ante esto, los directivos de las empresas ya no tratan a las cuestiones de género como un tema aislado de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), sino como un factor integral que impulsa los resultados de sus negocios. Cuando la cuestión es atraer y retener a las personas más talentosas, las empresas no pueden permitirse desperdiciar las habilidades y el potencial laboral de la mitad de la población representada por las mujeres. Falta mucho por camino por recorrer en todo el planeta; la situación, sin embargo, es más precaria en los mercados emergentes, donde las empresas a menudo carecen de conocimientos sobre los beneficios monetarios y no entienden las oportunidades de la igualdad entre ambos sexos. Al igual que otros países de Latinoamérica, en México los motivos esgrimidos por muchas organizaciones para justificar el bajo número de empleadas son las normas culturales y las preferencias de las mujeres para trabajar en determinados sectores y ciertas ramas laborales. Un factor que retrasa el avance hacia una mayor inclusión es que las compañías se comparan con el promedio de su sector, y no con las organizaciones líderes en el empleo de mujeres. La evaluación comparativa con las compañías líderes en la materia puede ser una revelación sobre cómo hacer negocios de manera diferente. De acuerdo con la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), miembro del Grupo Banco Mundial y principal institución internacional de desarrollo orientada al sector privado, las empresas deben asumir la responsabilidad decisiva que tienen en la creación de nuevas oportunidades laborales para las mujeres. El sector privado genera 9 de cada 10 puestos de trabajo en los países en desarrollo. Sin el apoyo abierto y decidido de la empresa privada no hay inclusividad posible. En los reportes Investing in Women: New Evidence for the Business Case y Moving Towards Gender Balance in Private Equity and Venture Capital, IFC identifica a la lucha por la igualdad de género como un eje fundamental de su desempeño. El enfoque consiste en poner en marcha un plan de trabajo en las empresas, así como en ayudar a sus clientes a comunicar con eficacia los logros y los objetivos tanto al interior como al exterior de la organización. Esto no sólo permite que las empresas consoliden su fuerza laboral futura, sino que también construyan una relación sólida con los consumidores (las mujeres, finalmente, constituyen el 80% de las decisiones de compra). El apoyo empresarial a la causa femenina debe desplegarse de forma integral: el sector privado debe promover asociaciones para alentar la contratación de mujeres y mejorar sus condiciones de trabajo, ayudar a ampliar el acceso a servicios financieros, invertir en tecnologías innovadoras que amplíen las opciones de las consumidoras, y trabajar en programas de educación que proporcionen habilidades comerciales y capacitación en liderazgo a mujeres emprendedoras. México atraviesa por una coyuntura crítica en materia de igualdad de género. Es hora de que el sector privado asuma su responsabilidad y manifieste de manera decidida su apoyo a la mujer mexicana. No sólo es lo correcto en términos éticos, sino que también es una decisión crucial de negocio: el futuro es de las mujeres, y las empresas que sean incapaces de entenderlo, qué duda cabe, están destinadas a desaparecer. El tiempo apremia. *Director de comunicación de RiskMathics   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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