Los candidatos presidenciales llegaron a un debate con un formato inédito. Por primera vez, las inquietudes de ciudadanas y ciudadanos serían el eje central de los planteamientos, propuestas, respuestas, alocuciones y el contraste de ideas. En este tipo de debates, cinco factores de forma son fundamentales:
  • La capacidad para conectarse a través del público presente con las audiencias televisivas.
  • El manejo de ángulos y distancias.
  • La interacción con los moderadores.
  • La vestimenta y los accesorios.
  • El rendimiento de la voz y las posturas.
Al mismo tiempo, existen cinco factores de fondo que marcan la diferencia:
  • Conectar las respuestas con las propuestas de cada candidato.
  • Impactar a los segmentos objetivos.
  • Mostrar manejo de información y datos de forma contundente.
  • Impacto, claridad y simplificación de las propuestas.
  • Acotar a los adversarios.
Para cada uno, los retos eran diferentes, considerando su posición en las encuestas, el perfil y la estrategia de campaña que han venido manejando. La expectativa de la presencia ciudadana era muy favorable y contribuyo a tener una discusión más interactiva. Jaime Rodríguez volvió a mantenerse en una zona muy cercana a la improvisación; en términos muy coloquiales, enmarcado en su auto-concepto de lo popular y ya como el único “independiente”; se enfocó en caracterizar a sus oponentes como los representantes de los partidos políticos culpables de todo, hundidos en la corrupción, usurpadores de recursos, que no saben trabajar ni pueden ponerse de acuerdo. El otro eje de su estrategia se enfocó en presentar al asistencialismo, como un obstáculo permanente para el desarrollo. La reiteración de “mochar manos” a los corruptos y presentar a su progenitora la motivadora de sus aspiraciones presidenciales impulsaron en las redes sociales una oleada de memes mucho mayor que la obtenida en el primer debate. En el caso de Ricardo Anaya, con un buen manejo de escenario, el enfoque era ir contra López Obrador, aunque por momentos se enfrasco con Meade, perdiendo contundencia. Su margen de maniobra fue ofrecer propuestas concisas sobre temas en los que la moderación, la estabilidad y la paz son los principales contenidos. Apegado a presentarse fresco y moderno, habló de temas muy orientados a los electores jóvenes y de mediana edad, tecnología, policía eficiente, aumentar salarios, reducir el pago del ISR, deporte, cultura, prevención de la delincuencia, etcétera. Meade quien en días previos anunciaba que iba a demostrar que era el más ch…ón, arrancó con felicidades al club Santos para completar sus ansias de popularidad. Ante su posición en las encuestas, era el momento de desplegar todos sus dotes, experiencia y preparación que se adjudica en sus spots de campaña. Una última llamada que no admitía pérdida de tiempo ni espacios. Mejorando con respecto al debate anterior, con información más sólida, se quedó corto. Si bien en algunos momentos fue el que más fue al fondo de los problemas, sigue adoleciendo de esa falta de conexión con los electores, personalizando en exceso y mostrando un estilo de comunicación todavía muy plano. Para López Obrador, el objetivo fue usar el espacio para reforzar sus mensajes de campaña y ratificar las expresiones de siempre. “La mafia del poder”, la alianza que es la peor plaga que azota al país. Aprovechó lo que le dieron, al colocarlo en el centro de los ataques, con gestos despectivos, guardando la cartera, pacífico, amoroso ofreció abrazos no balazos, justicia no venganza y nada al margen de la ley. Igualdad, autosuficiencia y una transformación popular que generará crecimiento y bienestar. Esta vez, el debate subió de tono cuando surgieron palabras como rata, venenoso, hipócrita, cínico, canalla, disparates, locuras, demagogo, tramposo, nadie perdió oportunidad de buscar atención con apelativos y descalificaciones. Migrantes, fronteras, seguridad, aduanas, tráfico de armas, trata de personas, drogas, comercio internacional, la relación con EU, la multilateralidad, diplomacia, proteger los intereses nacionales, negociación del TLC mostraron una agenda muy compleja que requiere de mayores capacidades, articulaciones y tratamientos de fondo. El segundo debate mostro más actitudes que visiones comparativas de política exterior. Un estadista no puede quedarse en el plano de las aproximaciones. Puntualmente, parece que los candidatos no quisieron considerar la gravedad de los problemas. En este debate había que mandar señales claras de estabilidad, dominio y fortaleza personal no solamente a los electores, sino al exterior. Por momentos, los moderadores exigían más concreción, precisión, claridad, ideas y soluciones puntuales. Exigirle respeto y trato igualitario al mandatario americano, no es sencillo. Ofrecerle al campesino que cambie de cultivar heroína y mariguana por maíz, tampoco. Los organismos multilaterales no son tan persuasivos como lo solían ser. Las adicciones crecen tanto en personas con empleo, educación y que viven en un seno familiar estable como en los que no cuentan con esos satisfactores. No todos los migrantes son pobres en busca de oportunidades. La agenda de las negociaciones del TLC la está determinando y condicionando un actor con objetivos personales, viscerales y cambiantes. Hay que darle una mención muy particular a los asistentes, quienes mostraron interés, prepararon sus cuestionamientos y fueron una audiencia muy respetuosa e imparcial.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @CapitolCComm Facebook: Capitol Consulting & Communication S.C. Página web: Capitol Consulting & Communication Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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