Para bien o para mal vivimos y sobrevivimos inmersos en la cultura. Este poderoso fenómeno es sumamente difícil de identificar, definir y evaluar de manera integral. Su contenido, alcances y efectos pueden surgir naturalmente o imponerse de muchísimas formas. Para demostrarlo hagamos el ejercicio de pedir a todas las personas a nuestro alrededor que definan qué es la cultura con base en su experiencia y propio contexto. Las respuestas serán muy distintas y diversas, cargadas de variedad, generalidades y vaguedad.

Hay quienes identifican a los fenómenos culturales como valores o antivalores. Y resulta sumamente ambiguo hablar de ellos, pues casi siempre se enfocan como conceptos generales. Pero lo importante es que tales “valores” dependen de las percepciones, paradigmas, tradiciones, creencias, visiones, sentimientos, experiencia y del entorno de cada quien.

Siendo así, ¿es posible preservar la cultura y brindar seguridad cultural? La preservación de la seguridad ciudadana es, en sí mismo, también de la seguridad cultural. Asumiendo que la cultura no podría subsistir sin algún mínimo orden público, de lo contrario predominaría el desorden y el caos. Tal orden y cierta tranquilidad son contrapesos para la rampante e insensata polarización que continúa radicalizándose en los ámbitos sociales. 

En ese sentido, no resulta fácil que las personas participen en el mejoramiento cultural dentro de su entorno social, pues ¿qué es mejoramiento? ¿mejoramiento de qué o para quién?

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CULTURA SIN COACCIÓN

En consecuencia, si hablamos de cultura necesariamente debemos hablar de personas y su comportamiento en lo social. Por lo tanto, la dignidad de cada persona es consustancial a la sana convivencia cultural. Pero existen excesivos ambientes nocivos que denigran constantemente a la dignidad individual, a la dignidad social y nacional, respectivamente. La sana cultura está bajo constante ataque desde distintos frentes. Esa dignidad en los distintos niveles se vulnera, deteriora o daña cuando a las personas se les coacciona de cualquier forma para que realicen alguna conducta o dejan de hacerla en contra de su voluntad.  Es decir, en contra de su libre autodeterminación o cuando se les influencia al grado de infringir tratos degradantes. ¿Hasta dónde es legítimo presionar o influir en los demás sin considerarse una coacción? 

CULTURA INDIVIDUAL, COLECTIVA Y NACIONAL

El Poder Judicial de la Federación en México ha determinado que entre los derechos humanos de carácter internacional está el derecho a la cultura. Este derecho fundamental radica en que el Estado debe garantizar y promover la libre emisión, recepción y circulación de la cultura, en su aspecto individual como elemento esencial de la persona y, en su aspecto colectivo en lo social. Se asume que dentro de ese deber está la difusión de múltiples valores históricos, tradiciones, populares, artísticos, literarios y científicos, entre otras muchas manifestaciones del quehacer humano con carácter formativo de la identidad individual, social y nacional. ¿A qué identidad se refieren? Ojalá y no a la ideológica. Pero, ¿cómo identificar, analizar, definir y evaluar dicha dignidad?

CULTURA COMO DERECHO FUNDAMENTAL

El derecho a la cultura es inherente a la dignidad de la persona humana, debiéndose garantizar tanto su acceso, como su participación sin discriminación alguna y respetándose en su máxima expresión, en lo individual y en lo colectivo. Sin embargo, como cualquier derecho humano, no es absoluto o irrestricto, pues contiene límites frente al ejercicio de otros derechos. Por ello no es legítimo, bajo el auspicio o pretexto de una expresión, ideología o manifestación cultural, atentar contra otra serie de derechos también protegidos constitucionalmente, lo cual estará, en su caso, sujeto a valoración o a ponderación en el caso concreto de que se trate.

¿QUÉ O QUIEN IMPONE LA CULTURA?

El acceso a la cultura es un derecho intergeneracional respecto del patrimonio cultural, así lo ha también determinado la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que implica identificar, proteger y conservar el patrimonio cultural –material e inmaterial– y transmitirlo a las generaciones futuras, a fin de que éstas puedan construir un “sentido de pertenencia”. Por tanto, el Estado debe implementar mecanismos para permitir el acceso al derecho a la cultura, así como para rehabilitar y conservar el patrimonio cultural de nuestro país. Pero ¿con basen en qué datos, bases, ideología, recursos, elementos u objetivos?

El ejercicio de los derechos culturales y la promoción por parte del Estado para su difusión y desarrollo, atendiendo a cualquier forma de manifestación y/o expresión, debe plenamente respetar a la libertad creativa, así como el establecimiento de mecanismos para el acceso y participación a cualquier manifestación cultural.

Este derecho humano a la cultura tiene dos dimensiones que instituye “la protección de la dignidad del individuo” en todas sus expresiones a fin de que pueda desarrollarse plenamente, para lo cual uno de sus aspectos es la cultura como elemento integrante y formativo de su personalidad. Pero también este derecho fundamental contempla un “aspecto social”, pues al estudiarse conceptos como cultura, identidad y comunidad cultural se pone de manifiesto una dimensión colectiva. Las expresiones, valores y características de un grupo es lo que ayuda a definirlo, lo cual, sin duda alguna, se sintetiza con su lado individual porque “el ambiente” es una de las condiciones determinantes de los individuos. Por medio de este derecho debe garantizarse que toda mexicana y mexicano, independientemente de su posición económica o situación geográfica, tenga acceso a los bienes y servicios culturales.

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CONTENIDO, ALCANCES Y EFECTOS

El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales estableció que la realización del derecho a participar en la vida cultural requiere, entre otras cuestiones, la presencia de bienes y servicios culturales que todas las personas puedan aprovechar, como bibliotecas, museos, teatros, salas de cine y estadios deportivos; además de la literatura y las artes en todas sus manifestaciones. 

Luego entonces ¿qué y quien dota de contenido o influye en la cultura? ¿Qué y quién puede evaluar los alcances y sus efectos? ¿La cultura actual fomenta la sana convivencia social? Cuestionamientos que hoy surgen dentro de las culturas de la polarización y la violencia.

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