¿Hasta dónde se puede ir cuando de innovar se trata? ¿Deberían tener límites los giros de tuerca que se le da a la tecnología?     A raíz de los adelantos tecnológicos, varias empresas se han lanzado a explotar al máximo las herramientas con las que cuentan, todo bajo el estandarte de “innovación”. Pero, ¿hasta dónde se puede ir cuando de innovar se trata? ¿Deberían tener límites los giros de tuerca que se le da a la tecnología? Yo pienso que sí, en aras del presupuesto y finanzas de los emprendedores. Desarrolladores de tecnología y empresas ansiosas por buscar la gloria, han hecho de la innovación su principal ariete en un mercado que pareciera no cansarse de gadgets y demás cacharros tecnológicos. El claro ejemplo es la empresa Apple y su historia de patentes en Estados Unidos. Como ejemplo de cuán inquietas son las mentes de Apple, en marzo de este año registró 48 patentes distintas de productos que piensa lanzar al mercado en próximos años. Pero estamos hablando de Apple, una de las empresas que —al menos es lo que nos hace creer— más se lo piensa antes de poner a la venta un nuevo producto. Pero, ¿qué pasa con las empresas que se abren paso en el mercado promedio? ¿Es justo que arriesguen capital y talento para sumarse a los temerarios innovadores que buscan una rebanada del pastel de la tecnología? A mi consideración, no me parece la mejor decisión. Y explico el porqué. Hace pocos días me encontré con una información por demás sorprendente. Un científico nipón había desarrollado un “lector” de traseros de humanos. Sí, leíste bien, un “lector” de traseros. El investigador Shigeomi Koshimizu, del Instituto Avanzado de Tecnología Industrial (AIIT, según sus siglas en inglés), diseñó un sistema para identificar a una persona por la forma en la que se sienta. Según las investigaciones de Koshimizu, cada persona nos sentamos diferente, por lo que decidió crear una huella digital de acuerdo a nuestro trasero. ¿En qué consiste el sistema del encargado de Innovación de Diseño e Ingeniería del AIIT? Es un cojín muy delgado que registra hasta 360 puntos diferentes en el asiento, creando, así, lo que en términos de literatura policiaca se podría llamar “huella dactilar” del trasero. Tal vez sin medir correctamente el alcance de su invento, Koshimizu ya echó a andar a las mentes maestras de la industria automotriz para aplicar su cojín en los asientos de los autos e identificar con más precisión al usuario. Y claro, de aquí para adelante las puertas de la innovación se están rompiendo con el invento de  Koshimizu. Curiosamente el departamento al que pertenece Koshimizu es de “Innovación y Diseño”. Sí, de ese departamento del AIIT está surgiendo uno de los avances más interesantes, curiosos y sorprendentes que hayamos tenido noticia recientemente. Lo que por ahora parece un prototipo, el cojín lector de traseros, es la punta del iceberg para que la industria desarrolladora enloquezca y en un futuro nos encontremos con incontables aplicaciones prácticas de lo que nuestro trasero dice de nosotros. Pero pongámonos en los pies de un grupo de jóvenes emprendedores que quieren ingresar a la industria de la innovación. Siendo realistas, esos chicos podrían enfrentarse a fuertes dosis de frustración e impotencia al no llegar al nivel que pensaron en un principio. Podrían, incluso, desanimarse y abandonar su proyecto al verse rebasados por grandes institutos y centros de investigación con mucho más apoyo que ellos. Sin ser fatalista, esos jóvenes están arriesgando su capital y su tiempo en alcanzar y superar a las grandes empresas. No quiero decir con esto que dejen sus proyectos y planes personales para sumarse a un McJob. Pero lo que sí quiero decir es que antes de enarbolar la frase de Buzz Lightyear de “Al infinito y más allá”, se tenga otro tanto la cabeza fría para evaluar los riesgos y éxitos, y evitarse descalabros costosos. Y todo por querer ser “innovadores”. Precisamente aquí retomo uno de los puntos que Sir Richard Branson, uno de los emprendedores y especialistas en la materia más destacados a nivel mundial, enumera cuando habla de los buenos negocios. Para el magnate inglés, la innovación es el segundo pilar que debe sostener un negocio para que sea perdurable con el paso de los años. Solo detrás de “amar lo que hace”, y seguido del valor de los empleados. La lección es más que clara: hasta la innovación tiene límites. Por algo no es el punto número uno de la recomendación de Branson.   Y tú, lector, ¿qué opinas?     Contacto: Sígueme en twitter: @miguelcolunga1  

 

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