La infraestructura, educación básica, eficiencia del mercado y la capacidad de adopción de tecnología son pieza clave para el futuro del país.     Según el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés), la competitividad se define como “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país.” Para poder determinar el nivel de competitividad de cada país es necesario examinar distintos factores que determinan el potencial de crecimiento y productividad de un país. Según el WEF existen 12 pilares de competitividad: las instituciones, infraestructura, estabilidad macroeconómica, salud y educación básica, educación superior, eficiencia del mercado de bienes, eficiencia del mercado laboral, sofisticación de los mercados financieros, velocidad y capacidad para la adopción de tecnología, tamaño del mercado, sofisticación de mercados e innovación. El último punto resulta de gran interés por la relación intrínseca con los otros once pilares. En México la palabra innovación se utiliza para referirse a diversos factores que conducen al cambio tecnológico, frecuentemente aplicado a negocios; sin embargo, el problema es que la definición que se utiliza depende del contexto en el que se busca introducir dicha innovación, por lo que tiende a ser una definición heterogénea en el mejor de los casos, lo cual permite hablar de México en distintos contextos, algunos como un país altamente innovador, y en otros, como un país maquilador carente de capacidad para innovar. En realidad, quizá el contexto adecuado sería un México en transición. México es un país que se encuentra en una “segunda etapa” de desarrollo económico, principalmente enfocado en mejorar la eficiencia y calidad de los mercados. En esta etapa la tanto eficiencia como calidad se enfocan al sistema educativo, a la capacidad de la fuerza laboral, a la eficiencia de los mercados de bienes, al funcionamiento del mercado laboral, a la sofisticación de los sistemas financieros y, de vital importancia, a la capacidad para desarrollar, adoptar e integrar el uso de nuevas tecnologías. El reporte anual de competitividad que emite el WEF requiere de entrevistas, narrativas y análisis de información, lo cual introduce un componente de subjetividad al determinar el índice global de competitividad. Por lo mismo, es también importante considerar otro tipo de reportes de carácter cuantitativo y que obtienen información utilizando otro tipo de metodologías, tan válidas como la empleada por el WEF, pero que sin embargo pueden arrojar resultados distintos. Una de dichas metodologías es la que emplea el Atlantic Century, quien hace poco tiempo publicó un reporte sobre “competitividad e innovación,” integrando tanto los factores políticos y económicos considerados en el reporte del WEF con otros 16 indicadores, resumidos en seis categorías: capital humano, capacidad de innovación, emprendedurismo, infraestructura de TI, políticas económicas y desempeño económico. El reporte comisionado por la Fundación para la Innovación y Tecnología de la Información,  busca no solo determinar el nivel de competitividad de los países considerados en el reporte, sino también el nivel de innovación y la capacidad de migrar su economía a una “economía de conocimiento e innovación.” A diferencia del WEF, que ubica a México en el lugar 60, en este reporte el país se encuentra en el lugar 39, adelante de Brasil y el resto de Latinoamérica. Esto, personalmente, creo que tiene un poco más sentido – al menos el día de hoy – que el reporte del WEF que coloca a países como Panamá adelante de México y Brasil, que desde el punto de vista de productividad, mercados y educación superior definitivamente muestran mayores avances. El reporte de Atlantic Century habla específicamente de la falta de capacidad en México para desarrollar y adoptar nuevas tecnologías. Esto principalmente se atribuye a la falta de una fuerza laboral balanceada y capaz de promover el desarrollo tecnológico, así como a la falta de inversión por parte del sector privado, del gobierno e instituciones académicas en investigación y desarrollo. México es un país emergente con una economía en crecimiento. Debido a esto, el país se enfrenta a múltiples desafíos incluyendo la distribución de riqueza, la violencia y cambios en gobernabilidad, por mencionar algunos. Sin embargo, enfocándonos en lo que es competitividad e innovación, México es un país que – al igual que Brasil – comienza a mostrar avances importantes en educación, regulación y transparencia. Tal como lo mencionan el WEF, Time Magazine y el Atlantic Century, es necesario incrementar la proporción de ingenieros, científicos e investigadores que existe dentro de la fuerza laboral mexicana. Los cambios económicos y políticos que enfrenta el país, aunado a la tendencia hacia la sustentabilidad, el emprendedurismo y la expansión del mercado mexicano, preparan sin lugar a dudas a México para la transición económica hacia una economía de innovación. Pieza fundamental es y seguirá siendo, nuestra capacidad para innovar y promover el desarrollo tecnológico en nuestro país. Por ahora, yo pienso, vamos bien.

 

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