Por Roberto Wagmaister*

La Inteligencia Artificial (IA) está cambiando la forma en que muchas de las decisiones de nuestra vida cotidiana son tomadas, redefiniendo e impactando nuestras vidas. La razón es muy clara: la Inteligencia Artificial puede agregar y evaluar rápidamente grandes cantidades de datos que están más allá de nuestra capacidad humana para analizar. Pero ¿podemos confiar ciegamente en esos algoritmos?

Si bien la Inteligencia Artificial tiene una extraordinaria posibilidad de procesar información y hacer descubrimientos a una velocidad y precisión que ningún ser humano sería capaz de lograr con tanta precisión, la IA aún carece de características innatas al ser humano como el sentido común y no siempre se puede confiar sólo en ella para tomar decisiones.

Los algoritmos pueden ser más eficientes, menos costosos y más precisos, pero también pueden ser muy complejos y difíciles de interpretar. Detrás de cada algoritmo, datos o proceso, siempre necesitaremos una decisión humana posterior e implementación, basada en la interpretación que hagamos de esos datos.

Se avecinan desafíos y cuestiones éticas. La clave podría estar en formar asociaciones o colaboraciones hombre-máquina. ¿Cómo? Potenciando lo mejor de cada uno mientras que, a la vez, entendemos que la IA debería estar al mismo nivel que la biotecnología. ¿Porqué? Siguiendo el pensamiento del filósofo e historiador israelí Yuval Harari, la manipulación de nuestras decisiones no vendrán necesariamente de la tecnología sino de la Ciencia del Cerebro (Neurociencia).

Para Yuval Noah Harari, el conocimiento biológico multiplicado por la potencia informática, multiplicado por los datos es igual a la capacidad de piratear o bien hackear a los seres humanos. Al relacionarlo con la IA, lo que se obtiene es la capacidad de hackear las mentes de los humanos. Es decir, crear un algoritmo que nos entienda mejor que nosotros mismos y nos pueda manipular. ¿Cómo evitarlo?

La ubicuidad ética

Para evitar una aplicación que pudiera impactar en forma nociva en la sociedad, se necesita una regulación clara, transparente y responsable, que inhiba al ser humano de hacer ciertas cosas o tomar decisiones impropias. Como la tecnología impulsa el resultado final, la normativa debe ser inteligente, comprehensiva para los negocios y específica para cada sector.

Necesariamente debe haber prohibiciones y penalidades severas a empresas que manejen grandes volúmenes de datos de individuos. Estamos en la Era de la Persuasión y la IA debería servirles a las personas. No podemos detener el progreso de la IA, pero sí sacarle el mejor provecho y, si ha de persuadirnos, que sea también para protegernos.

El gran reto es cómo dictar regulaciones que sean aceptadas por la mayoría y que, a la vez, no limiten la creatividad individual y no vayan en contra de la convergencia del conocimiento.

Los ingenieros de sistemas han descubierto antes que la mayoría que la ciencia no siempre puede solucionar las sorpresas éticas o los problemas de seguridad de datos. Ha costado entender, en muchos casos, que las cuestiones éticas deben considerarse antes de implementar un nuevo sistema, producto o solución. Y existe una forma de empezar que es controlando la privacidad de los datos.

Idealmente, en el futuro, las computadoras y los humanos trabajarán de la mano para resolver problemas. Al integrar la IA con equipos humanos, podremos combinar la velocidad y el poder estadístico de la tecnología con los talentos y capacidades exclusivos de nuestra naturaleza. La Inteligencia Artificial, o inteligencia aumentada, como prefiero llamarla, estará entonces diseñada para mejorar y complementar la inteligencia humana, no para reemplazarla.

En gA, vemos este enfoque integrado como una nueva y prometedora filosofía para mejorar la experiencia humana. Confiamos con optimismo en que las asociaciones humano-IA pueden generar un cambio social y económico positivo.

El dilema, sin embargo, sigue estando en dónde y cómo poner un marco ético a la sociedad que privilegie a la Humanidad.

  Contacto:

Roberto Wagmaister es Emprendedor, CEO y Fundador de gA

 

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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