Platicamos con el Nobel de Economía, Paul Krugman, quien no alcanza a descifrar qué demonios pasa con nuestra economía. Además, en una pequeña sala, nos habla de sus influencias musicales y del impacto que tuvo la ciencia ficción en su carrera.   La relativa lentitud del desarrollo de México, a pesar de las reformas, a pesar de su geografía, es uno de los rompecabezas de la economía. Si averiguamos por qué pasa esto, probablemente descubriremos más acerca del desarrollo en general. Así responde Paul Krugman, el Nobel de Economía y columnista estrella de The New York Times, cuando le preguntamos sobre qué escribiría si tuviera que hacerlo, después de visitar la Ciudad de México y reunirse con empresa­rios y políticos locales. “He notado que las economías asiáticas están respondiendo mejor a la liberaliza­ción que las economías latinoameri­canas, y no sabemos por qué. Incluso Bangladesh, que estaba desespera­damente pobre, sorpresivamente ha tenido un crecimiento acelerado en las últimas décadas. ¿Por qué no hemos visto que algo así pase aquí? No sé la respuesta”. Estamos en una pequeña sala lejos del tumulto que generó la llegada del presidente de México. Krugman fue uno más de los invitados especiales durante la Convención Nacional de Industria­les, que se llevó a cabo a finales de marzo en el World Trade Center de la Ciudad de México. Minutos antes de que Rodrigo Alpízar Vallejo, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) comenzara su discurso, Krugman le dijo al auditorio que la gente ya está cansada de esperar el milagro mexicano. El desempeño no ha sido terrible, aclaró, pero no ha sido el que se esperaba.   El psicohistoriador Paul Krugman se nota cansado. Dentro de un par de horas regresará a Estados Unidos. Mientras tanto, nos dice que sí, que la ciencia ficción influyó en su vida. “Si tú lees al gran autor de ciencia ficción Isaac Asimov, tiene unos libros publicados alrededor de los años 40, la serie de novelas The Foundation, en donde la premisa es que la civilización galáctica está desmoronándose, pero hay un científico social y sus colegas que utilizan las matemáticas para predecir la caída del imperio, y se las ingenian para saber qué es lo que se necesita hacer para hacer que la civiliza­ción se reestablezca lo más rápidamente posible. Es una novela en donde los cientí­ficos sociales, matemáticos, salvan a la civilización ga­láctica. Yo quería ser uno de esos tipos, al ser economista es lo más cerca que llegué”, recuerda Paul Krugman. Paul Krugman dice que la economía te da explicaciones y a veces te permite predecir. “No soy matemático, pero soy muy bueno en matemáticas, entonces, aquí estoy”.   ¿Usted es como un psicohis­toriador?, le preguntamos, refiriéndonos a la Psycohistory de Asimov, la ciencia que creó Hari Seldon que combina historia, psicología y estadís­tica para crear una ciencia exacta que estudia el comportamiento de grandes comunidades ante estímulos sociales y económicos. Bueno no, porque los psicohisto­riadores pueden modelar todo. Lo que podemos hacer en economía es una parte muy pequeña. Y aún así somos sorprendidos constante­mente por cosas que no conocemos. Tenemos un conocimiento limitado en economía y un más limitado conocimiento del comporta­miento social. Y todavía un conocimiento más limitado de la política, no porque los científicos políticos y los so­ciólogos sean estúpidos, sino porque son materias más difí­ciles. Entonces, probablemen­te estamos como a un siglo de ese tipo de psicohistoria.   Pienso en Big Data. ¿Usted no está cuestionando ahora las bases de datos? Esa tendencia tan de moda actualmente. Big Data puede hacer algunas cosas, es una nueva forma de aproximarnos, podemos alcanzar de alguna manera resultados que necesitarían inteligencia, sin tenerla, simplemente usando muchos datos, es una noción poderosa. El reconocimiento de voz ha pasado de ser una broma total, a algo que sirve, sin que la máquina entienda totalmente, solamente usando correlación de datos, eso es impresionante. En economía probablemente sirva, creo que puedes responder algunas preguntas microeconómicas, a partir de grandes bases de datos. En el tipo de cosas que yo trabajo no mucho, el problema es que los problemas son más conceptuales, no tengo algo en lo que trabajar con Big Data sea de ayuda.   Es más difícil encontrar patrones… Sí y de hecho algunas veces… los patrones no necesariamente son robustos, si puedes encontrar un patrón en el precio de las acciones, en cuanto la gente lo comienza a utilizar desaparece. Es el tipo de cosas que pasan en economía. Y también no es un sistema esta­ble, sistema sin cambios es lo que necesitaba decir, la estructura de la economía de 2050 será diferente de la de 1995. Habrá algo que se mantendrá, pero no todo. Tal vez yo tengo mi forma de pensar, cuan­do yo digo cómo puedo jugar con los datos en este problema, intento usar datos macro, lo hago de la forma antigua. Tal vez hay algo de lo que me estoy perdiendo. Pero creo que el análisis económico ha sido extremadamente informativo y muy exitoso en los últimos años, excepto por el hecho de que nadie quiere creerlo.   ¿Qué tipo de cosas puede predecir con sus conocimientos? En el negocio en el que estoy no siempre me encuentro haciendo pronósticos del siguiente pib tri­mestral, solamente hago predic­ciones cuando creo que hay alguna razón especial. No veo ningún evento de ese tipo ahora. Mientras charlamos, suenan aplausos. La gente está metida en el discurso del presidente de Ca­nacintra, en los gestos de Enrique Peña Nieto, en los movimientos de cabeza de sus secretarios. Una fiesta se lleva a cabo a unos metros de esta salita en donde Krugman dice acerca de los economistas: “Nadie pronostica las crisis, hay algunas personas que predicen las crisis, pero otras crisis que no han pasado, nadie ha estado en lo correcto”.   Corruptos y mal educados Le recordamos que alguna vez que visitó México, dijo que no crecíamos por falta de buena educación y por los altos niveles de criminalidad. El año pasado, en Monterrey, dijo que nuestro problema era la corrupción. “La política macroeconómica mexicana no es peor que la de otros lugares, algunas veces es me­jor, quiero decir, si preguntas por cómo maneja las cosas la Secreta­ría de Hacienda o las políticas del Banco de México no creo que sean terriblemente malas, algunas veces son muy buenas, es decir, no creo que esto haya sido un problema. La corrupción y el crimen son proble­mas muy diferentes; de hecho, es algo en lo que un doctor del MIT no es de mucha ayuda”. Para combatir eso dice que se necesita gente ruda, honesta, que tenga los pies en el terreno. Si se necesitan consejos sobre política monetaria, él está feliz de darlos. Pero consejos sobre la lucha contra los cárteles de la droga, él no los puede ofrecer. Asegura que si Enrique Peña Nieto le pidiera un consejo, le respondería lo mismo que a la Reserva Federal de Estados Unidos: aguanten lo más que puedan antes de incrementar las tasas de interés. “Aguanten hasta que vean lo blanco de los ojos de la inflación”. En lo fiscal, sostiene que no ve algún problema en México. Más allá de eso, que no tiene mucho que decirle al mandatario y su gabinete. Le recordamos que todo el tiempo nos dicen que tenemos una posición geográfica envidiable y muchos recursos para desarro­llarnos como un país de peso en la geografía internacional. “La infraestructura, particu­larmente el transporte, es una barrera. Como dicen, México tiene una gran posición geográfica, de hecho, cinco estados del norte la tienen. Pero no es tan fácil pasar, incluso esos estados no tienen im­portantes caminos ni vías de tren. Eso puede limitarte. Estás pegado a Estados Unidos, podrías ser parte de ese sistema de producción. Eso está pasando, pero podría ser más rápido, más barato”. Reitera que un gran problema, desde hace tiempo, es la educación. Los mexicanos están pobremente educados, ha habido progreso, pero eso sigue siendo un problema. Igual que la corrupción, el crimen y el poder monopólico de ciertos empresarios en ciertas industrias. Krugman, por ejemplo, espera­ría que hoy hubiera más mexicanos que hablaran inglés. “No quiero ser el feo estadunidense, el feo yanqui que exige que se hable inglés”. Pero el hecho es que somos parte fundamental de esa economía. Dice haber notado en las conferencias que da que hablan mejor inglés en Corea del Sur, que en México. México, reitera Paul Krugman, es un significativo rompecabezas. De eso escribiría si tuviera que hacerlo y aclara que no se arre­piente de dedicarse al periodismo. “Mucha gente me lee, mucha gente me odia, lo cual está bien”. Presume que no le cuesta traba­jo escribir, que hay mucho material para publicar. No tiene que hacer el trabajo de los reporteros tradicio­nales, él como economista se basa en los datos y los traduce a inglés simple. “Hay una audiencia para ello. Soy rápido además para escri­bir y razonablemente coherente”. Paul Krugman acepta que no le agrada codearse entre los círculos de poder de Washington, en donde es muy admirado e incluso tiene abierta la puerta de la Casa Blanca. Y menos le gusta juntarse con otros políticos o economistas hambrientos de fama. Está bien así. Krugman nació el 28 de febrero de 1953 en Nueva York y recibió el Premio Nobel de Economía en 2008, por sus análisis sobre los patrones comerciales y la locali­zación de la actividad económica. Es profesor en Princeton y un gran crítico de los republicanos. Además de que ha dejado en claro que no tiene ambiciones políticas.

 

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