Este texto se publicó originalmente el 24 de noviembre de 2017 Mientras Daniela Ancira Ruiz habla ante unas 30 personas y les explica lo que el proyecto de La Cana hace para reinsertar a las mujeres que han sido privadas de su libertad y se encuentran en alguna prisión, los asistentes enmudecen y parecen asumir esa realidad. Ancira les cuenta historias de mujeres que buscan sobresalir ante las limitantes propias de una prisión. De cómo es más difícil emprender en un entorno como ese. Sin embargo, sonríe e inyecta confianza cuando detalla el trabajo que está realizando su proyecto La Cana con 250 mujeres internas en diversas prisiones de México. “La Cana es un proyecto en el que buscamos llevar actividades productivas a prisión con el fin de que las personas privadas de la libertad logren un procesos de reinserción social efectivo. Les damos oportunidad de trabajo desde que están en prisión para que aprendan un oficio y se puedan ver remuneradas lejos de la delincuencia”, platica para Forbes México, Ancira Ruiz, una de las creadoras. Lee también Las (pocas) oportunidades laborales de las mujeres, en cifras La Cana trabaja en tres penales del Estado de México: Barrientos, Neza Sur y Ecatepec. A través de convenios de colaboración con las autoridades de la Dirección General de Prevención y Reinserción Social, el proyecto apoya a las internas con  cursos y talleres que buscan realizar alguna labor que les genere una entrada económica y de inserción social. “Las capacitamos en tejido y bordado y vendemos lo que ellas hacen y les damos el dinero. Estos talleres de capacitación laboral los complementamos con un programa de reinserción integral en el que les damos, aparte de trabajo, actividades y talleres de sicología, educación, arte, cultura y deportes”, platica. A las aspirantes a trabajar en este proyecto les queda claro que no solo es elaborar figuras tejidas como Nico el Oso, la Conejita Taly, Mago El León o Coco el Chango, también es sumarse a un programa de actividades en dos áreas. “Por ejemplo, si quieren meterse al taller de bordado, también tienen que tomar terapia individual y yoga o en el de meditación, un taller de desarrollo humano. Los talleres van cambiando un poco dependiendo el programa pero básicamente son actividades necesarias. Son programas de cuatro meses, algunas lo concluyen, lo siguen o salen libres”, dice Daniela. Aunque este proyecto comenzó a darse a conocer públicamente a raíz del pasado sismo del 19 de septiembre de este año, por la elaboración del personaje de Frida, (una perra rescatista que forma parte del área de control canino de la Secretaría de Marina), La Cana tiene de vida aproximadamente cinco años, pero como una firma social ya constituida, dos años y medio. “Las mujeres quieren trabajar con nosotras, lógicamente es un taller muy recurrido, porque les brindamos un empleo digno y muy bien remunerado”.   Miles de productos y más penales Actualmente La Cana trabaja con cerca de 250 mujeres, cien de ellas ya están contratadas fijamente. Entre todas, elaboran entre dos mil y tres mil productos mensualmente y buscan que esta labor tenga un fuerte crecimiento ya que esperan entrar a más penales. “Nos encantaría poder replicar este proyecto en otros penales y llegar a más mujeres pero también fortalecer la parte del programa de seguimiento y libertad y poder trabajar con las mujeres que obtienen su libertad, porque es justo ahí es cuando están más vulnerables”, señala Daniela.

 

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