En los bosques boreales de Canadá, una empresa especializada en la tala de árboles fue contratada para podar cerca doscientas hectáreas de esas plantas perennes cuyo promedio de altura alcanza los cuarenta metros, y sus troncos, casi un metro de diámetro. La tarea consistía en talar en dirección oeste a este, por lo que se requería un equipo de expertos taladores. Pero la época, las circunstancias y el presupuesto no permitieron a la empresa en expansión, reunir a dichos especialistas, de modo que tuvieron que solicitar a dos experimentados conocedores en la materia que reunieran a unos treinta inmigrantes y los capacitaran durante un mes antes de iniciar las labores. Así, comenzaron a preparar a los novatos, muchos de los cuales aceptaron el empleo para ahorrar unos dólares y luego enviarlos a sus familias. El equipo fue hábilmente instruido y semana tras semana demostraba un progreso notable. Comenzaron talando un promedio de trescientos cincuenta árboles por día. A las dos semanas, la mejora en su rendimiento fue sobresaliente y poco a poco se hicieron más expertos. Una vez habituados a las herramientas y a la técnica, su productividad creció de diez árboles diarios talados por hombre, hasta llegar como equipo a talar quinientos o seiscientos durante el mismo periodo. Unas semanas después de iniciado el proyecto, impresionados por el porcentaje de tala alcanzado por el equipo, la empresa envió al campamento a un supervisor para que observara la habilidad colectiva que habían desarrollado los taladores. Muy contento por lo atestiguado, a la mañana siguiente el enviado decidió sobrevolar la zona en helicóptero, para darse cuenta de que el equipo se había desviado en dirección equivocada. El grupo de “estrellas” estaba talando hacia el noreste en vez de ir al rumbo deseado por la empresa. Consciente del error, el supervisor acudió de prisa con los taladores a pedirles que se detuvieran y advertirles sobre la equivocación. Les ordenó parar de inmediato y expresó: —¡Deténganse! ¡Están talando en la dirección equivocada! A lo que el capitán del grupo le contestó: —Eso no importa. Lo importante es que ya agarramos ritmo y lo estamos haciendo bien. ¿No es eso lo que nos está pasando? Muchas veces nos hacemos expertos en talar hacia la dirección equivocada, a veces lo sabemos y a veces no, pero la verdad es que entramos en una zona tan grande de confort, que a pesar de estar conscientes de que vamos en la dirección equivocada, no paramos a reflexionar y ni siquiera intentamos cambiar. Por el contrario, simplemente optamos por ignorar el error, y en lugar de buscar corregirlo, decidimos mantenernos ahí y terminamos por dañar nuestra salud, nuestra autoestima, nuestro respeto y nuestro nivel de congruencia. Simplemente aplicamos el piloto automático y es en ese momento cuando lo enfermo, lo incorrecto y lo irracional se transforma en lo normal, lo aceptable y lo habitual. Llevemos esta analogía a la realidad y consideremos por un momento el efecto consciente o inconsciente que tiene sobre nuestra autoestima y nuestras relaciones. Tratemos de medir el impacto que tenemos en nuestras familias, amigos, colegas y demás círculos sociales, laborales o de convivencia. Cuando sabemos que estamos en la dirección equivocada y decidimos mantenernos ahí por miedo, comodidad o desidia, aunque vayamos a buen ritmo porque sentimos que lo estamos haciendo bien, suele suceder que lo notamos hasta que acontece algo que no deseamos y puede ser que ya sea demasiado tarde. Así lo demuestran los índices actuales de males como la obesidad, la diabetes, el estrés, el cáncer, los divorcios, el ausentismo laboral y el presentismo laboral, entre otros índices que están alcanzando récords históricos de incidencia. Cuando estamos en caída libre es muy difícil darse cuenta o aceptar, es muy complicado despertar. Y así pasamos años, décadas y hasta una vida entera con el fatídico síndrome del mañana, esperando que todo cambie o mejore por arte de magia, o que alguien lo cambie por nosotros, y en ese afán compramos la idea y la absurda excusa del no tengo tiempo; convivimos con justificaciones, reproches y complejos que progresivamente van deteriorando nuestras vidas de afuera hacia adentro. Encontrar maneras de modificar patrones negativos para transformarlos en hábitos positivos, es una forma de ayudarnos a rectificar el camino hacia donde estamos podando nuestro bosque, es un proceso complejo que comienza un día a la vez, y un proceso que necesitamos revisar constantemente. Es bueno tener presente que estar consciente de nuestros logros afecta directamente nuestro nivel de autoestima. Por eso necesitamos estar atentos y reconocer cada logro personal, porque eso nos ayuda a generar neurotransmisores como son la dopamina, serotonina, melatonina, norepinefrina, oxitócina y endorfina, entre otros, que van a elevar paulatinamente nuestro nivel de bienestar y la felicidad. Contacto: Correo: [email protected] Facebook: Eduardo Contigo Public Figure Páginas web: EM Eduardo Massé / eduardocontigo.com   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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