Es una cuestión de la más alta importancia política e histórica: ¿qué es lo que recordamos, ¿qué es lo que olvidamos, de qué somos responsables, a quién tenemos que rendir cuentas?: Carlos Fuentes.

España y México tienen todo en común. México nació gracias a España y lo mexicano gracias al sincretismo cultural derivado de la Conquista y la época colonial, lo cual ha hecho de ambos países, un espejo frente a otro espejo. No sólo hablamos de influencia artística y cultural, hablamos también de los entrañables lazos de amistad y solidaridad que se han entretejido con el paso de los siglos. Abrir las heridas de otras épocas, deja al descubierto los siglos en los que ya libres y soberanos la población indígena en nuestro país, ha sido víctima del olvido, del rezago y de la discriminación. A casi 500 años de haber iniciado la conquista de las Américas, la población indígena de los países que vivieron la llegada de las primeras expediciones españolas al continente, sigue padeciendo hambre, desempleo, analfabetismo y segregación. La Conquista y la Colonia, siguen siendo el parteaguas que introdujo el mundo occidental a las Américas y, en México, siguen siendo los ejes de una explicación eurocentrista de los procesos históricos que conllevaron a la creación del país. La anacronía con la que López Obrador se dirige como Jefe de Estado a su homólogo español, no sólo parece fuera de lugar por los 500 años que han transcurrido después de ese tremendo choque entre culturas; sino que, además, parece carente de sustento diplomático al abrir un nuevo frente de conflicto innecesario y hasta hace unos días, inexistente. Súbitamente, el presidente y su esposa decidieron que es necesaria una reconciliación entre ambos países, como afirmando implícitamente que México y España han estado peleados. Por supuesto que resalta la falta de sustento real y actual que pudiera dibujar un conflicto bilateral de estas proporciones, y resalta además el desconocimiento de la historia del México independiente. El Tratado de Paz y Amistad, firmado en 1836 entre México y España, pactó el inicio de una relación bilateral pacífica, alejada del pasado, ofreciendo olvido y perdón para mexicanos y españoles por igual; y desde entonces, había funcionado. Federico García Lorca, decía que para conocer a España había que viajar a México; Octavio Paz, que América no es tanto una tradición que continuar como un futuro que realizar; y Carlos Fuentes, escribió en El espejo enterrado que “la memoria de la sociedad feliz está en el origen mismo de América, y también al final del camino, como meta y realización de nuestras esperanzas. La crisis que nos empobreció también puso en nuestras manos la riqueza de la cultura, y nos obligó a darnos cuenta de que no existe un solo latinoamericano, desde el Río Bravo hasta el Cabo de Hornos, que no sea heredero legítimo de todos y cada uno de los aspectos de nuestra tradición cultural”. Una visión parcial y maniquea de la historia, generalmente se acompaña de una decisión populista de tener siempre un villano y un caudillo. Un héroe libertador, conciliador y generoso que “libere” al oprimido, aunque éste no se lo pida. O peor aún, aunque este sea oprimido justo por quien le promete la libertad.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @ArleneRU Linkedin: Arlene Ramírez-Uresti Google+: Arlene Ramírez Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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