Como un río que, pese a la sequía no deja de correr, o como una siembra que, por más inclemencias que existan, todavía se esfuerza por cosechar, hay conclusiones de la última COP celebrada en Glasgow que no podemos olvidar. Sobre todo, si se refieren a asuntos cruciales para salvaguardar al planeta de su mayor crisis en la historia, como está ocurriendo con la actual situación medioambiental del orbe. 

A mi juicio, y pese al fuerte tono de críticas como las de Greta Thunberg, hay que valorar dos cosas. Primero, que existe una generación, como la de la adolescente sueca, que se toma con urgencia lo que otros a paso lento. Y segundo, que podemos o no estar de acuerdo con que la COP26 fue un fracaso —como ella dijo—, o que no podemos resolver esta crisis con los mismos métodos que nos llevaron a ella en primer lugar —como también lo hizo—, pero sí debemos tomar el punto de que hay quienes sufren esto mucho más que otros, como también agregó. Sobre todo, si pensamos en continentes con economías incipientes, no tan sólidas, como la nuestra.  

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La inmediata disminución de las emisiones de carbono es fundamental en una región con economías mayormente extractivistas, lineales, muchas veces carentes de circularidad. Una publicación del BID plantea que ocho países de América Latina y el Caribe se encuentran entre los 10 más vulnerables ante los efectos del calentamiento global. Algo preocupante, dice el artículo, debido a que su biodiversidad representa el 40% de la total en el mundo, pues la naturaleza es uno de los principales activos para combatir el cambio climático. 

En la COP26 nuestra región fortaleció el acuerdo de limitar la temperatura del 1,5°C, como exige el Acuerdo de París, confirmando compromisos como la “Glasgow Financial Alliance for Net Zero”, que compromete una inversión de US $130 billones. Aunque este punto, el del financiamiento, que apoya especialmente a las economías no desarrolladas, todavía es una carencia según expertos. “Aún sigue siendo una promesa incumplida”, dijo el miembro de Climate Action Network (CAN) Latinoamérica, Osver Polo. “La COP26 ha confirmado la falta de voluntad política de muchos de los países más ricos para contribuir de verdad a la justicia climática”, también manifestó Ilan Zugman, Director Gerente para América Latina de 350.org.

Y es que para América Latina y el Caribe es crucial que las naciones desarrolladas, a quienes se responsabiliza por el notorio aumento en la generación de gases de efecto invernadero, adhieran a más y mejores compromisos para aminorar estos estragos en el mundo. Y si bien existen numerosas organizaciones de la sociedad civil y otros países que las exigen con preocupación, aún pareciera como si desde las empresas y grandes corporaciones no existiera necesidad de acelerar. Algo atemorizador para un asunto que no tiene tiempo que perder.

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La situación ambiental se nos presenta como una luz fuerte y roja de alerta sobre todos nosotros. Una que irradia la intranquilidad de una época que ve cómo la Tierra se deteriora, mientras hay quienes abogan por volver a un medioambiente sano, limpio y acorde a la calidad de vida que todos merecemos. 

Mientras trabajamos para superar la peor crisis económica en un siglo, debido a los efectos de la pandemia mundial por COVID-19, es imperante que exista una agenda climática ambiciosa, innovadora y coordinada en América Latina y el Caribe, que sea un llamado a la acción y que resulte incisiva en los requerimientos ambientales, además de mayores responsabilidades para quienes generan consecuencias en esta parte del mundo. Un enfoque consciente, valioso y calificado, comprendedor del poder de la naturaleza, puede fomentar una recuperación que asegure un crecimiento sostenible e inclusivo para nuestra región de más de 40 países. ¿Quiénes están dispuestos a lograrlo?

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Ignacio Parada da Fonseca, CEO de Bioelements*

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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