Frente a una crisis que expone al mundo sus debilidades competitivas y una inflación que rondará 9% en 2015, a Brasil le urge materializar sus reformas estructurales para rescatar la confianza de los inversionistas y recuperar el ritmo de crecimiento.   Texto publicado originalmente el 10 de agosto de 2015. Por Valeria Bursztein El gigante de Amé­rica del Sur esta flaqueado frente a una combinación de factores internos y externos que evidenciaron sus debi­lidades. En los últimos 20 años, el país ha vivido tres recesiones y hoy soporta la agrura de una fuerte desaceleración en la actividad económica, que incluso salpica la estabilidad política del go­bierno de Dilma Rousseff. Distinta a las crisis económicas anteriores, ésta parece tener un carácter más estructural que coyuntural. Lo que hoy llamamos “Costo Brasil” aumenta con­forme crece la pérdi­da de competitividad de la industria local, la cual se agudiza conforme pierde ritmo la actividad económica y reduce las expectativas de crecimiento. De acuerdo con un reciente informe del Banco Central del Brasil, el mercado espera para este año una contracción de 1.4% del PIB y una pequeña recuperación de 0.7% para 2016. El pronóstico conduce a una tendencia de descenso de la economía brasileña para los años venideros, pues aunque se hubiese registrado un crecimiento de 0.7% en el último trimestre de 2014, esto no habría compensado el resultado negativo de 0.2% del primer trimestre de 2015. “Brasil venía siguiendo un modelo orientado al crecimiento del consumo, aprovechándose de una situación que resultó muy favorable en años pasados, de intenso ingreso de capital extranjero, que fue utilizado para ampliar las operaciones de crédito y transferencias directas”, explica Raúl Velloso, ex secretario de Asuntos Eco­nómicos del Ministerio de Planeación. El crédito entre 2004 y 2008 pasó de 30% a 60% del PIB, incrementando los gastos de manera significativa de las transferencias directas y junto con el incremento del volumen salarial, contribuyeron al creci­miento del consumo y al fortalecimiento de la economía interna. “La cuestión es que existe un borde en este círculo virtuoso: habrá un momento en que ese modelo se agote porque la produc­ción demandará más ahorro para producir lo que el mercado necesita, y que no puede ser importa­do”, detalla Velloso. El economista Silvio Campos Neto, de la Consultoría Tendencias, evalúa que Brasil ha llegado a este momento porque tardó mucho en reaccionar. “Si volvemos a 2008, notamos que Brasil había reaccionado correctamente a la crisis mundial. Por primera vez en décadas, el país tuvo condiciones de enfrentar el choque externo con ex­pansión monetaria, fiscal y con crédito, porque en ese momento se tenían las cuentas públicas controladas y la in­flación dentro de lo previsto, situación que presentaba resultados positivos”. La demanda China de commodities resultó favorable para la economía brasileña, que logró un fuerte creci­miento económico de 7.5% en 2010, escenario que el gobierno utilizó para intensificar los estímulos a la econo­mía, aunque ya surgiesen señales de inestabilidad. “Fue como darle oxíge­no al fuego”, compara Velloso. El ritmo de la economía se aceleró aún más. “Era innecesario intervenir de esa manera, favoreciendo las políti­cas fiscales y de crédito a las empresas y al consumidor. El resultado fue un auge económico que intensificó los desequilibrios que ya ocurrían desde 2005”, comenta Campos Neto. grafico_1_brasil Sin rumbo fijo De esta manera, se forjó un peligroso agujero entre el consumo de bienes y servicios y lo que la industria lograba producir, incrementando aún más las importaciones y, con ello, la escalada de precios. Sin prever los resultados, el gobierno brasileño mantuvo los es­tímulos de la demanda, creyendo que podría generar una nueva década de prosperidad. Campos Neto evalúa que las accio­nes del gobierno para intentar revertir los problemas resultaron desastrosas. “Ocurrieron muchos cambios de re­glas, tal como intromisiones equivoca­das en diversos sectores. Una de ellas fue el cambio en el sector eléctrico en 2013, que intentaba reducir el costo de las tarifas, acción que resultó insoste­nible y que causó agujero financiero para el Tesoro brasileño. “El gobierno de Brasil optó por implementar una política de subsidio a los precios del consumo eléctrico, que se complicó debido a que las sequías se intensificaron en el país y ello provocó que las hidroeléctricas disminuyeran su capacidad de gene­ración, mientras que el gobierno dejó de invertir en infraestructura para la generación de electricidad, detenien­do incluso proyectos eólicos. Desde entonces, la crisis en evi­dencia y los escándalos de corrupción política constituyeron el cotidiano de los diarios brasileños. “Pero no existe mejor desinfectante que la luz del sol, es decir, enseñar al país que este tipo de política económica simplemente no funciona”, dice Rodrigo Zeidan, profesor de economía y finanzas de la Fundación Dom Cabral. “El gobierno no hizo ningún cambio en las políticas estructurales y optó por medios fiscales cuestionables para intentar crear incentivos sectoriales que más adelante se revirtieron. “Se estima que la producción industrial en Brasil va a disminuir 3% al finalizar 2015, es decir que las inversiones sufrirán un freno aún más intenso. Hoy, la política industrial de Brasil está mal desarrollada porque no se basa en ningún tipo de previsi­bilidad. Resulta fatal tener políticas desprendidas del objetivo real de las inversiones privadas, que exigen previsibilidad y nosotros no tenemos eso”, evalúa Rodrigo Zeidan. De la misma manera piensa Cam­pos Neto: “Las compañías termina­ron por perderse en este ambiente intempestivo y ahora esperan que el gobierno saque de la chistera alguna solución, como un nuevo subsidio o una nueva exención tributaria. Pero el retardo de cualquier decisión sólo ha intensificado la incertidumbre y, por ahora, los empresarios han cerra­do sus bolsillos”. En 2010, Brasil gozaba de un supe­rávit fiscal de 2.5% del pib, situación que cambió para 2014 al pasar a un déficit de 0.6%. El gobierno dejó de in­vertir en la principal infraestructura de transporte de carga del país, factor relevante para la economía brasileña, que contribuyó a desta­par los malos manejos contables del gobierno, dando paso a los temas de corrupción. grafico_2_brasil Cielo nublado La parálisis económica y los escán­dalos de corrupción, entre otras dificultades del actual momento brasileño, quitan a las compañías multinacionales el estímulo de fijarse o quedarse en el país. “Todavía no te­nemos ningún dato oficial en relación con el posible volumen de desinver­sión, pero lo que ya puede preverse es una expectativa de retracción de la formación de capital fijo de 10% en 2015”, calcula Campos Neto. Velloso es aún más enfático: “Los escándalos de corrupción agravaron más el funcionamiento de la economía, considerando que parte importante del engranaje económico ha parado. La paraestatal Petrobras está involu­crada en escándalos, representa 10% de las inversiones totales hechas en el país; y a su vez el sector de construc­ción de infraestructura también está siendo investigado”. La “Operación Lava Jato” en 2014 abrió la caja de pandora en Brasil; iniciada la investigación por la Policía Federal, que sacó a la luz un esquema de blanqueo de capitales y desvío de dinero de Petrobras. Paulo Roberto Costa, ex director de suministros de la paraestatal, admitió que existía un sistema de “pago de propinas” a las empresas contratistas de la petrolera. De acuerdo con el Ministerio Pú­blico Federal, el esquema de propinas generó un desvío por 675 mdd, en el que estuvieron involucradas empresas contratistas como Odebrech, Camargo Corrêa, OAS, Méndes Junior; apenas por citar a las principales y cuyos ejecutivos fueron arrestados. El actual nivel de precaución de la gran mayoría de los empresarios en Brasil puede ser evaluado en la reciente declaración del presiden­te de Mercedes-Benz en Brasil, Phillipp Schiemer: “El país ha perdido la previsibilidad con los cambios en las premisas de la economía brasileña. Volvimos 20 años en el tiempo. ¿Quién va a arriesgarse a invertir aquí? Un ajuste fiscal es necesario y tiene que venir rápido”, comentó el ejecutivo. Joaquim Levy, ministro de Hacien­da desde fines de 2014, intenta de todas maneras convencer al Legislativo de que hay prisa por aprobar las nuevas La caída del la economía y los escándalos de corrupción en Petrobras han puesto en vilo la administración de Dilma Rousseff. medidas de ajuste fiscal, que contem­plan soluciones para sanear la econo­mía y retomar el crecimiento económi­co. Entre ellas, sobresalen cambios a la política laboral, fiscal y tributaria. Las adecuaciones contemplan au­mentos al impuesto del consumo de combustibles, productos de importa­ciones y sobre operaciones de crédito. Con estas medidas, el gobierno busca recaudar alrededor de 4,800 mdd; la justificación, declaró a medios locales el actual ministro de Hacienda, es sanear las finanzas públicas. “Tenemos que arreglar el mecanis­mos de más de 20 sistemas tributarios internos y nuestra antigua legislación laboral, entre tantas otras cosas. Brasil necesita urgentemente abrirse al mercado externo, mucho más allá que el Mercosur. Lo que nos pasa hoy es que estamos atados a mode­los pasados y esa resistencia al cambio es de origen ideológico”, menciona el profesor Zeidan. Para el consultor Velloso, es el momento de hacer reajustes. “Nos quedamos sin un molde claro de crecimiento y tenemos por delante uno o dos años de saneamiento por hacer”, sugiere. Algunos de los sectores que de pronto pueden contribuir a la recuperación son el de infraestructu­ra, el transporte y la construcción; el gobierno brasileño evalúa la creación de nuevas concesiones, pero con la sombra de la corrupción encima. Campos Neto señala que la presión inflacionaria estimada en 9% para 2015 es un factor de riesgo, luego de haber registra­do una tasa de 6.5% en 2014. Brasil también está presionado por el desempleo que se eleva todos los meses. Solamente en mayo pasado, 115,000 puestos de trabajo fueron eliminados.   El fondo del pozo Las estimaciones son que la econo­mía brasileña tocará fondo al final de 2015, cuando las compañías re­accionen a las medidas del ministro Levy. “Especialmente para 2016, el pronóstico es que la situación em­piece a mejorar lentamente, debido a que los desequilibrios todavía es­tarán muy acentuados. Nos llevará tiempo poner al país nuevamente en curso”, dice Campos Neto. Velloso cree que las soluciones llegarán de acuerdo con la velocidad impuesta al nuevo ajuste fiscal y el de­sarrollo de infraesturctura. “Es la única forma de recuperar la economía. Esto es lo que se debió hacer desde 2011”. “Deben incrementarse las expor­taciones para recuperar la economía brasileña, aunque este año habrá un déficit en cuenta corriente de 84,000 mdd”, sugiere el profesor Zeidan Campos Neto pronostica un largo camino hacia el equilibrio económi­co. “Hay mucho que arreglar, pero pasada esta fase, tendremos en 2017 la oportunidad de recuperar el ritmo de crecimiento a niveles de entre 2.0% y 2.5%”. Para alcanzar tales resultados, Brasil deberá darle más peso a la agenda de productividad y firmar nuevos acuerdos comerciales”, sentencia el analista. Los expertos están de acuerdo con que 2015 será un año de sacrificio para todos y posiblemente algunos no sobrevivirán. En 2016, podría dar inicio una lenta recuperación.

 

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