Por Thony Da Silva Romero* ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Esta pregunta es perfectamente válida y hasta obligatoria en toda organización que quiera asegurar aquella razón por la que su existencia tiene algún valor para alguien, y comprender así, cuál es el beneficio último que ofrece a aquellos para los que produce un producto u ofrece un servicio. Uno de los cimientos más importantes para toda organización es su filosofía de gestión, es decir, la clara definición de misión y visión, la cual, orientada por unos valores y principios rectores que la constituyen, modelan la conducta organizacional y definen nuestro comportamiento empresarial. En tal sentido, conviene descubrir y comprender el propósito de nuestro emprendimiento, empresa u organización, incluso antes de iniciar el proceso de definiciones. Así, podrá determinarse con precisión “por qué hacemos lo que hacemos”, qué nos motiva a prestar ese servicio o a fabricar ese producto, o cómo cambia la vida de la gente cuando hace contacto con nuestra organización y lo que ofrecemos. Con ello estaremos traduciendo mejor nuestra razón de ser y contribuyendo a guiar y orientar nuestra misión y visión, a la vez que nos obligamos a centrar nuestra estrategia de negocios y aproximación a nuestras audiencias a partir del “porqué” en lugar del “qué”, tal como lo define Simon Sinek con su “Golden Circle”, que explica por qué hay quienes consiguen el éxito a pesar de que sus teorías van en contra de las reglas. No es frecuente que empresas u organizaciones revisen la razón de su existencia y, en ocasiones, sólo cuando atraviesan situaciones extraordinarias dedican tiempo a ello. Por ejemplo, al atravesar procesos de redimensionamiento de marca; o cuando transitan procesos de fusión y/o adquisición; cuando realizan cambios radicales en su conducción, o cuando sufren alguna situación de crisis que les sacude violentamente. Hoy, cada vez con mayor intensidad, la presión y expectativa social se coloca sobre empresas u organizaciones de cualquier carácter, exigiendo que su propósito sea visible y tangible, explicando su accionar empresarial para la justa satisfacción de dichas expectativas y necesidades. De hecho, existe un ecosistema de empresas, llamado “Sistema B”, que aprovecha el impulso del mercado para dar solución a problemas sociales, ambientales y económicos, cuyo fin de lucro está absolutamente alineado con la generación de bienestar, balanceando así propósito y rentabilidad. Esta práctica agrupa hoy a más de 2,600 empresas, en más de 60 países, que fundamentan su modelo de negocio a partir de un propósito claramente definido, comprometidos con generar beneficios económicos a través de un impacto positivo que gestionan a través de un marco de trabajo que involucra a trabajadores, comunidad, medio ambiente y una adecuada gobernanza, fundamentada en la transparencia. Esta comunidad de empresas amplía el deber fiduciario de sus accionistas y gestores para incluir intereses no financieros, a través de reglas claras de juego, que incluso se traducen en modificación de estatutos para apuntar a tal fin. La definición de un propósito claro es sólo parte del trabajo. Para obtener todo su beneficio, ese propósito debe ser compartido con todos nuestros grupos de interés, empezando, por supuesto, con nuestros propios equipos de trabajo. Quienes hayan internalizado dicho propósito serán capaces de hacerlo parte de su ADN y, como consecuencia, tener una sólida base sobre la cual tomar decisiones y generar mejores rendimientos a la empresa. Eso fue documentado, de hecho, en un estudio de la Universidad de Harvard, donde los resultados de una encuesta a 500,000 trabajadores sugieren que empresas que cuentan con un claro propósito, el cual es comunicado y compartido con sus ejecutivos, suelen tener un mejor desempeño económico. Ya lo decía Warren Bennis: “Las personas necesitan un propósito que tenga significado, esa es nuestra razón de vivir. Con un propósito compartido, somos capaces de conseguir cualquier cosa”. *Consultor empresarial en estrategia y comunicación, socio de Pizzolante.   Contacto: Twitter: @thonydasilva Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.  

 

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