En numerosas ocasiones hemos hablado en esta revista sobre la dependencia que presentan las economías emergentes del capital extranjero. Desde hace años, países como México han sido un atractivo para unos inversores que no hallaban interés alguno en la renta fija; dopada por la aplicación masiva de políticas de estímulo. Los capitales, por esta razón, entre otras, fluían con gran dinamismo hacia territorio azteca, a la vez que lo hacían hacia otras grandes emergentes como Brasil. Todo ello, a la vez que estas mismas economías se iban integrando con gran adaptación en un comercio internacional con clara tendencia al alza.

Gracias a este carácter emergente y la fluidez con la que circulaba el capital hacia este tipo de territorios, muchos de ellos comenzaron a experimentar grandes crecimientos. El ritmo medio de crecimiento al que se desarrollaban estas economías en Latinoamérica era, aproximadamente, del 14%. El papel de estas economías en los mercados internacionales era cada vez más relevante, el desarrollo cada vez mayor. La llegada de acuerdos como el T-MEC, y la creciente presencia de la economía estadounidense en territorio mexicano estaba, descontando aquellos aspectos negativos en los que puede haber incurrido esta relación, fomentando un peso cada vez más creciente del comercio en su PIB.

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Sin embargo, pese a lo que comentamos, el ritmo al que fluye el capital hacia estas economías emergentes comienza a volverse inestable. Algunos fenómenos están dañando a estas economías, teniendo un lugar destacado la economía mexicana. Y es que, los últimos sucesos, la inestabilidad política, la informalidad económica, así como todo lo ocurrido, y lo que ocurre, en el país, está poniendo de manifiesto la necesidad de adoptar políticas para no lastrar un desarrollo presenta síntomas de que podría estancarse. Y es que toda esta situación, atendiendo a esa dependencia de la deuda externa y el capital extranjero, podría poner en serios apuros a estas economías; como ya ocurrió con Ecuador.

Así pues, si atendemos a aquellos factores que condicionan la llegada de deuda, y como decíamos, están poniendo en peligro la captación de capitales extranjeros, así como afectando a la calidad crediticia de dicha deuda, uno de los que primero salta a la tribuna pública es la inestabilidad política en el país. Los continuos vaivenes políticos, así como la deriva que están tomando determinados gobernantes que, en lugar de estrechar lazos, han comenzado a expulsar estos capitales, es un claro lastre. Y es que no podemos pensar en atraer capitales sin una estabilidad política y un marco institucional favorable; menos cuando, incluso, se amenaza a las empresas con políticas intervencionistas como la nacionalización, o el hecho de mandatarios que han tildado a estos inversores de neocolonialistas.

De la misma forma, muy relacionado con la actuación política también, la economía informal supone otro lastre para estos capitales. La inseguridad jurídica de la que gozan las inversiones ante una informalidad económica que ya convive cómodamente con la ciudadanía se convierte en una clara barrera de entrada. Y es que, en mercados globales tan competitivos, imponer un peaje más que ilegal, como si de un arancel se tratara, teniendo alternativas cada vez más atractivas en las que los tratados aduaneros favorecen la libre circulación de bienes y capitales, no es más que un suicidio para todo país que se precio a competir en la economía internacional.

Pero esto que hemos comentado no es lo único que afecta a esta financiación externa, pues existen numerosos factores que, de la misma forma, inciden en la mente de estos inversores.

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Entre estos otros factores, destaca la capacidad del Estado para combatir estos fenómenos que comentamos, así como otros factores que también afectan a esta situación, y se ven condicionados por esto que mencionamos. México, como sabemos, se sitúa a la cola de los países de la OCDE en materia de recaudación sobre PIB. Esta escasa recaudación, que se sitúa en el 16% del PIB, deja al país sin recursos para combatir la informalidad económica, sin recursos para combatir la crisis climática, sin recursos para encauzar el progreso y el desarrollo.

Relacionado con la crisis climática y estos recursos, un reciente estudio del FMI ha publicado que esta menor capacidad, por la escasez de recursos, para combatir la crisis climática, en adición a una mayor frecuencia en los desastres naturales que azotan a muchos países emergentes de Latinoamérica, está afectando a la financiación de este tipo de economías, que deben pagar un sobrecoste por esa financiación externa, acentuando la escasez por no poder destinar a otras partidas. Como vemos, un claro círculo vicioso que está limitando la capacidad de estas economías, frenando los flujos de inversión a estos países, lastrando el crecimiento hasta crecer a un ritmo medio del 7%, y lo peor de todo, frenando una convergencia muy necesaria para cumplir con ese desarrollo que se persigue.

En conclusión, debemos comenzar a encauzar nuevamente esta situación, y devolver el dinamismo en los crecimientos a estas economías que tanto lo necesitan. Pues solo habrá recuperación plena el día que estas economías alcancen el auténtico bienestar.

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