El paquete anunciado por esta dupla ¿será suficiente para que el peso inicie un lento regreso hacia terrenos más conocidos (esto es, debajo de 17 unidades por dólar)? Sí, aunque la incertidumbre por el precio del petróleo se mantiene en el horizonte.   Por Sergio Negrete Cárdenas El paquete anunciado en conjunto por la Secretaría de Hacienda y el Banco de México es rudo (y no cursi), con un destinatario principal: la paridad peso-dólar. Al menos en ese sentido tuvo éxito inmediato, pues la apreciación de la moneda nacional frente al dólar fue notable una vez que se anunciaron las medidas: el peso interbancario cerró ayer en 18.289 unidades por billete verde, una impresionante ganancia de 38 centavos. Por algunas semanas, Hacienda esperó que la tempestad internacional se disipara sola, y que los mercados reconocieran a México por sus sólidos fundamentos macroeconómicos, destacadamente un déficit fiscal relativamente pequeño y bajo control, por lo menos durante 2016 gracias a las coberturas petroleras, aparte de una inflación en mínimos históricos. El mensaje era simple: México no es Brasil. Pero en el horizonte había un nubarrón negro, y precisamente lo de negro es por el petróleo. El desplome en los precios internacionales implicaba que Petróleos Mexicanos fuera todavía menos viable financieramente (de por sí está quebrada) y que las perspectivas de las finanzas del gobierno federal para 2017 (sin la cobertura actual) no fueran precisamente las mejores. La postura de la SHCP era argumentar que ya se recortaría el año que entra, de ser necesario. Era una actitud que no gustaba a los mercados, que prefieren medidas preventivas a las correctivas. La realidad terminó por imponerse. La paridad interbancaria llegó a 19.4025 el 11 de febrero, y en ventanilla para el público la barrera psicológica de los 20 pesos por dólar estaba a punto de alcanzarse. La continua depreciación podía traer consigo un impacto inflacionario significativo, mientras que las alzas y bajas del peso causaban desde incertidumbre hasta pánico. Banco de México (inusualmente), por medio del gobernador Carstens, empezó a presionar públicamente por un recorte al gasto. Es de suponerse que en conversaciones privadas fue todavía más claro al respecto. Fue una magnífica señal que el secretario Videgaray y Carstens anunciaran de manera conjunta sus respectivas medidas, presentando un claro frente de acuerdo entre los dos pilares de la política económica (fiscal y monetaria). Por otra parte, el presupuesto de Pemex estaba claramente fuera de control. La posición de Emilio Lozoya como director general se hizo insostenible. Mantenía los planes e inversiones prácticamente como si el precio del petróleo estuviera en 100 dólares el barril. Las pérdidas de la empresa se enfilaron a la estratósfera. La entrada de José Antonio González Anaya debe entenderse como el nombramiento de un síndico rudo y realista que se hará cargo de pilotar un proceso, para efectos prácticos, de quiebra (esto es, de un claro achicamiento, y privatización parcial) de la empresa, en lugar de sueños guajiros de una pujante paraestatal. Por lo tanto, el recorte en Pemex será brutal: 100 mil millones de pesos, mientras que el gobierno federal agregará, por su parte, 32.2 mil millones. Esto es un total de 0.7% del PIB. Esa segunda parte no es tan espectacular como hubiera sido de desearse, pero puede ser suficiente si la petrolera cumple, y es de suponerse que González Anaya va a sacar la sierra eléctrica para recortar a fondo. Por parte del Banco de México las acciones fueron, si cabe, más contundentes. Una subida de medio punto porcentual en la tasa de interés, a 3.75%, por completo ajena a la postura de la Reserva Federal de Estados Unidos. El mensaje fue clarísimo: a partir de este momento, ahorrar en pesos (con mucha mayor razón si la moneda se aprecia) conviene comparado con hacerlo en dólares. Se cancelaron las subastas de dólares activadas cuando el precio se depreciaba en cierta cantidad, pero el Banxico se reserva la posibilidad de intervenir en el mercado cambiario de manera discrecional. El Banxico cambió de herramienta: se buscará estabilizar y apreciar al peso por medio de la tasa de interés en lugar de aumentando la oferta de dólares en el mercado. Carstens fue claro en que el fuerte aumento no será seguido por otros, esto es, se considera que medio punto es suficiente (de lo contrario quizás el aumento habría sido de un cuarto de punto). ¿Será suficiente para que el peso inicie un lento regreso hacia terrenos más conocidos (esto es, claramente debajo de las 17 unidades por dólar)? Sí, aunque la incertidumbre por el precio del petróleo se mantiene en el horizonte. Por lo pronto, ayer la agencia calificadora Standard & Poor’s redujo la calificación de la deuda… del Brasil. Lo más probable es que el gobierno mexicano haya evitado un destino similar, aunque la calificación de Pemex siga en la cuerda floja hasta que se demuestre que realmente se toma en serio sus problemas.
Sergio Negrete Cárdenas es Doctor en Economía. Profesor-Investigador del ITESO. Investigador Asociado del CEEY. Ex funcionario del FMI.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @econokafka Twitter: @ceeymx Facebook: ceeymx Página web: CEEY   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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