Cuenta una vieja fábula que un rey árabe que se cruzó con la Muerte cuando viajaba por el desierto. ¿A dónde vas?, le preguntó el rey. La Muerte le dijo: voy a Bagdad, planeo llevarme cinco mil vidas humanas. Unos días después, cuando regresaba de viaje, el rey volvió a toparse con la Parca. ¡Me mentiste!, le reclamó. ¡No murieron cinco mil personas, sino cincuenta mil! La Muerte le respondió, muy tranquila: yo tomé cinco mil vidas; fue el miedo quien acabó con todas las demás.

A veces el miedo a la muerte es tan letal como la muerte en sí, o al menos nos acerca con más rapidez a lo que entendemos como la catástrofe. Para algunos empresarios familiares, el miedo al retiro es poderoso porque, de alguna manera, es como una especie de muerte, es el fin de una etapa. Sin duda hay de por medio todo un proceso de duelo: alguien que ha sacrificado tanto por echar a andar una empresa, que le ha dedicado tantos años de su vida, teme al momento en que tenga que ceder el control de ella y despedirse, de tajo, de todos esos años de esfuerzo.

El cambio de liderazgo, sin embargo, es necesario para asegurar la supervivencia de la empresa, y es justo ese miedo al retiro el que puede sabotear el proceso de sucesión, especialmente cuando una organización depende demasiado de su líder. Si no se ha aprendido a delegar, si no existen otras personas listas para tomar el mando, si hay información que no ha sido compartida, ¿cómo subsistirá la empresa sin su fundador?

La familia y la empresa funcionan de distinta manera, pero están interrelacionadas. La única forma de mantener esta distinción es mediante una cuidadosa selección de los líderes de la familia y de la empresa.

Nuestra generación no siempre ha resultado la más hábil para lidiar con temas de vulnerabilidad emocional y, por esta razón, vale la pena hacer énfasis en que no hay necesidad de enfrentar este proceso en soledad. Es recomendable recibir orientación externa de parte de especialistas en la planeación de la sucesión o inclusive psicológica para enfrentar esta nueva etapa de manera constructiva. 

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Las empresas familiares deben basar la sucesión en el diálogo y convivencia entre los miembros de dos generaciones, para que los más jóvenes aprendan de la experiencia de su antecesor, por lo que ambos tienen que tener la humildad para aceptar que se necesitan mutuamente e iniciar con ese proceso para soltar y recibir el liderazgo en la empresa y lo que conlleva.

Una gran manera de enfrentar el retiro es hacerlo poco a poco: liberar tiempo delegando las responsabilidades a otros miembros de la familia, y con ese tiempo libre explorar nuevas actividades que le den felicidad, que le ayuden a encontrar una vida y una identidad en un ambiente completamente ajeno al quehacer de empresario. Ser entusiasta y optimista en este punto no es una ingenuidad: la etapa que comienza también puede ofrecer toda una nueva gama de opciones para el futuro. Como ya he dicho antes, dejar la empresa no es dejar la vida, sino verla a través de otra perspectiva. 

Ahora, tampoco quiero decir que la única opción sea un “divorcio” de la empresa. La etapa que termina representa un rol, pero hay otros que ocupar todavía. El fundador puede seguir representando oficial y públicamente a la empresa, como una especie de embajador de marca, que no se encargue de temas estratégicos u operativos, pero sí diplomáticos. También es una oportunidad para que el fundador se convierta en un mentor, si no de su propia familia, sí de otras promesas del mundo empresarial. Yo mismo, que imparto clases a universitarios, puedo asegurar que hay un gran valor y satisfacción en convivir con jóvenes talentosos; hay muchas fronteras y horizontes que uno no alcanza a ver cuándo ha vivido tantos años habitando una oficina o en un departamento de la empresa todos los días. 

El retiro conlleva un duelo y, como si se tratara de perder a un ser querido, siempre será mejor vivir ese proceso rodeado de quienes nos quieren, y con la convicción de haber hecho por la empresa todo lo necesario para la etapa en la que nos tocó conducirla. Después de todo, el verdadero legado de la empresa no es otro que su sustentabilidad y trascendencia de generación en generación. 

La mejor herencia que puede dejar un fundador es una generación de líderes y personas que entiendan la misión, visión y valores de la empresa y reconozcan el valor y orgullo que tiene pertenecer a una misma familia.

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