El oro no necesariamente sigue la Ley de la Oferta y la Demanda, pues incluso mayores precios fíat no traerán más oferta disponible, pues sus tenedores se aferrarán a él.   La semana pasada se celebró en Madrid el más reciente seminario de la Nueva Escuela Austríaca de Economía (NASOE, por sus siglas en inglés), que contó con la participación principal de su fundador, el Prof. Antal Fékete. Muchos fueron los temas abordados entre los que destacan: la doctrina de las letras reales de Adam Smith, la estructura de las descendentes tasas de interés y la deflación, así como el nuevo patrón oro y la “extinción” de su precio. De todos ellos, quizá el que más llama la atención en el contexto actual es este último, pues como se sabe luego del impulso alcista que vivió en el primer trimestre, comenzó un nuevo período de baja a partir de la anexión de la península de Crimea a Rusia. Muchos comienzan a preguntarse de nuevo hacia dónde va ahora el precio del oro, y de esta forma prestan atención a un “árbol” de menor importancia y dejan de lado los graves acontecimientos que suceden en el resto del “bosque” del mundo económico- financiero. La absoluta mayoría de las personas –incluso algunos de los más instruidos en los mercados, son víctimas inconscientes de un engaño que los beneficiarios y administradores del actual sistema global de dinero irredimible, les han hecho creer: que precio y valor del oro son lo mismo, que se trata de una “materia prima” más y que en términos de monetarios es ya solo una “reliquia barbárica”. La razón por la cual este ardid se expandió tanto es que las doctrinas predominantes, el keynesianismo y el monetarismo estilo Friedman, se encargaron de relegarlo aunque no sin serias consecuencias. La primera de ellas es que durante décadas se ha abandonado el estudio científico del oro como patrón monetario en las universidades y centros de investigación, mientras se preparaba a golpearnos la gran depresión que nos está tocando vivir. El resultado es evidente: se pretende solucionar las tribulaciones económicas con las mismas recetas que nos condujeron hasta aquí, y se hace caso omiso a quienes ofrecen la única salida que nos puede salvar de volver a una nueva Edad de las Tinieblas. La NASOE tiene el firme compromiso de llevar el mensaje de alerta al mundo entero, pues el desastre económico que se avecina tomará por sorpresa a miles de millones de personas que pagarán por los errores, omisiones y malas intenciones de quienes con alevosía, produjeron primero en el siglo XIX la desmonetización de la plata, 100 años más tarde la del oro e impusieron el reino del dinero fíat. Todo, para enriquecerse a costa de cada ser humano sobre la Tierra, lo sepa o no, a quien se le cobra intereses por el simple uso de lo que cree que es “dinero”. El resultado es un planeta en el que un falso rey –el dólar estadounidense, usurpa la corona que la libre acción de las personas en el mercado, históricamente, le otorgó al oro y en segundo lugar a su compañera la plata. Carl Menger se encargó de demostrar este hecho en sus obras “El Dinero” y “Sobre el Origen del Dinero”, que todo aquel interesado en abrir los ojos en materia monetaria tiene que leer. Fékete fue muy claro al señalar que el mensaje oculto del oro se deja ver no en su “precio”, sino en la Base y la Cobase del metal. Estos conceptos que hemos explicado con amplitud en entradas anteriores, y que miden la interrelación que guardan el precio al contado (spot) y los de contratos de futuros, nos dicen que el oro está corriendo a esconderse de la circulación. La última vez que este fenómeno ocurrió a gran escala fue justo antes de la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 de nuestra era. Fékete advierte que el peligro es que de nuevo, como entonces, volvamos a una era de cientos de años de oscuridad tras el desplome del nuevo imperio americano y su “denario”, el dólar. El oro pues está siendo atesorado a tasas muy elevadas en manos privadas lejos de Occidente, y a una velocidad más acelerada entre más desciende su precio. Su valor constante como dinero al ser la mercancía más mercadeable de todas, lo vuelve más atractivo que nunca ante los ojos instruidos. Y es que la existencia de toda clase de derivados, préstamos apalancados de “oro” papel dentro de un sistema de reserva fraccionaria y cuentas de “oro” no asignadas (unallocated accounts, en las que no se es dueño de lingotes específicos), propicia un precio deprimido con respecto al que existiría en un mercado libre y sin metal imaginario. La causa evidente es esta “sobreoferta” aparente, que asimismo hace posible que aquellos con el poder suficiente desde el gobierno y los bancos centrales, cuenten con las armas capaces de deprimirlo aún más. Con la Base y Cobase del oro, en cambio, esto no lo pueden hacer. La manipulación a la baja del precio del oro es una condición indispensable para la sobrevivencia forzada del “patrón fíat”. Por eso sus oscilaciones no deben verse como una fluctuación en el valor del oro, sino en el de las divisas de papel. Al ser la materia prima monetaria, el dinero real, es el referente fijo de valor. Un “precio” del oro al alza es indicativo del desplome de valor de la divisa respectiva, como a la baja es revaluación temporal de la misma. Cabe recordar que a diferencia de las materias primas ordinarias, el oro no es consumido ni sus existencias son cíclicas. Su valor es responsable de que para fines prácticos, todo el oro que ha sido extraído por el hombre aún esté con nosotros en alguna forma o en otra. El dinero de verdad, no termina en la basura. A pesar de ello, no existe oro físico que respalde el volumen masivo de compromisos de “oro” existente en el papel, por lo que su salida material de la circulación hacia manos que no la soltarán –como nadie soltaría su bote salvavidas en medio de un naufragio, implica que terminará por no estar disponible a ningún “precio” en divisa fíat. Fékete añade que por eso el oro no necesariamente sigue la Ley de la Oferta y la Demanda, pues incluso mayores precios fíat no traerán más oferta disponible, pues sus tenedores se aferrarán a él. Cuando se presente este caso de fuerza mayor, los mercados liquidarán sus deudas de metal en dólares, euros, libras esterlinas, etc., por lo que en los hechos se habrá defraudado a los acreedores. El “precio” se habrá extinguido. Fékete dice con razón que cuando la gente tiene en sus manos oro y plata en circulación, es señal de buenos tiempos. Todo lo contrario es cuando los metales preciosos se están ocultando, como ahora. Al final, el valor del oro en el mercado reacomodará las cosas a favor de quienes lo posean en físico no solo a nivel personal sino a escala internacional. No obstante, si no somos capaces de volver a poner en circulación a los metales monetarios, por desgracia los peores augurios del Prof. Fékete podrían hacerse realidad. Aún se puede corregir el rumbo, la pregunta es: ¿tendrán el valor de hacerlo nuestros tomadores de decisiones? Mal haríamos en esperar mucho de ellos.  

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