En el corazón de la Ciudad de México, una feria vende más de 52 millones de pesos (mdp) en libros cada año, y en menos de dos semanas. Ubicada en el Palacio de Minería, en la calle de Tacuba, 150,000 personas asisten cada año a la Feria Internacional del Libro, que realiza su edición número 38. Los inicios de este evento se remontan hasta 1924 cuando el Palacio de Minería recibió a la primera feria de libros. Este evento fue impulsado por el escritor José Vasconcelos. Pero fue hasta la década de los 80 cuando la feria se materializó como hoy la conocemos. Más de 190 vendedores ofrecen al público 500 sellos editoriales, acompañados de 1,500 actividades culturales, como presentaciones de libros, mesas redondas, retroalimentación entre lectores y escritores, dentro del recinto de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Esto no es una venta de libros, es más que eso. Pueden acceder a todas las actividades culturales de manera gratuita. Las personas se la podrían pasar todo el día en actividades de distintos tipos”, comenta en entrevista Rubén García, jefe de difusión cultural de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Pero, año con año, la industria editorial mexicana aprovecha la oportunidad de formar parte de una de las ferias que destacan por su extensa variedad de formatos escritos.   Foco de atención cultural  De acuerdo con un estudio realizado por autoridades del Centro Histórico, en conjunto con la feria, 70% del total de los asistentes acudieron directamente al evento, es decir, de su casa a la Feria, esto impulsa a la zona en su visita a otros lugares, como restaurantes, tiendas y museos. Al interior del evento, el producto preferido por los visitantes son los textos narrativos, como novelas y libros históricos. La mitad de los asistentes compran entre uno y cuatro libros, 30% solo acude a las actividades, mientras que uno de cada 10 adquiere más de 10 ejemplares. El ticket promedio oscila entre 250 y 1,000 pesos por persona. Sobre la guerra que existe entre libros impresos y digitales, García considera que no son acérrimos rivales. “Parece ser que el libro impreso ha tomado una fuerza importante a partir del libro electrónico”. El directivo explica que los nuevos formatos sirven como vínculo para que aquellas personas que no se encuentran familiarizadas con el hábito de la lectura, y consideren los documentos digitales (PDF) para que a través de éstos, el público se adentre al mundo de las letras. “No estamos peleados con ningún formato. Por el contrario, los apoyamos; y la idea de la Feria es que tanto el impreso como el electrónico, convivan por muchas generaciones”, señala.   Mexicanos, ¿leen o no?  De acuerdo con la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura realizada en el año 2015, 52.9 % de la población mexicana tiene como principal actividad de tiempo libre mirar programas de televisión. Sólo dos de cada 10 mexicanos lee libros en su tiempo libre. La lectura es el quinto pasatiempo preferido de los mexicanos. Sin embargo, el estudio señala que esta actividad también depende de la escolaridad de cada persona, así como de su nivel de ingresos. García precisa que este tipo de encuestas se basan en “libros formales” de autores de literatura o filosofía. “En la Feria tenemos la idea de que es un mito de que los mexicanos no leen. Nosotros creemos que sí lo hacen, y mucho. (…) La gente también está leyendo cómics, novelas gráficas, el periódico, muchas más cosas que quizá no entren en la categoría de libros. No todos tienen que leer a Platón o al mismo Cervantes. Hay muchas otras lecturas que contribuyen a la formación lectora de los individuos. La feria es un referente que los mexicanos sí leemos”, resalta. No todos coinciden con esta visión. Rocío García Rey, catedrática literaria de la UNAM, apunta que, incluso con las estadísticas de taquilla que arroja una feria como esta, es necesario matizar el número de personas que hay en la ciudad, revisar cuáles son las verdaderas intenciones de los asistentes, en ocasiones impulsados por motivos escolares y no siempre con el objetivo de instruirse. “Finalmente el hecho de que la gente asista a una feria, no garantiza precisamente que tenga una visión crítica de la lectura. Y tampoco garantiza que vaya a buscar o a adquirir libros que sean propiamente de temas literarios o históricos. Porque mucha gente también va muy influida por esta cuestión de los best sellers”, apunta. Rey reconoce que a las ferias les ha ido bastante bien, sin embargo, los resultados de la prueba PISA, que evalúa la calidad de la educación en múltiples países, no son favorecedores en México. En 2009, nuestro país obtuvo un puntaje de 0.4 frente al 6.8 que promedian las naciones participantes. “Yo creo que no se ha logrado todavía llegar a un punto en el que podamos decir que estamos en un nivel de lectores críticos. En uno que vaya más allá de la decodificación”, señala. Un evento como este cuesta entre 12 y 13 millones de pesos. La feria no recibe apoyo por parte del gobierno estatal o federal. Para costearlo, la Facultad de Ingeniería de la UNAM asume los gastos, que paga a través de la renta de espacios para editoriales, que cobra a 467 dólares por metro cuadrado. El evento comenzó el 23 de febrero y terminará el 6 de marzo. La entrada cuesta 20 pesos. En solo 12 días de actividad, el Palacio de Minería aloja a lectores y escritores de diversas latitudes. El resto del año, el inmueble contribuye a la formación de los futuros ingenieros de la UNAM, donde se imparten talleres y cursos relacionados al área académica.  

 

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