Estamos en el mes de julio y la pandemia no ha sido ni de lejos “domada” como dijo el presidente López Obrador hace ya varias semanas. Para la administración federal se ha vuelto una carga dar las cifras cada tarde, pues no únicamente no se han comportado como se previó en ninguno de los modelos que presentó la autoridad, sino que se ha cambiado de estrategia por lo menos en cuatro ocasiones, dejando al final la responsabilidad en las personas y los gobiernos estatales y culpando a todos de los desatinos.

En realidad, no es la única vez en que la administración del presidente tiene un mal manejo de crisis, pues podemos ver el mismo patrón en otras ocasiones, como el tema del huachicol y el desabasto de gasolina, el aeropuerto, el avión presidencial, la refinería, las energías renovables, la ciencia, la educación, crimen, etc.

El presidente ha tenido que dar varios espaldarazos a sus secretarios o responsables de áreas, en varias de sus mañaneras, lo que implica frentes abiertos para él, además del riesgo de tener que estar apuntalando a su gabinete ante los errores en el diseño o instrumentación de política pública.

En el caso de la pandemia, la gestión ha sido no únicamente errática, sino deficiente en términos de diseño, instrumentación y comunicación. El manejo de un tema que pudo haber generado un activo importante para el presidente, al asumir su capacidad de escucha, diálogo, rectificación, cercanía con las personas, etc., se ha convertido en una piedra en el zapato que no se puede sacar, por lo que ha decidido caminar con ella, tratando de posicionar temas que permitan distraer la atención sobre la pandemia.

El responsable del manejo de la crisis, no únicamente ha mentido a la población en varias ocasiones, sino que también lo ha hecho al mismo presidente de manera pública, lo que no tendría que haber sido soportado. Tampoco las burlas en su presentación ante legisladores o los regaños a los medios de comunicación que le cuestionan las cifras que ha preferido dejar de dar de manera presencial. Resalta el hecho de que un tema de tal relevancia no sea administrado por el responsable de la secretaría de salud, sino por un subalterno.

Podemos ver ese mismo comportamiento con otros secretarios como el de seguridad pública, quien en varias ocasiones se ha visto errático en la información, o sin la información requerida ante momentos de crisis, como en la liberación de Ovidio Guzmán o en el reciente temblor de junio de 2020, con epicentro en Crucecita, Oaxaca.

Podemos hacer una lista de casos con pifias de política pública importantes en esta administración, pero lo relevante es señalar el patrón que hemos podido observar a lo largo de estos dos años. Los avances que se habían tenido a lo largo de las últimas décadas, donde la política pública era construida medianamente con diagnósticos, estrategias, medición de costos, etc., mientras que ahora vemos un escaso uso de información previa, diagnósticos, alternativas y estrategias de instrumentación, mucho menos de medición.

Es la razón por la que el maneo de crisis también es complicado, pues no hay elementos que permitan prever externalidades y sus costos, por lo que tampoco hay estrategias de contención, mas que el manejo que se da en redes sociales para contrarrestar los argumentos que se dan en medios. Esa es la diferencia entre el manejo de las crisis en otros países donde se puede rectificar y reducir los costos de legitimidad, y lo que ha ocurrido en México, donde ya no importa la cantidad de dinero público que se pierde por malas decisiones, el número de personas que mueren por decisiones cambiantes en salud y seguridad, o la suspensión de la generación de servicios públicos por los errores en su diseño.

Contacto:

LinkedIn: Gustavo Lopez Montiel

Twitter: @aglopezm

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