¿Cuántas variantes de la pandemia se requieren para cuestionar el trayecto y poder responder con certeza: “¿Qué diablos quieres hacer con tu vida?”?

La crisis sanitaria lo fue de muchas otras cosas, al grado que profesionales anclados en la vida corporativa y en sus posiciones, de tajo decidieron dejarlo todo.

Le llamaron “La Gran Renuncia” en Estados Unidos y Europa. La gente se había cansado de las formas para ganarse la vida, si en realidad les impedían disfrutarla.

Los niveles de estrés e insatisfacción en perspectiva son dos de los factores que refieren quienes en plena recuperación postpandemia han preferido una vida más simple.

Al tratar de comprender esta simpleza que ha convencido a millones de personas a transformar su objetivo personal y profesional, vienen a la cabeza frases hechas como “estancamiento de la carrera”, “falta de incentivos” y “foco en uno mismo”. 

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Gerentes y coordinadores con pocas tablas para asumir cambios relevantes fueron azotados con un movimiento mayúsculo que exigía empatía profesional como carta de presentación y, por el contrario:

Apretaron más al personal 

Pretendían que las condiciones virtuales podrían llevarse igual que las presenciales

Ignoraron las condiciones en casa

Se mostraron inflexibles en un momento crítico

Pasaron por alto la necesidad de un ajuste salarial

El nivel de supervisión era mayúsculo por no estar en la oficina

Existía una percepción de desconfianza

La brecha comunicativa se iba haciendo cada vez mayor

Cada día había un sentimiento de desconexión

A grandes males

Más de uno agradece a la pandemia por el rompimiento de las inercias que representaban un “business as usual”.  Pero si esa repetición surte la aparente delicia de la cotidianidad, la única manera de impedir una nueva alienación a modo es romper su fuente de alimentación: el hecho mismo de acostumbrarse. La costumbre es canija, pero más canijo es su efecto. 

¿Qué hemos perdido, sino el presente? El escritor Vladimir Nabokov decía que “realidad” tenía que entrecomillarse por el hecho de que cualquier percepción del mundo es subjetiva. Incluso su opinión. Pero si “realidad” está en el presente y nuestra condición habitual es una distraída, no es raro el sesgo de percepción que teníamos por el concepto “vida”.

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Gran renuncia ¿y Gran Liberación?

La falta de necesidad de acudir al trabajo y, sin embargo, trabajar ha hecho que las rutinas sean replanteadas y que las empresas que siguen aferradas en mantener una estructura inflexible sean fácilmente desdeñadas por empleados y usuarios.

La Gran Renuncia mostró que hay muchas opciones que antes no se alcanzaban a percibir. De entrada, la claridad en los empleados para exigir un pago atractivo, formación constante y trato empático. 

La Gran Renuncia es un momento social que expresa un hartazgo en forma y fondo para dar paso a una nueva relación colectiva con las empresas y con la realidad, a partir de la claridad y de la presencia propia.

Estando presentes no hay lugar a la distracción. Y cada momento de no distracción, es de presencia. Si la pandemia vino a agitar esa macrodistracción, por sí mismo podrá ser juzgado el ser en aras de evitar este tipo de cismas en la tarea de elegir caminos que lo lleven a donde quiere.

Resignificar la condición de vida es saber que no hay tiempo para distracciones. Ni siquiera cuando lo crees tener todo tan claro.

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Contacto:

Eduardo Navarrete es Head of Content en UX Marketing, especialista en estrategias de contenido y fotógrafo de momentos decisivos.

Mail: [email protected]

Instagram: @elnavarrete

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