Por Moisés Pérez* Un laboratorio farmacéutico enfrentaba serios problemas económicos y su directora tomó una importante decisión en el tema laboral: recontrató a jubilados que trabajaron en otras compañías del sector. Los sueldos ofrecidos eran menores a los que percibían, pero tenían tiempo y disponibilidad para trabajar. Además, la experiencia y el know how que acumularon al colaborar en otras compañías aportaba un gran valor para el laboratorio. Ese es el mejor ejemplo que he visto en México de cómo personas mayores pueden ser reinsertadas en la economía, y ésta se beneficia de gente que extendió su vida laboral. Un buen ejercicio para dimensionar el tamaño de la riqueza que pueden dar las personas después de los 55 años de edad es el Golden Age Index, de PwC, que, a través de datos de los países miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), calcula el valor adicional que la población agrega en esta etapa de su vida. De acuerdo con el estudio, si las naciones miembros de dicho organismo aumentaran su tasa de participación laboral en personas mayores de entre 55 y 64 años (el promedio es de 60%) a un nivel de 78% (como Nueva Zelanda, país de referencia en el reporte), agregarían una riqueza de 3.5 billones (millones de millones) de dólares al Producto Interno Bruto (PIB) en total en este grupo en el largo plazo. En Estados Unidos, por ejemplo, su PIB se incrementaría 815,000 millones de dólares, si crece la tasa de empleo en gente mayor de 55 años. En el caso de México, si se elevara la tasa de ocupación en personas mayores al nivel de Nueva Zelanda, se agregarían hasta 52,000 millones de dólares a su PIB en el largo plazo. Actualmente, en nuestro país el promedio de participación en este segmento poblacional es menor al 60%. Esto se explica parcialmente por el bono demográfico; de los 123.5 millones de habitantes que hay en México, el 52% son menores de 29 años, según datos del Inegi. Más ingresos, menos presión en pensiones Es innegable que nos dirigimos a ser un país con una población más envejecida, y no es un fenómeno que ocurra sólo aquí, se estima que entre 2015 y 2050, el número de personas mayores de 55 años en los 35 países que integran la OCDE subirá 50%, superando los 500 millones. Para los gobiernos significará un mayor gasto en pensiones, lo que puede poner presión a sus finanzas públicas. Uno de los hallazgos del Global Age Index de este año es que los países con altos niveles de gasto público en pensiones están asociados con una tasa de empleo más baja entre personas de 55 a 64 años de edad. Otro resultado interesante del estudio es que hay una correlación entre lo que se destina al pago de pensiones y el empleo en este segmento de la población: si un país aumenta su gasto público en pensiones el equivalente al 1% de su PIB, la tasa de ocupación en personas mayores disminuye 0.95%. Tener a más personas mayores en el mercado laboral genera más ingresos, más pago de impuestos y, obviamente, un ahorro más grande en la pensión. Por el lado de los gobiernos, éstos pueden retrasar el pago de las pensiones entre más tiempo trabaje la gente. Flexibilidad, la palabra clave Si en todo el mundo se acepta que la gente va a vivir más y, por tanto, trabajará más tiempo, las empresas deben empezar a prepararse ante los cambios que ocurren en el mercado laboral a causa de los factores demográficos y tecnológicos, eso implica tener más flexibilidad por parte del patrón como del colaborador. La automatización está supliendo varias tareas que implican un esfuerzo físico, pero no necesariamente tiene que eliminar una plaza laboral. Esa misma persona que hacía ese trabajo físico puede hacerlo detrás de un monitor o coordinando a más personas. La clave está en preparar a esa parte de la fuerza laboral para los nuevos roles y funciones que se necesitarán en los próximos diez años. Por otro lado, los empleados mayores de 55 pueden ayudar a reducir los costos que causa la rotación de personal. La mejor fuerza capacitadora de una empresa está en su personal que tiene más experiencia, y puede transmitir su conocimiento al talento más joven. También las empresas deben implementar la flexibilidad laboral no sólo para la generación Millennial, sino para todos los segmentos de la fuerza laboral que también pueden trabajar vía remota, en horarios escalonados o medias jornadas. La flexibilidad empieza por cambiar la mentalidad. Las personas trabajan para jubilarse, pero no quieren que llegue ese día por los prejuicios aún existentes. Necesitamos más empresas y sociedades incluyentes en todos los sentidos, y uno de ellos es reconocer la gran riqueza que aportan los adultos mayores en todas las organizaciones. Los efectos positivos son claros. *Moisés Pérez es socio de Pensiones y Análisis de Recursos Humanos, PwC México Te recomendamos: Vender o dividir un negocio puede mejorar su eficacia y rentabilidad.

 

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