Los balazos nunca bajaron por más mensajes confusos que Andrés Manuel López Obrador lanzó desde su campaña y en sus primeros 18 meses de gobierno, bueno, eso es un decir, la verdad es que sigue en campaña. Eso es lo suyo.

Prometió terminar la guerra y una Guardia Nacional. Pero esa guerra no es entre el ejército y las mafias, es de origen entre mafias, es por un mercado y ya sabemos que atrapar capos no logra bajar consumos, ventas o balazos, pero darles abrazos, dejar que hagan lo que gusten, ir a sus cumpleaños o darle preferencia a un cártel sobre otros tampoco es la solución.  

La única manera de terminar la guerra es regulando las drogas. López Obrador parecía entenderlo, así lo expuso en su Plan de Paz y de Seguridad, que por cierto, no era un verdadero plan, sino sólo una breve presentación en Power Point.  

Como quiera, era una ganancia para todos aquellos que sabemos que la regulación es la única manera de debilitar económicamente a las mafias. Pensamos que finalmente se había insertado la regulación en la agenda nacional y que los congresistas harían lo suyo, pero nunca recibieron la orden del presidente. No han regulado ni el cannabis, la droga más fácil de regular, la que además de todo es buen negocio para muchos, tiene innumerables propiedades médicas y ya está regulada por nuestros socios comerciales.

De la Guardia Nacional siempre dijimos que no tendría ningún impacto en la seguridad. Las policías municipales y estatales siempre agradecen los refuerzos, pero sólo son eso, un refuerzo. Los homicidios están al alza y las historias siguen siendo espeluznantes. Familias acribilladas, capos insolentes e inmunes, jueces y policías ejecutados, secretarios de seguridad balaceados.

Es una guerra entre mafias, pero se extiende al Estado mexicano. La plata y el plomo colapsan invariablemente al gobierno y a la sociedad, y las víctimas somos todos. Es una guerra que el Estado ejerce contra sí mismo por no querer regular un mercado que está en cada esquina, en cada plaza, en cada antro. La plata corrompe y el plomo mata, nos corrompe y nos mata a todos: individuos, comunidades e instituciones.

López Obrador sigue haciendo lo mismo que hizo Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, evadir la solución. Calderón estaba seguro que podría vencerlos con mayor capacidad bélica. No es así, los mercados negros no se combaten con balas sino con principios económicos. Peña Nieto creyó que podría controlar el tema y que las reformas estructurales eran más importantes que la reforma al mercado de las drogas. Los dos se equivocaron.

¿Y López? Pues no sabemos lo que piensa y las Fuerzas Armadas deben ser las más desconcertadas. Los sicarios, en cambio, sí saben. Saben que tienen un presidente pusilánime que no se atreve ni a regular, ni a capturar. Saben que no tiene ni idea del tema y que lo único que le preocupa es su nivel de popularidad y las próximas elecciones.

Quizá no todos. Hay otros datos. No es casualidad que un cártel le envíe un mensaje tan contundente en la Ciudad de México. El mensaje es muy claro: los abrazos no han sido parejos y eso tiene consecuencias.

Como todo político, López trata de capitalizar los fracasos y convertirlos en éxito, pero difícilmente puede seguir engañando a la población con lemas bobos de campaña. Los mexicanos que votaron por un “cambio” esperaban dos cosas: un gobierno honesto que erradicara la corrupción que Peña Nieto y sus secuaces hicieron tan obvia, y una estrategia certera de paz para el país. Hoy seguimos con la inseguridad, con la corrupción descarada de políticos en el poder y con una inminente crisis económica provocada por López Obrador y rematada por la pandemia.

Seguimos con el mal gobierno, pero ahora agravado por un manojo de ineptos ideologizados con una doctrina fracasada, anacrónica y destructiva; con la actuación de un candidato que simula ser presidente y que se viste de cura, de maestro rural, de hombre probo o de crítico flamígero, según le convenga o le amanezca.

López es un presidente que divide y destruye para acrecentar su poder personal. Un político que engaña porque calcula que el pueblo bueno lo seguirá tolerando y apoyando. Es resentido y belicoso que ha declarado una nueva guerra, pero ahora, contra el país entero: Contra la democracia y la libertad; contra la economía, las energías limpias, la modernidad y las inversiones privadas; contra la clase media y el empleo; contra la ciencia, la educación de calidad y el conocimiento; contra la crítica y la libertad de expresión; contra la separación de poderes, los gobernadores y el INE; una auténtica guerra, pues, contra el Estado de derecho y contra todos los mexicanos, salvo sus socios y algunos narcos.

Contacto:

Santiago Roel R. es Director y fundador de Semáforo Delictivo, herramienta de rendición de cuentas, evaluación y análisis del comportamiento de la delincuencia y violencia en México.*

Twitter: @semaforodelito

www.semaforo.mx

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