Dos graves crisis enmarcan la caída en desgracia de Juan Carlos I. En abril de 2012, tras el torbellino financiero mundial de 2008 y con un país que se ahogaba en los recortes económicos, se supo que el entonces rey se encontraba en un resort de lujo en Botswana cazando elefantes junto a su “amiga entrañable”, Corinna Larsen. Desde ese momento, no cesaron las informaciones sobre la vida privada del monarca y sus presuntos tejemanejes financieros.

El clamor contra Juan Carlos I arreció con la publicación de unas declaraciones de Corinna Larsen, a la Fiscalía suiza, sobre el manejo del exmonarca de millonarias cantidades de dinero procedentes de sus relaciones con la monarquía saudí, así como una investigación en curso en el Tribunal Supremo español sobre supuesta evasión y blanqueo de capitales. El 3 de agosto de 2020, en mitad de otra crisis mundial que vuelve a ahogar España, se produce el anuncio de la salida de Juan Carlos del país.

Figura incontestada durante décadas 

“Que acabe huyendo de esta forma del país es un final trágico para el rey emérito, cuya figura fue considerada modélica, ya que logró ganarse el respeto y la admiración de los españoles durante la transición”, dice a DW el historiador hispano-alemán Carlos Collado Seidel, profesor en la Universidad de Marburgo.

Durante décadas, la figura de Juan Carlos I como representante de la España democrática, moderna y desarrollada, fue incontestada. El actual rey emérito fue designado por el dictador Francisco Franco como su sucesor, dando así una salida monárquica a décadas de dictadura. A pesar de la evidente contradicción, “la monarquía, durante la transición, sirvió como un caballo de Troya, porque facilitó enormemente la ruptura de muros de la dictadura a la democracia y calmó a las instituciones franquistas”, recuerda a DW Ángeles Lario, profesora de Historia Contemporánea en la UNED y miembro de la cátedra Monarquía Parlamentaria.

Brutal caída en desgracia 

La”campechana” figura de Juan Carlos I logró cohesionar de tal manera a los ciudadanos, que personas que se decían republicanas defendían la monarquía “juancarlista” y los medios de comunicación españoles tenían un pacto de no agresión hacia el entonces monarca: cualquier noticia que pudiera afectar negativamente a su imagen era callada.

“A la situación a la que actualmente hemos llegado, sin duda han contribuído los medios de comunicación con su silencio”, asegura la historiadora Ángeles Lario, quien además se pregunta cómo Juan Carlos, cuando era rey, pudo actuar con tal libertad. “La monarquía es una institución muy sensible, ya que es la única que no se elige. Puede ejercer su poder moderador y neutro porque no depende de ningún partido, pero, a cambio, tiene que tener una pulcritud extraordinaria en sus comportamientos. Tendrían que haber existido controles que contribuyeran a la limitación de los actos del rey”, continúa Lario.

El error de Juan Carlos y su entorno

Para el historiador Jordi Canal, autor del libro La monarquía en el siglo XXI, “Juan Carlos y su entorno cometieron el error de creer que la institución monárquica estaba completamente consolidada” en un contexto de profundos cambios sociales entrado el siglo XXI. “La crisis contribuye a que la monarquía, tal como estaba pensada en el siglo XX, no sea totalmente adecuada. El rey llevaba mucho tiempo cazando, pero ese hecho en 2012 generó profundas críticas porque la sensibilidad ecológica es otra, así como las expectativas hacia la Casa Real”. El incidente de Botswana, por el que Juan Carlos I pidió disculpas públicas a los españoles, supuso el detonante para su abdicación en 2014 y la coronación de su hijo como Felipe VI.

En el siglo XXI, “el relato de los padres ya no es el relato de los hijos y la épica de la transición ya no existe”, prosigue Jordi Canal. Ya no hay una transición democrática que consolidar y la opinión pública exige transparencia también a la institución monárquica. Las actividades privadas de Juan Carlos son cada vez más expuestas mediáticamente.

Un gesto polémico 

En ese contexto, se produce el anuncio de la salida del país del exmonarca, un gesto que el texto de Juan Carlos I justifica por el futuro de la monarquía, pero que, en realidad, ha resultado muy polémico. “No parece lo más apropiado”, dice Ángeles Lario. “Es cierto que es una salida sencilla, porque él ha asegurado que está en cualquier momento a disposición de la Justicia española, y su marcha soluciona el complejo tema de salida de Zarzuela, pero la decisión es incómoda porque, a cualquier ciudadano que esté siendo investigado, lo primero que se hace es impedir que salga del país”, dice Ángeles Lario.

El historiador hispano-alemán Carlos Collado Seidel duda, por su parte, de que la marcha de Juan Carlos I suponga la solución para una institución monárquica “sustancialmente dañada”. “Los debates sobre la monarquía van a continuar en España“, augura Collado Seidel. “Y esos debates no solo tienen como trasfondo la corrupción y las relaciones extramatrimoniales de Juan Carlos I, sino también a toda una joven generación que no vivió la dictadura, ni el temor a los sables de los generales. Es una generación que ve mucho más críticamente el modo en que se llevó a cabo la transición y considera a Juan Carlos como heredero del franquismo”, concluye.

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