Una de las capacidades del ser humano es la de darse cuenta de la realidad, valorar el entorno y tomar decisiones que le sean más propicias para alcanzar sus metas. En tiempos de bonanza, esta capacidad puede adormecerse y entrar en una zona de confort y adormecimiento. No obstante, cuando la situación se pone difícil y los escenarios se tornan críticos, las alarmas empiezan a encenderse. Una persona inteligente, buscará formas de enfrentar la adversidad y de adaptarse al cambio. En momentos de alta incertidumbre como los que estamos viviendo actualmente en el mundo, la longanimidad y la resiliencia son dos herramientas que debemos de tener en nuestra cajita personal para hacer uso de ellas.

La longanimidad y la resiliencia son dos conceptos diferentes, aunque relacionados entre sí. Algunas veces se confunden porque son conceptos complementarios. Si recordamos la teoría de conjuntos, podríamos decir que la resiliencia es un subconjunto de la longanimidad y ambas competencias dan perpectiva frente al cambio, cuando hay que encarar una crisis o cuando sencillamente, no se puede seguir porque las variables ya se movieron. 

La longanimidad es la capacidad de una persona para afrontar situaciones complicadas o adversas sin perder la paciencia, la perseverancia o la constancia. En realidad, se trata de una virtud que implica tener una actitud ecuánime, tolerante frente a los reveses de la vida y perseverante ante las dificultades. Es aquello que permite a la persona mantenerse firme en sus objetivos a pesar de las dificultades que puedan presentarse en el camino. En otras palabras, la longanimidad implica la capacidad de mantener una actitud positiva y constructiva frente a la adversidad, sin rendirse o desanimarse fácilmente. Es ejercer la paciencia en vez de caer en la tentación de la inmediatez.

Por otro lado, la resiliencia se refiere a la capacidad de una persona para adaptarse y recuperarse después de enfrentar situaciones difíciles o traumáticas. Es la habilidad de enfrentar y superar la adversidad, y salir fortalecido de ella. La resiliencia implica no solo la capacidad de rescatarse después de una crisis, sino también la capacidad de aprender de ella, crecer y transformarse positivamente como resultado de la experiencia. 

Habrá quienes confundan la longanimidad con la resiliencia y es lógico porque se trata de conceptos complementarios que pueden actuar en forma autónoma pero que se potencian cuando se integran. La principal diferencia entre la longanimidad y la resiliencia es que la longanimidad se refiere a la capacidad de mantener una actitud paciente, tolerante y perseverante ante las dificultades, mientras que la resiliencia se refiere a la capacidad de enfrentar y superar la adversidad y salir fortalecido de ella. Ambas habilidades son importantes y pueden ser desarrolladas y fortalecidas a lo largo del tiempo. 

Si la longanimidad es la capacidad de mantener una actitud paciente, tolerante y perseverante ante las dificultades, en el entorno profesional, esta habilidad puede ser una ventaja ya que permite mantener la calma y la concentración en situaciones de estrés, lo que puede aumentar la eficiencia y efectividad en el trabajo. A su vez, la resiliencia permite a los profesionales enfrentar y superar los fracasos y errores de manera efectiva, aprendiendo de ellos y encontrando formas de mejorar en el futuro. La resiliencia ayuda a desarrollar la capacidad de adaptación y la flexibilidad para enfrentar situaciones nuevas y desafiantes.

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En la vida persona y en el terreno profesional, la longanimidad es una habilidad importante en el liderazgo, ya que permite mantener una actitud positiva y perseverante ante los obstáculos y desafíos. Esto puede inspirar a los miembros del equipo a trabajar de manera más eficaz y mantener el compromiso con los objetivos a largo plazo. Un líder resiliente permite a los profesionales adaptarse a situaciones de cambio y transición, lo que puede ser especialmente valioso en el entorno empresarial en constante evolución. La capacidad de adaptación y flexibilidad ayuda a los profesionales a mantenerse enfocados en los objetivos a largo plazo, incluso en situaciones cambiantes. 

Asimismo, la longanimidad puede ser una habilidad importante en la gestión del tiempo y la organización, ya que permite a las personas mantener la paciencia y la concentración durante tareas prolongadas y repetitivas. Esta habilidad también ayuda a las personas a establecer y mantener metas a largo plazo, lo que puede aumentar la productividad y el éxito.  La resiliencia faculta a los profesionales manejar situaciones de conflicto y negociación de manera efectiva, permitiendo una mayor capacidad de adaptación y flexibilidad en la búsqueda de soluciones. Además, la resiliencia ayuda a los profesionales a mantener la perspectiva y la calma en situaciones estresantes, lo que puede ser valioso en la resolución de problemas complejos.

Para poner en práctica la longanimidad y la resiliencia en conjunto y conseguir mejores resultados, podemos seguir los siguientes pasos:

Definir objetivos a largo plazo: Identificar  metas y establecer un plan de acción detallado para alcanzarlas. Es necesario que los objetivos sean realistas y factibles, pero también retadores y significativos.

Mantener una mentalidad de crecimiento: Abordar las metas con una actitud de crecimiento y aprendizaje constante. Reconocer que el éxito no se logra de la noche a la mañana y que el proceso de alcanzar metas a largo plazo requerirá tiempo, esfuerzo y perseverancia.

Defender el enfoque en los objetivos: Tener la vista en tus objetivos a largo plazo y evitar distraerse con tentaciones a corto plazo. Recordar que cada pequeño paso acerca un poco más a las metas.

Aprender a superar los obstáculos y las dificultades que puedan surgir en el camino hacia tus objetivos a largo plazo. Aprender de los errores y fracasos, y seguir adelante con una actitud positiva y proactiva.

Practicar la paciencia: Mantén la calma y la paciencia a medida que trabajas hacia tus objetivos a largo plazo. Reconoce que el éxito lleva tiempo y que los resultados no siempre llegan de inmediato. Mantén la confianza en ti mismo y en tu capacidad para lograr tus objetivos a largo plazo.

La longanimidad y la resiliencia son habilidades profesionales escenciales porque hay resultados que no se dan en automático y metas a las que no se llegará si no es con paciencia y perseverancia. En un mundo en el que la aceleración social es el ritmo imperante, la ventaja competitiva se construye alargando la mirada, cultivando estos valores que son propios de los líderes que tienen claros sus objetivos y modos de llegar a la meta.

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