Por Antonio Ocaranza Fernández* Las contiendas electorales son luchas de narrativas entre candidatos, partidos y gobierno. Algunos componentes que ya vemos en la elección presidencial en México contrastan continuidad y cambio; honestidad y corrupción; economía responsable y populismo e institucionalidad y mesianismo. Aunque estas narrativas todavía no están definidas porque falta que las campañas integren sus propuestas de gobierno, ya existe una clara contienda entre las acusaciones de lavado de dinero y enriquecimiento de Ricardo Anaya y la reacción de éste en contra de la PGR, el gobierno y José Antonio Meade. Una narrativa habla de la investigación sobre una serie de transacciones financieras inusuales que permitieron a Ricardo Anaya hacerse de un terreno, construir una nave industrial y enriquecerse con su venta. La Procuraduría General de la República ha realizado interrogatorios, cateos y llevado a cabo acciones que dan credibilidad a la acusación a ojos de la opinión pública y han ayudado a que actores políticos contrarios a Anaya lo obliguen a defenderse. Además, la investigación va en línea con la historia que los detractores y enemigos de Anaya han venido construyendo durante meses sobre sus negocios, el elevado costo de su vida y el incremento de la fortuna de su familia. El objetivo es generar dudas sobre la honestidad de Anaya, restarle apoyos, distraerlo de su campaña y eliminarlo como opción para un electorado que busca un candidato comprometido con la lucha contra la corrupción. A su vez, Anaya ha aprovechado el ataque de la PGR para reforzar la narrativa de su campaña en contra de la corrupción. Más que una defensa frontal de su riqueza o de la transacción inmobiliaria, Anaya se ha enfocado a presentarse como el candidato con la propuesta de aplicación de la ley que más amenaza al gobierno del presidente Peña Nieto. Acusa a su gobierno de hacer un uso político del aparato de justicia y se presenta como un ciudadano más que es víctima de la arbitrariedad de las instituciones que deben protegernos. Su ataque no es contra José Antonio Meade, su contrincante electoral, sino contra el presidente Peña Nieto para aprovechar el descrédito del gobierno y abrevar de la impresión generalizada de que la misma institución que lleva meses sin poder aclarar los desfalcos multimillonarios de gobernadores en Quintana Roo, Veracruz y Chihuahua, el desvío de recursos en Sedesol o la corrupción de Oderbrecht, hoy actúe asombrosamente rápido para investigar el posible lavado de decenas de millones de pesos. Sin duda, las dos narrativas tendrán el efecto deseado. La cobertura de los negocios de Anaya generará dudas en el electorado, detendrá el ritmo de crecimiento de su candidatura y sembrará dudas sobre su honestidad en un terreno que se ha venido abonando desde hace meses. El golpeteo y la ofensiva del gobierno continuarán para restarle posibilidades y arrebatarle el segundo lugar que hoy tiene en la contienda. Por otra parte, la campaña negativa del gobierno jugará en su contra y aumentará su descrédito y la desconfianza de la ciudadanía porque la acusación contra Anaya resalta la falta de procuración de justicia y la corrupción que tanto duelen a los mexicanos. Que el gobierno ataque la integridad Anaya en estos momentos es darse un balazo en el pie. Y es aquí donde José Antonio Meade, el candidato del partido oficial, debe ser cauteloso. Si Meade reproduce de manera frontal los ataques del gobierno refuerza la idea de que él es el principal beneficiario de la arbitrariedad. Meade es un candidato con otras credenciales, no necesita atacar a Anaya porque tiene otros voceros que lo hacen muy bien y tampoco le conviene porque hacerlo lo vincula a un gobierno con bajos niveles de credibilidad. Si se suma a la ofensiva contra Anaya puede resultar igual de afectado. Y si la campaña negativa resta a Anaya y a Meade, Andrés Manuel López Obrador y los candidatos independientes se beneficiarán de la desilusión y el hartazgo de la ciudadanía que genera el pleito. Quizá eso explique los resultados de la reciente encuesta Reuters-Parametría donde Anaya y Meade bajan en preferencia y López Obrador y los independientes se fortalecen. En el Coliseo de la opinión pública, de la lucha Anaya vs. PGR/Peña Nieto/Meade los que hoy ganan son quienes desde la primera fila esperan callados a ver quién queda de pie, pero gravemente herido, sobre la arena. *Director de OCA Reputación   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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