El Plan de Desarrollo Integral fue confirmado en el marco del Día Internacional del Migrante, día en el que las Naciones Unidas llamaron a tratar con dignidad a los migrantes. A partir de los resultados de la Conferencia Intergubernamental celebrada en Marrakech el pasado 10 y 11 de diciembre, fue aprobado el Pacto mundial para establecer una migración segura, ordenada y regular; que convoca al trato digno y respetuoso hacia los migrantes que, en busca de mejores oportunidades, o incluso en búsqueda de la supervivencia, toman la decisión de dejar sus comunidades de origen. Las adversas situaciones económicas, sociales y políticas han llevado a que en 2017 se alcanzara una cifra mundial de 258 millones de migrantes, de los cuales, 68 millones son migrantes desplazados por la fuerza, 25 millones son refugiados, 40 millones desplazados internos y 3 millones personas en búsqueda de asilo. Migrar, en el siglo XXI, no tendría que ser una cuestión de supervivencia, tendría que ser el ejercicio del derecho a la movilidad en busca de mejores oportunidades. Sin embargo, para millones de personas alrededor del mundo, migrar es despojarse de sueños, apegos, patrimonio, raíces, por buscar quizás, con el último aliento, el refugio que ofrecen países si no mejores, menos complejos. La guerra, el autoritarismo, el crimen organizado, la violencia estructural, la corrupción, la desigualdad, la falta de oportunidades llevan a millones de familias a emigrar año con año e iniciar el tortuoso camino de llegar a una “tierra prometida”. En muchos casos, el migrante no logra llegar a su destino final, y en la mayoría de los casos se enfrenta a la xenofobia, otro tipo de violencia y más marginación. Pareciera que al ser humano no le gusta lo diferente, le aterra la idea de lo extranjero, aunque paradójicamente anhele sus estilos de vida. No son los migrantes, ni las condiciones en las que buscan mejores oportunidades; el problema son los gobiernos y las instituciones que los expulsan, que los obligan a migrar, ignorando sus carencias y polarizando sociedades que viven cada vez más fracturadas y paralizadas. En escenarios tan complejos como el de Honduras, país que recibe más de 450 billones de dólares en programas de combate a la pobreza sea, y que según datos del Banco Mundial, es el país más desigual del mundo; en el que la brecha entre ricos y pobres no sólo sea una cuestión de poder adquisitivo sino de vida o muerte; los 28.8 billones de dólares que se el gobierno del presidente López Obrador ha comprometido para el Desarrollo de Centroamérica y el sur de México, (4.8 billones anuales a partir de 2019 estarán destinados a la creación de empleos para los migrantes) no serán suficientes mientras el gobierno hondureño siga sin mostrar la voluntad política de cambiar el destino de su población. Fortalecer Centroamérica no se logrará solo con préstamos para el desarrollo, menos en el contexto geopolítico dominado aún por los intereses políticos de Estados Unidos. Mientras no se tengan claros los nuevos contrapesos legislativos en el sistema político estadounidense, la incertidumbre respecto a la posición que tenga el presidente Trump en temas de coyuntura como el muro, la reforma migratoria y el presupuesto real destinado y aprobado para los planes de desarrollo regional; México seguirá siendo aliado que provee paliativos a la situación de los migrantes de tránsito, pero difícilmente podrá solucionar lo que debe ser corregido en los países expulsores de migrantes.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @ArleneRU Linkedin: Arlene Ramírez-Uresti Google+: Arlene Ramírez Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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