La venta por catálogos no muere: va más rápido
La automatización y las máquinas capaces de manufacturar diversos artículos permiten que Avon produzca 250 millones de piezas al año en su planta de Celaya y surta 4,000 pedidos por hora.
Cada tres semanas, Avon México lanza dos nuevos catálogos con cosméticos, perfumes, ropa, bisutería y otros productos, para renovar constantemente la oferta de 2,000 artículos que sus representantes buscan colocar entre familiares, amigos y conocidos, con el tradicional estilo de la venta directa.
Para ir al día en la atención de los pedidos, sin perder el ritmo cambiante de modas y temporadas, su Planta de Distribución y Manufactura de Celaya tiene la capacidad de “reconfigurar” sus líneas de producción y automatizar sus procesos rápidamente.
Conocida en sectores populares del país, en 2017 Avon tuvo ingresos por 9,800 millones de pesos en México, 4% menos que el año previo, debido al sismo que afectó la Ciudad de México y algunos estados vecinos en septiembre, y a la debilidad del peso. En 2018, las cosas mejoraron y, en el tercer cuarto del año, los ingresos aumentaron 3%, o 10% en dólares constantes.
Con más de 130 años de existencia, Avon es una compañía neoyorquina que cuenta con 6 millones de vendedoras en más de 100 países; sus ingresos globales de 2017 fueron de 5,715 millones de dólares (mdd). En ese año, sus ingresos tuvieron una pequeña baja, pero, también en ese caso, en el tercer cuarto de 2018 sus ingresos se recuperaron 1%, contra el mismo periodo del año previo.
Los vaivenes y la revolución que la tecnología produce en el comercio no detienen a la centenaria Avon, por lo que tiene prevista la apertura, en estos días de enero de 2019, de un nuevo Laboratorio de Investigación y Desarrollo, cuya construcción comenzó en octubre pasado, en las instalaciones de Celaya. (La empresa se reservó el monto de inversión).
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Carretera de pedidos
El éxito de Avon no sería posible sin sus miles de representantes, un “ejército” de vendedoras independientes que dedican tres o cuatro horas al día (algunas, el día completo) a promover entre sus clientes cada una de las 19 campañas que la empresa lanza al año a través de sus dos catálogos: “Cosméticos” y “Moda y Casa”.
“Nuestras representantes son la ‘misión’ de la compañía, y ellas visitan a los clientes y cargan su pedido por internet, el cual, luego, se emite a nuestros centros de control de demanda. Con esos listados se genera la planeación de la fabricación”, explica Magdalena Ferreira Lamas, gerente general de Avon para los mercados del Norte de Latinoamérica.
Los pedidos relacionados con las categorías de Moda y Casa activan los requerimientos a proveedores para que los surtan; y los relativos a Cosméticos (perfumes, cremas, shampoos, etcétera) ponen en marcha las máquinas de manufactura de Avon. Unos y otros artículos se concentran en Celaya, un complejo de 70 hectáreas que produce 250 millones de piezas al año, para, luego, proceder al surtido y a la distribución.
Seis de cada 10 artículos que pasan por este lugar, ubicado a 200 kilómetros de la Ciudad de México, se quedan en el mercado interno y el resto va a Estados Unidos, Canadá, Argentina, Panamá, Guatemala, República Dominicana, El Salvador, Honduras y Nicaragua.
El surtido es una de las áreas que más impactan del complejo de Celaya. Al entrar, los visitantes se topan con un “sistema circulatorio” integrado por 5 kilómetros de bandas transportadoras que llevan millones de artículos de un lado a otro en perfecta sincronía.
De forma automática, en esta zona van cayendo los productos de baja facturación a una caja de cartón, identificados por su código de barras. Por todos lados hay sensores y máquinas de escaneo que registran la información del pedido, insertado en una hoja dentro del recipiente, para indicar el punto en el que se debe recibir el siguiente artículo.
El 98% de estas cajas se mueve al segmento de productos de volumen y alta demanda, los cuales pasan por 12 líneas manuales en las que un sistema de luces indica a la trabajadora qué tiene que surtir y en qué cantidad. “El 60% de los productos que piden los representantes se surte de forma automática”, dice Juan Manuel Jaurez, responsable de Calidad, Medioambiente, Seguridad e Higiene de la planta.
Desde su inauguración, en 1999, y hasta la fecha, la planta ha recibido una inversión de 200 mdd, independientes del gasto anual ejercido, para mantenerla al día respecto a desarrollos y tecnologías de punta en todas sus líneas, donde lo mismo se producen maquillajes, cremas y lociones corporales, que tratamientos capilares, entre otros.
Alquimia automatizada
Al caminar por las instalaciones, es posible ver que, en el interior, todo ocurre con precisión y, la mayor parte de las veces, con el apoyo de la tecnología, como consecuencia de un proceso de reestructuración en el que fue necesario acomodar las líneas de producción para que las de mayor actividad y volumen de fabricación quedaran más cerca del almacén, mientras que las que tienen menos movimiento estuvieran más lejos.
“La automatización es vital”, dice Jaurez. Por ejemplo, los tanques donde elaboran las cremas Anew son totalmente automatizados, incluidas las tareas de limpieza. En esta parte del proceso sólo interviene el operador para introducir los ingredientes, lo que ayuda a la homogeneidad del producto entre lote y lote.
Hasta hace 10 años, los labiales eran moldeados a mano, pero, a partir de 2008, la empresa cambió a tecnología automatizada, lo que redujo de 18 a cuatro el número de personas que los elaboran. En un extremo hay ollas con el producto fundido y a granel, el cual se inyecta en unos moldes; luego, con la ayuda de una mesa rotatoria, se refrigera hasta que se solidifica para formar la bala. Posteriormente, robots colocan la bala en el sistema que permite que ésta suba o baje cuando se aplica el color. Acto seguido, una persona interviene para revisar que las balas no vayan a tener algún defecto y otro robot coloca la tapa, mientras uno más le pega una etiqueta y otro le pone un termoencogible.
A pesar de que es donde hay más intervención humana, el área de Fragancias experimentó algo similar a Labiales. Primero, es necesario mezclar los ingredientes en diferentes tanques; a continuación, se hace la alimentación del envase y un robot coloca la válvula, otro la engargola y uno más pone la tapa. Lo siguiente es (y se hace de manera manual) poner la cajilla, el liner (cartón interior) y el celofán.
El trabajo de las líneas de llenado de líquidos de alta velocidad empieza con la alimentación de las botellas; luego, la máquina las coloca en los transportadores, que las llevan a una llenadora que inyecta el líquido con una boquilla. Finalmente, viene la colocación de la bomba y la tapa.
Las líneas de esta área, donde se envasan cremas y lociones, son muy versátiles, pues algunas permiten llenar distintos tipos de productos, como shampoos, lociones para cuerpo y tratamientos capilares, dependiendo de la demanda que esté asociada a una determinada campaña.
Basta con sanitizar las máquinas, cambiar algunas partes y comenzar a producir algo distinto, siempre y cuando su consistencia y las características del recipiente sean similares.
Sólo de esta manera es posible surtir 4,000 pedidos cada hora, los cuales, mediante 400 rutas, llegan en un tiempo máximo de dos semanas a las representantes, quienes, cada tres semanas, están listas para ofrecer “de puerta en puerta” los productos del nuevo catálogo entre sus clientes.
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