Por Axel Christensen* Consultando recientemente a un grupo de importantes empresarios mexicanos sobre cuál era su principal preocupación para 2018, me llamó significativamente la atención que la respuesta no fue la negociación del TLCAN o la elección presidencial. Lo que contestaron de manera casi unánime fue: la rebaja de impuestos corporativos en Estados Unidos, que puede detonar una “guerra de impuestos” a nivel global. La reducción tributaria desde 35% a 21% de las utilidades de empresas estadounidenses —pasando desde las más altas del mundo a una de las más bajas— puede llevar a un efecto dominó en otros países que busquen mantener su competitividad para atraer inversiones por el menor pago de impuestos. El término “guerra de impuestos” viene de un fenómeno similar que ocurrió a comienzos de esta década, conocida como “guerra de divisas”. En ese caso, eran devaluaciones competitivas que habrían llevado a cabo países como China y Japón versus el dólar, para incrementar la competitividad de sus exportaciones. Muchos analistas económicos advirtieron de los daños que este tipo de confrontaciones podría generar en el comercio mundial. Un caso parecido puede ocurrir ahora con impuestos, donde el impacto sería sobre la inversión, además del déficit fiscal de los países que recortan sus ingresos a través de tributos. La reducción de impuestos a empresas fue un tema durante la última campaña presidencial en nuestro país, como una manera de generar inversión y crecimiento económico. A ello habría que sumar ahora el efecto de competitividad que puede traer una “guerra de impuestos”. Lee también: Con la reforma fiscal de Trump, EU gana y México pierde La aprobación a fines del 2017 de la reforma tributaria en Estados Unidos tiene el potencial de ser un catalizador de cambios  a nivel global. La rebaja de la tasa máxima desde el 35% de las utilidades corporativas al 21% es un cambio de proporciones. Tanto así que lleva a ese país de estar dentro de los que tenían las mayores tasas (aunque la tasa efectivamente pagada por las empresas solía ser mucho menor, gracias a la gran cantidad de excepciones y deducciones) a estar ente los de menor tributación, como se puede visualizar en el gráfico a continuación: Ya ha habido reacciones de parte de países europeos, como Francia y los Países Bajos, preocupados por la eventual pérdida de competitividad, que ya enfrentan por mayores costos laborales y de energía. Junto con la rebaja de la tasa corporativa, que será permanente, la reforma tributaria de EU considera una ventana temporal de cuatro años para llevar a gasto de manera inmediata la inversión de capital, reduciendo aún más el pago de impuestos. Asimismo, considera hasta el 2026 el pago único de impuestos sobre los activos que se repatrien desde el extranjero, en un rango entre 8% al 15.5% de los activos. Lo anterior, junto con otras medidas adicionales, incrementa de manera significativa el atractivo de Estados Unidos como un lugar para establecer una empresa, a lo cual se suman un mercado de capitales sumamente desarrollado y mercados laborales bastante flexibles. El efecto dominó que ello pueda traer sobre impuestos en otros países, sean desarrollados o emergentes, si bien no ocurrirá de un día para otro, sin duda detonará un proceso que puede tener consecuencias no sólo en los flujos de inversión, sino también en una acelerado deterioro de las cuentas fiscales, comenzando por Estados Unidos y seguido por aquellos países que sigan sus pasos. Ello llevará a una necesidad de mayor endeudamiento público para financiar el creciente déficit y un aumento en la tentación de que la inflación sea una manera de resolver el exceso de deuda. El impacto positivo en crecimiento e inversión que la reforma puede traer en el corto plazo puede llevar a pagar costos tremendos en el largo plazo, ya sea en excesivo endeudamiento (y con ello mayores tasas de interés), mayores niveles de inflación y/o ajustes fiscales que recorte gasto social. Sin duda, esta posibilidad de “guerra de impuestos” –como todo conflicto de escala global– corre el riesgo de tener cuantiosas bajas. *Director de Estrategia de Inversiones para América Latina e Iberia de BlackRock  
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