Por: Gabriela Rocha*

Han pasado pocos días desde una la marcha por el Día Internacional de la Mujer, y el paro nacional de un día sin mujeres; y las noticias y redes sociales han sido tomadas por el coronavirus. El virus que ha infectado a más de 150,000 personas y ocasionado la muerte de casi 6,000 personas a nivel mundial llegó a México a seguir su curso. Aunque a primera vista pudiera parecer no relacionado, el coronavirus deja en evidencia nuevamente las consecuencias de la desigualdad de género y el efecto que eso tiene en la economía.

Sabemos, por la ola abrumadora de noticias sobre el COVID-19 que el virus impacta desproporcionadamente a algunas poblaciones vulnerables. Aunque la tasa de fatalidad general del virus es de cerca al 2%, para personas con condiciones preexistentes puede llegar a ser hasta 10.5%, y para personas con más de 80 años crece a 14.8%. Grupos con mayores dificultades de implementar medidas preventivas o que no tienen acceso a medicamentos también corren un riesgo mayor. En Hong Kong, pacientes de VIH tuvieron dificultades de salir de sus casas durante la cuarentena para acceder a medicinas esenciales para su salud. En Inglaterra, personas sin hogar están siendo rechazadas de las casas de refugio o albergues por falta de capacidad de aislamiento.

Pero hay una población de alto riesgo ante el coronavirus a la que las noticias han dado poca o nula cobertura: las mujeres.

Las normas de género de nuestra sociedad determinan roles distintos para la mujer y para el hombre que a su vez dictan a qué se deben de dedicar y cómo deben pasar su tiempo. En el caso de enfermedades infecciosas, donde tu entorno, tu condición social y con quien interactúas impactan en tu nivel de riesgo, las mujeres podrían estar expuestas a mayor peligro y sufrir más los impactos del virus. En una grata excepción a la regla, una columna de Alisha Haridasani Gupta en el New York Times esta semana resaltó algunos de los factores influyentes.

Se estima que cerca del 70% de los trabajadores de salud en el mundo son mujeres. Muchas ocupan cargos de enfermeras, lo que aumenta su riesgo de contagio. Al ser responsables por cuidar del bienestar de los pacientes, pasan más tiempo con ellos que otros profesionales sanitarios, y tienen contacto más directo al retirar sangre y administrar fluidos. 

Las mujeres también asumen en mayor proporción la responsabilidad del cuidado del hogar y de sus familias. De forma general, las mujeres juegan el rol de cuidadoras en la sociedad, especialmente si alguién en la familia se enferma, exponiéndose en este caso a una población vulnerable con alto riesgo de contraer el virus. Este problema se agrava cuando las escuelas son canceladas ya que las mujeres también asumen mayor responsabilidad que los hombres en la crianza de los niños y en el trabajo en el hogar.

Económicamente, las mujeres también podrían verse directamente impactadas en mayor proporción. Solo el 47% de mujeres mexicanas participan en la fuerza laboral y de ellas, la mayoría trabaja en el sector informal y/o en puestos que cuentan con los salarios más bajos. Estos trabajos son muchas veces los primeros empleos en ser reducidos en momentos de crisis, poniendo las mujeres en mayor riesgo de perder la poca independencia económica que pueden hoy tener.

No hay razón biológica o epidemiológica que ponga a las mujeres en mayor riesgo de contraer el virus que los hombres. El riesgo agravado no es natural, sino cultural, resultado de la desigualdad sistémica que enfrentan las mujeres al ocupar un cierto rol en la sociedad. Y el impacto de esa disparidad en la economía no es menor.

Hay mucho que se puede hacer y que debemos hacer desde el sector privado. El mes pasado, Laboratoria, en conjunto con SAP, publicó un white paper llamado El futuro es diverso: Mujeres en la industria tecnológica en México” donde presentamos soluciones a algunos de estos retos en una industria donde la participación de mujeres es de 10% versus 90% de los hombres. Aplican, sin embargo, a toda nuestra economía de forma general, independientemente de la industria. Las empresas de todos los sectores pueden fomentar políticas de reclutamiento, retención y crecimiento que responden a las necesidades específicas de las mujeres y rompen algunos de los sesgos inconscientes que las mantienen fuera de estos sectores. También se deben considerar políticas de maternidad y paternidad más igualitarias para que las mujeres no tengan que asumir solas el peso del cuidado de sus familiares. Específicamente en el caso de una crisis sanitaria, las políticas de licencias de enfermedad pagadas cobran aún mayor relevancia y deben ser prioridad.

Los gritos del 8 de marzo, y el silencio del 9 de marzo mostraron que la lucha por la igualdad de los derechos de las mujeres es fuerte y necesaria. Durante tanto la marcha como el día del paro el sentimiento era de poder y de grandeza; de que se había por fin logrado hablar suficientemente fuerte para ser escuchadas. Pocos días después, mismo habiendo logrado la mayor movilización por el día internacional de la mujer en la historia del país, y habiendo causado un hueco de 37 mil millones de pesos en la economía nacional por un día sin nosotras, el mundo volvió a girar y las mujeres volvimos a ocupar nuestro lugar en la sociedad.

El coronavirus tomó los titulares y por unos minutos, pensábamos que nos habían olvidado, que el esfuerzo había sido en vano. Hasta que recordamos que en este momento particular, como en todos hasta la fecha, las mujeres han estado en el centro de nuestra historia como sociedad, aunque invisibilizadas.

  Contacto: Gabriela Rocha es socia VP of Growth de Laboratoria.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

Emergency: Back-To-Basics
Por

‘Somos los elegidos’ para enfrentar y (sobre)vivir un momento histórico increíble: cuando sociedad, economía, cultura, y...