El tema de seguridad es uno de los aspectos más relevantes en el México contemporáneo, pues se vive de manera cotidiana, aunque de diversas maneras. Sin embargo, en diversos sondeos ha desplazado al tema de economía como el más relevante, lo que refleja la preocupación de las personas en torno a él. La necesidad de fortalecer las políticas de seguridad ciudadana, han llevado a la caída y ascenso de grupos políticos y gobiernos, por lo menos desde las últimas dos elecciones presidenciales, no digamos de aquellas que tienen que ver con los gobiernos de los estados y los municipios.

Es por ello que una estrategia efectiva de seguridad es fundamental como reflejo de sensibilidad social, pero también de efectividad gubernamental, pues tiene que ver con una de las funciones básicas del Estado moderno, así como de la funcionalidad y control que se tiene sobre un territorio determinado. Una política de seguridad, debe ir acompañada del fortalecimiento del estado de derecho, así como de una cultura de la legalidad que permita que las personas puedan sentir confianza, de que el cumplimiento de la ley es benéfico, en contraposición a su violación.

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Si bien en seguridad la percepción ciudadana es fundamental, no es suficiente como parte de la construcción de legitimidad de gobierno, pues tarde o temprano se requerirán de acciones concretas que dejen ver a la ciudadanía que pueden realizar sus actividades, sin miedo a ser molestada en sus personas o sus pertenencias.

En días recientes, el presidente López Orbrador lanzó un fuchi guácala a las actividades ilícitas, haciendo de esta frase un epítome de su estrategia de seguridad. Más allá del llamado a la reflexión por parte de quienes cometen actos ilícitos, en el sentido de que piensen en sus mamacitas cuando lo hagan, simplificar a esa condición una problemática tan compleja como la seguridad, o la inseguridad, puede tener consecuencias irreparables para cualquier estrategia que se construya para el efecto.

Una acción criminal parte de una decisión racional de la persona que la realiza, donde intervienen un conjunto de cálculos sobre los costos y los beneficios implícitos en dicha acción, en un contexto determinado, pero no de una condición donde se reflexiona sobre otros actores, por más cercanos que estén de dichas personas. Es decir, tiene que ver más la incapacidad del Estado mexicano por llevar a la cárcel a los perpetradores de delitos en diversos niveles, que el pensar sobre una condición ética o ver la fotografía de la madre de quien realiza un ilícito.

El hecho de que solo un delito de cada cien, en promedio, tenga una sentencia, implica un incentivo muy alto para delinquir, pues quiere decir que en el 99% de las oportunidades, no habrá una sanción por la comisión de un ilícito, lo cual genera un escenario muy lucrativo para casi cualquier persona.

De esta forma, el fuchi guácala puede reflejar varias condiciones, como la existencia de una estrategia mal enfocada sobre la decisión racional de un actor o persona (lo cual sería lo menos malo de entre lo malo) hasta la falta de una estrategia y que sea suplida por dicho epítome, lo que sería muy grave para un gobierno, pero mucho más para la sociedad que, de por si, ya invierte mucho en su seguridad personal o comunitaria.

Ya hay guardia nacional, pero aún no se ve una estrategia o un mando claro sobre la misma, en un contexto en que la sociedad no puede esperar más, pero además donde pocos actores que asumen el problema como parte de su responsabilidad real, y esto hay que reconocerlo en el presidente porque él si lo ha asumido como una función del Estado, aunque no se vea la existencia de una estrategia mucho más clara para la misma.

  *Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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