Carlos Slim, el mexicano que puso la raíz de la labor fi­lantrópica en México. No. La historia, quizá, no lo recuerde así. Tal vez ni siquiera pase por su cabeza una descripción parecida. Una aproximación a ello es proporcionada por Arturo Elías Ayub, quien es ubicado como uno de los personajes más cercanos al mexicano más rico: “No me atrevo a decir cómo quisiera ser recordado porque no me lo ha dicho, pero conociéndolo presumo que quiere ser recordado como un gran padre, un gran abuelo, un gran mexicano y nada más.” Arturo Elías, quien entre sus múltiples actividades funge como director de la Fundación Telmex, sostiene que, hoy, la principal tarea del ingeniero Carlos Slim es promover actividades sociales que permitan generar estados de bien­estar; “sus dos temas máximos son la educación y la salud”, afirma.   ―La actividad filantrópica en México, años atrás, parecía el mejor pretexto para burlar alguna política fiscal o, en el mejor de los casos, servía como el instrumento más fácil para “adquirir” reputación. ¿Hoy estamos frente a otra circunstancia? ―Yo creo que sí se ha dado una evolu­ción. Cada día hay más empresarios conscientes de la importancia de destinar recursos para ayudar a los demás, pero sobre todo destinando su tiempo y sus habilidades para encontrar fórmulas inteligentes para ayudar a los demás. Sin embargo, todavía hay muchas necesidades y hay una parte en la que no se ha avanzado mucho: la filantropía per­sonal, tener a más gente que pueda dar tiempo, espacio, dinero. Todavía no encontramos la forma de hacerlo en México de una manera ordenada. En Estados Unidos hay millones de voluntarios para cuidar viejitos en un asilo o para leerles cuentos a los niños en un orfanato. En México hay muchísima gente que quisiera ayudar, pero que no sabe por dónde empezar ni a quién dirigirse.   ―¿Cuál es el factor que motiva a los mexi­canos a no participar de manera más vi­gorosa en la filantropía?, ¿la corrupción?, ¿la desconfianza hacia las instituciones? ―Es un problema de orden. Por ejem­plo, imaginemos que tú quieres ayu­dar, dedicar dos horas de tu semana a hacer una actividad social, pero no sabes a dónde dirigirte, a quién llamarle, no tienes ni idea. Entonces falta muchísimo trabajo de orden para crear un voluntariado nacional. (En los próximos días, la Fundación Telmex habilitará una app que, a tra­vés de la geolocalización, facilitará a sus usuarios toda la información de los asilos o los orfelinatos que requieren de ayuda y que requieren de voluntarios.)   ―¿Y el gobierno? ¿La actividad filantrópica está cubriendo los vacíos que al sector público le toca cubrir? ―Es una pregunta muy difícil. Sin duda, es un complemento en la responsabilidad del Estado, pero hay un plus: la sociedad civil no es la burocracia: quien tiene ganas de ayudar, lo hace porque quiere. Hay empresarios que tienen muchísima creatividad, muchísimas buenas ideas y que hacen que las cosas fun­cionen mucho más rápido. “Salud, educación, dos de los sectores que mayor rezago tienen en México, son parte de la actividad filantrópica de Slim. La tecnología es una de sus mejores aliadas. Esta­mos casi dedicados a hacer nuestra actividad filantrópica por medio de la tecnología. No vayas muy lejos: la iniciativa genómica que traemos es un digno caso de mención, ya que le hemos metido casi 200 millones de dólares para encontrar los genes que causan cáncer, insuficiencia renal; vamos avanzadísimos.”   ―El círculo rojo dice: Carlos Slim es uno de los hombres más ricos del mundo. De al­guna manera tiene que repartir un poco la riqueza. Es lo menos que podría hacer… ―Yo creo que no es una obligación de nadie, yo creo que lo tienes que sen­tir y lo tienes que traer adentro. Las fundaciones Carlos Slim y Telmex son, por lejos, las más grandes de América Latina y las que más invier­ten. El ingeniero le dedica mucho tiempo intelectual a encontrar fór­mulas para lograr contribuir de una manera que beneficie a largo plazo de manera estructural. Para él, dar la aspirina no sirve de nada porque no alcanzan todos los millones que te puedas imaginar para combatir a fondo los problemas. El ingeniero es un convencido de que la forma más importante de acabar con la pobreza es la salud y la educación, pero des­pués el empleo. Así, yo te diría que no es una obligación, para nada. El ingeniero empezó con las fundacio­nes hace 30 años sin ser, como dice tu revista, el más rico del mundo.   ―Entonces, ¿la actividad filantrópica del ingeniero no es para lavarse la cara de nada, sino una forma para distribuir de mejor forma la riqueza, para combatir la pobreza, para generar estados de bienes­tar en la sociedad? ―Yo creo que es la última: generar es­tados de bienestar en la sociedad, y la prueba de que no se trata de lavar la cara es muy clara: lleva 30 años ha­ciéndolo, cuando en aquel entonces no era una persona que saliera en los medios. El Museo Soumaya, al que han entrado casi seis millones de personas gratuitamente, es un caso. Sería muy natural, como ocurre en todos los museos del mundo, cobrar. Pero no. El ingeniero decidió no hacerlo porque le satisface muchísi­mo darle la oportunidad a millones de personas de disfrutar el arte de muchos países.   ―¿Carlos Slim es un filántropo 24/7? ―El ingeniero sigue pendiente de to­das las empresas, aunque ya no está a cargo de ninguna, pero sí te digo que sigue al pendiente de todas. Sin ninguna duda, su actividad princi­pal son los temas sociales, siempre pensando cómo cambiar un progra­ma para hacerlo más masivo, más productivo, diferente, pensando en nuevos programas para generar nuevas soluciones –sus dos temas máximos son la educación y la salud–, analizando cómo mejorar lo que ya hacemos.

 

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