En los tres últimos años, 100 mil personas fueron asesinadas. Cada mes, un promedio de 2 mil 200 víctimas. Así terminamos en el 2021. Es una marca inquietante, por todo lo que ello representa a nivel social.

Las cosas no están funcionando y más vale hacerse cargo de ello para buscar soluciones que, por necesidad, requerirán de un enorme esfuerzo institucional. 

Es un drama, por supuesto, que trasciende administraciones y que se fue haciendo complejo y más en la medida de que no existió la voluntad para preservar lo que funcionaba.

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En el informe “Crimen Organizado y Violencia en México” elaborado por Justice in Mexico, se señala, para valorar la magnitud de lo que viene ocurriendo que durante los primeros dos años de los tres gobiernos anteriores las cifras fueron las siguientes: Con Vicente Fox ocurrieron 33 mil 635 homicidios, con Felipe Calderón la cifra bajó a 30 mil 572 y con Enrique Peña Nieto hubo un repute hasta llegar a los 41 mil 688 homicidios. 

La violencia, como en el pasado, sigue focalizada en algunos municipios como Tijuana, Ciudad Juárez o León, por mencionar algunos.  Es ahí donde existe una mayor densidad criminal, que dificulta la acción de las autoridades, en los momentos, por desgracia esporádicos, en que deciden actuar. 

Pero en las comunidades pequeñas y aisladas las cosas son peores. Entre enero y octubre de 2021, los desplazamientos forzados alcanzaron a 36 mil personas, como documentó la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos.

Son cifras escandalosas, porque implican que no existió una autoridad que impidiera que los criminales expulsaran familias enteras de sus poblados, como ocurre en situaciones de guerra.

Se está dejando a poblaciones enteras a merced de los lobos, con todo lo que ello implica, porque por regla general se traduce en dramas humanos y en rupturas sociales difíciles de reparar. 

Aunado a ello, en el año que apenas terminó ocurrieron 62 masacres, cobrado la vida de 436 personas. Esto indica que la rivalidad criminal no se ha reducido, sino que es una de las explicaciones de los altos niveles de violencia. Los bandidos están peleando por los territorios y eso se refleja en situaciones que parecía se habían superado. 

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Por si esto fuera poco, no hay que dejar de advertir que las cifras de desapariciones continúan en niveles de espanto.

Uno de los rasgos centrales de esta situación es la enorme impunidad, un problema que debilita a las áreas encargadas de procurar justicia y que alienta la desconfianza en las policías, sobre todo en el ámbito municipal. 

También hay que entender a cabalidad que la construcción de la paz solo es posible de la mano del derecho y ello implica tomar decisiones y actuar en consecuencia. 

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