La única dirección que le queda al peso de ahora en adelante es su fortalecimiento paulatino, probablemente plagado de largos estancamientos. Magnífico para exportadores, terrible para importadores, y un rudo golpe al bolsillo de los que viven y trabajan en la amplia franja fronteriza pero cobran en pesos.   Por Sergio Negrete Cárdenas La broma actual es que el billete de 20 pesos pronto será el nuevo dólar. Al paso que va la moneda nacional, no parece algo lejano. El lunes, el peso interbancario cerró a 17.126 pesos por billete verde, y en ventanilla alrededor de 17.50. Exactamente un año antes andaba ligeramente arriba de las 13 unidades por dólar. Nadie, absolutamente nadie, esperaba y menos pronosticaba la fuerte caída cambiaria que se registraría en el año subsecuente. Esto, dicho sea de paso, reafirma la validez que pueden tener los pronósticos de los economistas y financieros “expertos” en mercados (en ocasiones sería igual de potente, y sin duda mucho más divertido, usar una tabla ouija o una bola de cristal). ¿Qué pasó? Una “tormenta perfecta” azotó la moneda, tanto en el aspecto puramente nacional como en la dimensión global. El temor de un alza en las tasas de interés en Estados Unidos se complicó con una economía nacional arranada (revisiones sobre el crecimiento sistemáticamente a la baja), mientras que dos gotas derramaron el vaso: la desaceleración china combinada con el estallido de su burbuja accionaria y el nuevo colapso en los precios internacionales del petróleo (agregado a caídas anteriores). Por supuesto, no se trata sólo del peso. En lo que va del año, éste perdió 14.3% de su valor, pero es una cifra no lejana de la moneda canadiense, que en el mismo periodo cayó 12.1%, mientras que el won coreano lo hizo en 8.2%. Y, por supuesto, la caída de la divisa mexicana parece nada cuando se mira hacia la moneda del Brasil, puesto que el real retrocedió nada menos que 29.7%. Esto es, una tormenta global con el dólar estadounidense emergiendo (como tantas veces en el pasado) como el refugio preferido de muchos inversionistas; el famoso y cacareado flight to quality. Es muy probable que el peso haya alcanzado ya su piso. Un nuevo “mínimo histórico” en la paridad (acompañado de una “máxima histeria” en los mercados) no debe descartarse, desde luego, cuantimás dada su trayectoria reciente. Sin embargo, ya puede hablarse enfáticamente de un peso extremadamente barato. Prácticamente la única dirección que queda de ahora en adelante es su fortalecimiento paulatino, probablemente plagado de largos estancamientos. Por ejemplo, en marzo de 2009 se alcanzó un mínimo histórico ahora ampliamente rebasado (15.49 pesos por dólar) y un par de años más tarde se ubicaba en alrededor de 11.50. En ese sentido, en 2017 podríamos estar viendo una paridad en alrededor de 13 pesos (esto es, como estaba hace un año). Pero entre fines de 2008 y 2011 se registró un fuerte incremento en los precios del petróleo. Es muy poco probable que esa variable clave para la economía mexicana siga una trayectoria similar. La abundancia de oferta disponible de crudo se combina con una demanda achatada por la fortísima desaceleración de China. La energía barata es una gran noticia para la economía global (fuera del aspecto contaminante), pero abre un agujero fiscal de enorme magnitud en el caso mexicano. Algo podrá salvarse para 2016, dado el nuevo programa de coberturas anunciado por la Secretaría de Hacienda (con un precio garantizado de 49 dólares por barril), pero, con todo, el golpe financiero será enorme. Obviamente, esa debilidad se reflejará en el precio del peso en términos del dólar. Además, es casi un hecho que durante el año que entra suban las tasas de interés estadounidenses. Por ello, la “tormenta perfecta” tendrá una larga, pero muy larga secuela. Que por un tiempo considerable se registre una paridad entre los 15 y 16.50 pesos por billete verde no sería nada sorprendente. Será la “nueva normal” a la que habrá que acostumbrarse. Realmente magnífico para los exportadores, terrible para importadores, y un rudo golpe al bolsillo de los que viven y trabajan en la amplia franja fronteriza pero cobran en pesos. ¿Aquellos que gustan de viajar a Nueva York de compras? Si se lo pueden seguir permitiendo, envidia del resto de la población. El gobierno lo que tendrá que hacer es apretar el gasto público, dada la fuerte caída en el ingreso petrolero. No falta mucho tiempo para conocer el tamaño del recorte: el presupuesto debe presentarse a la Cámara de Diputados el 8 de septiembre.
Sergio Negrete Cárdenas es Doctor en Economía. Profesor-Investigador del ITESO. Investigador Asociado del CEEY. Ex funcionario del FMI. Las opiniones de Sergio Negrete son a título personal y no representan necesariamente el criterio o los valores del CEEY.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @econokafka Twitter: @ceeymx Facebook: ceeymx Página web: CEEY   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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