“Yo soy su guerrero, yo soy su retribución.” Donald Trump, 3 de marzo 2023

Si en algo han basado los Estados Unidos la idea del sueño americano, es en su vocación democrática. Las bases de la filosofía política se sentaron en la idea de una Nación en la que el poder es para el pueblo, desde el pueblo y por el pueblo, así que la aplicación de la ley de forma abierta, clara y pareja contribuye al mantenimiento de un ambiente de certeza y legalidad. Más allá de la narrativa política generada en el marco de un proceso político-electoral o de la polarización que ha lastimado al tejido social estadounidense; Donald Trump ha sido acusado de cometer actos criminales. 

La compleja trama Trump se entreteje con alrededor de veinticuatro cargos, de los cuáles el que le ha dado a la Fiscalía de Nueva York el poder para llamarle a juicio es el de falsear los registros contables y hacerlo con premeditación, puede agregar el cargo de conspiración.

Sn embargo, el expresidente ha sido señalado de conspirador en temas mucho más relevantes (el asalto al Capitolio de enero 6 de 2021 y la controversia en las elecciones 2020 en el estado de Georgia) y aun así es uno de los precandidatos punteros rumbo al 2024.

La amplia exposición mediática le ha dado un posicionamiento muy importante no sólo al posible candidato y al partido, sino al trumpismo la bandera con la que hoy los grupos más radicales de los EE. UU. buscan reestablecer un orden que creen perdido. La sola idea de tener, bajo el amparo constitucional, la posibilidad de contender en las próximas elecciones e incluso llegar nuevamente a la Casa Blanca, aun estando en prisión, fortalece la idea del líder martirizado que representa a los “patriotas” modernos que han iniciado revueltas e incendiado el entorno social.

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Desde la construcción del ícono político, la parafernalia que envuelve a la trama Trump, pudiera ayudar a una campaña política que parece no encontrar barrera suficiente. La forma en la que opera el imaginario estadounidense es más compleja de lo que parece y los radicalismos añejos que dormían en el armario encontraron eco en un discurso intolerante y sesgado que desde la tribuna presidencial validó las conductas sociales tóxicas que hoy desestabilizan al país.

La herencia más tóxica es la ideológica, y hoy la opinión pública está aún más dividida. En las encuestas más recientes, casi el 60% de la población convocada, considera que el proceso detonado por la Fiscalía del estado de Nueva York tiene un trasfondo político, además de pensar que los crímenes que se le imputan son ridículos en comparación con la larga lista de posibles imputaciones que nutre la maraña legal que involucra al expresidente.

Trump es un personaje diseñado y construido meticulosamente, es un antagonista convencido de su mesiánico rol en el destino manifiesto y quienes le siguen, lo hacen incluso a costa del interés superior de la Nación.

En su libro “The Art of the Deal” (2015), el expresidente es contundente al decir “Mi estilo de toma de decisiones es bastante simple y directo. Apunto a lo más alto, y entonces presiono y presiono y presiono hasta lograr lo que quiero. Algunas veces acepto menos de lo esperado, pero siempre termino por conseguir lo que quiero.” ¿Sorprendente? En realidad, no. Hemos visto de forma reiterada la forma caprichosa y obstinada de dirigirse y hoy, habiendo tanto en juego, no se podría esperar la aceptación de una derrota sencilla y pronta. 

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