El ataque terrorista en Moscú puede tener derivaciones geopolíticas inquietantes. El saldo de 137 muertos y 182 heridos por disparo en el Crocus City Hall es de los más mortíferos.

Los expertos han señalado que no hay dudas mayores sobre la autoría del crimen y que esta recae en el Estado Islámico y en uno de sus ramales en Afganistán. El EI-K (Khorassan).

Esto se robustece porque esa organización ha hecho las reivindicaciones respectivas. Sería extraño que lo hicieran si no tienen nada que ver en un asunto y, además, de semejantes magnitudes.

Además, en el EI suelen desplegar una estrategia de propaganda para las acciones que consideran exitosas y apegadas a la guerra que mantienen, en particular contra democracias occidentales, pero también, como es el caso, contra Rusia.

Pero en el gobierno de Vladimir Putin tienen una narrativa distinta y quieren enmarcar el ataque dentro del conflicto con Ucrania.

De mantenerse esa posición en el Kremlin, es probable que con ella quieran lanzar represalias y quizá profundizar el conflicto con Kiev.

El gobierno ruso suele actuar así, buscando el ángulo que más pueda favorecer a sus intereses, inclusive en tragedias como la ocurrida hace unos días.

Hay cuatro detenidos y en las imágenes que se hicieron públicas, todos muestran signos de violencia. Las autoridades rusas no hay querido comentar nada a ese respecto. 

Hay un escenario, muy inquietante, y es el que tendría que ver con una reactivación del terrorismo en Europa.

Las preocupaciones al respecto son evidentes, porque una ofensiva del EI puede desplegarse en un momento especialmente complejo.

El gobierno francés, ante la proximidad de los juegos Olímpicos, elevó todas sus alertas respecto al EI-K. En Francia tiene muy malas experiencias al respecto y en particular la del Bataclán.

El ataque en Moscú muestra que el terrorismo continúa significando una de las mayores amenazas para la seguridad a nivel internacional y que su lógica suele escapar a las de los conflictos tradicionales y por ello más predictivos.

Sería un error el considerar que el atentado terrorista solo compete a Rusia, cuando en realidad bosqueja horizontes nada promisorios para Europa, y más si no se encara a estas organizaciones desde una perspectiva a la que se convine la eficacia de las fuerzas de seguridad con la justicia.

Por desgracia, en el Kremlin no parecen muy dispuestos a transitar, a menos por ahora, en un esquema de acuerdos que pudieran significar una suerte de barrera contra la barbarie de que es capaz el EI-K, ya que las sospechas sobre Ucrania le pueden significar una utilidad inmediata, aunque pírrica y peligrosa en el mediano plazo. 

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