Aunque el marketing asegura que con la adquisición de las bicis eléctricas “ayudas a cuidar el planeta”, no es cierto si se tiene en cuenta que la obtención de electricidad es en 70% por la quema de combustibles fósiles como el carbón, combustóleo y gas natural.       Pocos los saben, pero en abril pasado se entregó una iniciativa de ley que permitiría a los municipios cobrar un impuesto a las empresas generadoras de energías renovables (eólicas, hidroeléctricas y solares) que vendan la electricidad producida a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Esto con el afán de hacer que las municipalidades obtengan un provecho por el uso de recursos naturales (agua, viento y sol) de la demarcación. La idea no es mala en sí misma, lo malo es que está demasiado “adelantada” a su tiempo, debido a que la producción de electrones con recursos renovables requiere (y requerirá durante mucho tiempo) más de incentivos fiscales que de impuestos para lograr su pleno desarrollo. ¿Por qué traigo a cuento este tema en un espacio de ciclismo urbano? Simple y sencillamente porque en los últimos tiempos he sido testigo de una intensa promoción para el uso de bicicletas eléctricas. En un país como México no es una idea necesariamente amigable con el medio ambiente, no por ahora. Aunque el marketing asegura que con la adquisición de esta alternativa de transporte “ayudas a cuidar el planeta”, no es cierto si se tiene en cuenta el perfil energético del país: la obtención de electricidad es en 70% por la quema de combustibles fósiles como el carbón, combustóleo y gas natural. Además, en los últimos años, de acuerdo al documento Prospectiva Eléctrica 2012-2026 de la Secretaría de Energía (Sener), desde 2010 se empezó a observar una tendencia a la baja en la generación de electrones mediante el uso de recursos renovables y, por el contrario, se aumentó la quema de combustibles, como ya lo mencionamos. “Una de las razones de este comportamiento fue la reducción de la generación hidroeléctrica, geotermoeléctrica y eoloeléctrica, con sus correspondientes decrementos de 2.6%, 1.7% y 36.5%. En conjunto, estas tecnologías dejaron de producir 1,115 GWh (Gigawatts hora), ya que 2011 fue un año particularmente seco en la región norte del país y de baja productividad de las fuentes renovables”, señala el documento que refiero. Bien, esto significa que en México, como consecuencia del cambio climático, no hay agua en las presas de las hidroeléctricas, no hay muchos días con viento y el calor que se obtiene de la tierra para generar vapor no está teniendo el aporte esperado frente a otras fuentes de obtención de energía. Además, el Sistema Eléctrico Nacional está diseñado de manera que el incremento en la demanda se atiende poniendo en marcha la forma más segura y “barata” de obtener la energía: quemando más combustóleo, carbón y gas natural. En segundo término van las hidroeléctricas y, por último, los generadores eólicos (eso si hay viento que mueva los aerogeneradores). La contaminación no se dará en las ciudades, pero si en las sedes de estos grandes activos de infraestructura con los que cuenta el país. Sí, ya sé: utilicé electricidad (y por tanto “ayudé” a contaminar más) para escribir este post para el blog desde mi computadora, pero no demandé más de lo que habitualmente utilizo en virtud de que mi bicicleta no es eléctrica. Pocos son conscientes, pero la demanda per cápita de energía aumentó de manera exponencial con el arribo de diversos gadgets a nuestra vida cotidiana y que consumen mucha electricidad (reproductores MP3, celulares, tabletas, etc.). Sumarle a nuestra demanda energética personal el de una batería de bicicleta, reitero, definitivamente no es una buena idea a menos que el perfil energético de México cambie radicalmente. La idea de impuestos a energías renovables también debería pensarse muy seriamente. ¡A rodar!     Contacto: Twitter: @David_Reportero

 

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