- Las que dicen: “De algo me tengo que morir.” Viven sin pensar en los riesgos y no están dispuestas a prepararse. Simplemente no creen que algo malo les vaya a pasar y dicen cosas como: “De todas formas ya estando muerto no me importaría.”
- Las que dicen: “No lo había pensado.” Si llegaste hasta este punto de la lectura quizá perteneces a este tipo de personas que no se habían dado cuenta de la importancia de prepararse y ahora ya eres consciente de ello.
- Las que dicen: “Es una inquietud constante que tengo, pero casi no he tomado acción al respecto.” Son las personas que saben que deberían prepararse de algún modo, pero no lo han logrado. La mayoría de las veces lo posponen porque no saben por dónde comenzar o porque sienten que hay demasiado por hacer.
- Las que dicen: “Estoy bastante preparado.” Son la minoría. Se trata de aquellas personas responsables que tienen todo en orden y que han tomado las acciones correctas para enfrentar cualquier contingencia. Tienen seguros de educación para sus hijos, han hecho su testamento, tienen pólizas de vida y han verificado que serían suficientes, han hablado con sus familias y tienen todo guardado en un solo lugar. Conocen los detalles importantes y viven tranquilos.
Las enormes ventajas de los que se preparan…
Las personas que están preparadas ante las eventualidades son las que tienen más ventajas. Te comento…
¿Qué haría tu familia si tú ya no estuvieras? Piensa en aquellas personas que dependen de ti, en los que cuentan contigo: tus hijos, tu cónyuge o tus padres… ¿Quiénes son? ¿En quiénes pensaste? ¿Qué harían si algo te llegara a pasar?
Cómo espero que al leer estas preguntas, tu mente no haya respondido algo como: “¡Calla, calla!” “¡Toco madera!” “¡No invoques esas cosas!” Me daría mucho gusto que tus pensamientos hubieran sido: “Estoy totalmente preparado. Tengo todo en orden. Todos sabrían qué hacer en mi ausencia y no tendrían ningún problema. Económicamente estoy protegido y me siento tranquilo.” Si eres como el 80% de las personas que conozco, muy probablemente habrás dicho lo primero y no lo segundo.
En México, la persona promedio evita hablar de las “contingencias” (muerte, invalidez, incapacidad, etcétera), quizá con la falsa creencia de que al hablar de ellas las podría estar generando o “atrayendo”. Sin embargo, la verdad es que a lo largo de la vida laboral de cualquiera, ocurrirán muchos eventos; algunas veces se pueden prevenir y otras nos tomarán por sorpresa.
De hecho, hay cosas que pueden (y deben) planificarse; por ejemplo, la jubilación, aunque hay muchos otros sucesos que llegan de forma inesperada, como ser despedido, sufrir un accidente de trabajo o la muerte.
Las personas más jóvenes por lo general no se preocupan tanto por las eventualidades; muchas, simplemente no creen que les vaya a ocurrir. Existen, por otra parte, las que tienen una preocupación genuina respecto a su familia en caso de que ellos llegaran a faltar, y aunque saben que cuentan con algo para esos casos (seguros de vida, beneficios legales, etcétera), no saben con exactitud todos los detalles o cantidades que deberían conocer. Y entonces la mayoría de las personas no están lo suficientemente preparadas para estos eventos.
Nadie planea ser despedido y nadie planea accidentarse; sin embargo, se puede (¡y se debe!) estar preparado en caso de que ocurran estas desgracias laborales. Aquellas personas que están preparadas son las que tienen más ventajas: viven más tranquilas, dejarán menos problemas a sus familias y afrontarán estos hechos, si se presentan, de una manera más benéfica.
Y aquí es donde yo descubro que hay cuatro tipos de personas: