Los altos niveles de violencia en Guanajuato, obligaron a las autoridades federales y en particular a la Secretaría de la Defensa Nacional, a desplegar una operación con el objetivo de apresar a José Antonio Yépez “El Marro” y de debilitar a su organización criminal, el cártel de Santa Rosa de Lima. 

Lo primero no resultó, porque se les escabullo, pero en el segundo objetivo le dieron un buen golpe a sus finanzas, con el decomiso de 2 millones de pesos,  y detuvieron a 26 de sus cómplices, entre ellos a la propia madre del capo. 

El cártel de Santa Rosa de Lima es un ejemplo de la evolución de las bandas delictivas, que de tareas sencillas van escalando hasta esquemas cada vez más complicados y violentos, donde ya no solo se dedican al huachicoleo, sino que ahora también incursionan en el tráfico de drogas y en la extorsión, disputado los mercados ilegales de Guanajuato, especialmente, con el cártel de Jalisco Nueva Generación.

“El Marro” está lejos de ser un estratega  y más bien refleja las carencias de las estructuras criminales que, sin embargo, avanzan sin contención y vuelven a esquemas de presión que parecían superados, como la quema de comercios y los bloqueos en carreteras, para generar zozobra entre la ciudadanía y  de paso complicar el trabajo de los policías y los soldados. El riesgo es que sus reflejos suelen ser violentos y de corto plazo, sin medir las repercusiones y el daño que causan. 

El crimen organizado está aprovechando la crisis generada por el Covid-19 para avanzar en el control territorial. Una explicación de que los índices de homicidio doloso permanezcan altos responde justamente a esa situación. Durante estos meses el promedio de asesinatos es de 96 personas por día.

Esto es una mala noticia, porque al pasar la fase más apremiante de la emergencia sanitaria nos encontraremos con grupos delincuenciales fortalecidos, que aprovecharon la coyuntura, inclusive para tareas de corte social, como son el reparto de despensas en zonas marginadas. Esto es, se está robusteciendo la densidad criminal en algunos lugares y eso suele ser catastrófico, porque se acompaña de la protección de la población  a los criminales.  

Además, es previsible el aumento de los delitos patrimoniales una vez que acabe el confinamiento, por la ausencia de una política de seguridad clara y por los estragos de la crisis económica. 

Ante esto, son oportunas las acciones directas, como la realizada por el ejército,  contra sujetos como “El Marro”, pero deben acompañarse también de golpes a otras organizaciones, En Michoacán y Zacatecas, por ejemplo,  y del despliegue de programas de prevención, con recursos y medibles en el tiempo. 

La moraleja es que no hay grupo pequeño y que en el contexto de crisis simultáneas, cualquier jefe de pandilla puede ir escalando en posiciones y barbaridades. 

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